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Diario Pueblo de Sanabria
Nos levantamos el sábado después de haber dormido muy pocas horas. A las 5 de la mañana ya teníamos los ojos como platos y el ruido de la calle y de la gente de fiesta impedía que pudieramos pegar ojo. Justo cuando empezabamos a encontrar de nuevo posición y no había tanto ruido, suena el despertador!! Son las 9 de la mañana.
Al final habíamos pensado la noche anterior que haríamos una ruta, sin apurarnos demasiado ni prisas ni agobios. Las posibilidades que ofrece esta zona para hacer senderísmo son muchisimas y entre todas ellas nos decidimos por  Cañón del Tera y Cueva de San Martín. Aquí nuestros planes ya empezaban a cambiar y es que parece que somos un culo inquieto y no podemos parar.
Despues de desayunar, que por cierto, pedazo desayuno que nos dieron a base de … de todo! Fruta, yogurt, café, bollería, tostadas, queso, jamón… en fin, abundante, pues nos fuimos hasta Ribadelago, donde nos enteramos de algo que yo nunca había oido, ni siquiera cuando planeaba el viaje: pues parece ser que hace muchos años, la presa del Tera se vino a abajo y en la riada que se produjo murieron 144 personas. En Ribadelago existe este monumento en recuerdo a las víctimas.

 

 

Aquí empieza lo que luego nos traería consecuencias. Teníamos tres rutas que salían de esta zona. Nuestra intención era hacer la del Cañón del Tera y Cueva de San Martín, pero solo hasta la Cueva de San Martín, que queda a mitad de camino y esto era por dos razones: una, que la ruta no es circular y nos recomendaron no arriesgarnos a coger un taxi de vuelta ya que el total de la ruta, ida y vuelta, eran 18 kilometros; y otra porque lo más bonito era la primera parte de la ruta hasta llegar al la Cueva de San Martín, que realmente no es una cueva sino una cascada. Pues bien, yo no se porque razón, en luegar de seguir las indicaciones en color verde, empezamos a seguir las indicaciones en color naranja, que no correspondía a esta ruta sino a la del Cañón del río Cardena y pico del Fraile.

 

 

 

 

Bueno, pues el ascenso es complicado, muy muy complicado y con mucha pendiente y cuando llegamos a arriba nos dimos cuenta, todavía no se porque, que no estabamos siguiendo la ruta adecuada, así que … decidimos bajar y por el camino pensaríamos que hacer, porque ya era tarde. Ni cortos ni perezosos, una vez en Ribadelago de nuevo, decidimos emprender la ruta de color verde, lo que puede que fuera un error. Era la una y media de la tarde. Pues nada, para arriba y si la ruta anterior era complicada esta lo es aún más. Casí me muero en el intento, y es que encima parecía que ibamos a apagar fuego. En dos ocasiones tuve que parar y coger aire, porque además hacía un calor extremo. Estabamos por encima de trenta grados. Aún así, las vistas y la ruta, no tiene desperdicio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y por supuesto el final de ruta, tampoco.

 

 

Una vez que llegamos a la Cueva de San Martín, comimos algo, bebimos mucho y nos bañamos. Un entorno privilegiado para tomar un baño refrescante, sin gente, sin ruido, sin nada…
Tardamos tres horas en subir, son 4 kilometros hasta este punto. Todo ellos con las infinitas paradas que hicimos para sacar fotos y para coger aliento. Estuvimos una hora arriba y emprendimos el descenso, mucho más llevadero pero al no haber un camino que seguir y un desnivel considerable conlleva tambien su esfuerzo.
Una vez abajo, nos merecíamos un buen descanso y una buena hidratación. Bebimos un litro y medio de agua y nos tomamos un refrescante helado.
De aquí, agotados y exahustos, nos vamos al hotel, que necesitaba meterme en el jacuzzi y olvidarme del mundo por un momento.
Una vez repuestos, era hora de ingerir alimento sólido en condiciones, así que reserbamos para las 22:30 en la Posada de las Misas para cenar. La cena estaba riquísima y fue a base de: Paté con uvas pasas y piñones al oporto, setas en salsa, y para mi Magret de Pato en salsa de Naranja y para Rubén solomillo y de postre: para Rubén y para mi helado de queso con miel. La verdad es que estaba todo exquisito. (Tambien es verdad que ayuda el hambre que tenía. No recuerdo haber comido tanto desde hacía mucho y llegar a los postres todavía con hueco). La única pega es que los vinos son caros en relación calidad/precio. Mientras que la comida es en general más barata que aquí, el vino es bastante más caro.

 

 

Al acabar de cenar el cuerpo ya no respondía, porque entre la caminata y las pocas horas de dormir del día anterior… y esta noche no sería mucho mejor. Como estabamos agotados las primeras horas caimos rendidos pero sobre las 6 de la mañana, otra vez ruido, otra vez oir las campanadas de la iglesia cada hora y cada media hora, ufff, que nochecitas.

 

 

 

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