Primer día en un Klotok en Borneo
Han pasado 8 años y 5 meses desde que visité por primera vez Borneo. En aquella ocasión fue el Borneo Malayo, donde pasamos unos 14 días de los más movidos, estupendos y llamativos. Pero pese a que en aquella ocasión visité la isla con intención de enfocar toda nuestra aventura en ver orangutanes y conocer de primera mano la realidad de una especie en peligro de extinción por efectos de la producción del aceite de palma, la realidad es que me quedé con las ganas de visitar el Borneo de Indonesia.
Una de las razones principales de regresar a Indonesia este año y hacerlo además con un «Viaje con Vosotros» era precisamente visitar Borneo, la zona de Tanjung Puting, y vivir la experiencia de pasar 3 días, con sus dos noches, navegando por el río hasta llegar al Campamento de Louis Leakey. Tenéis toda la historia contada en el capítulo anterior: «Volando a Jakarta con Turkish Airlines«.
Viaje con Vosotros
Este «Viaje con Vosotros a Indonesia en 18 días» se desarrolló tal y como lo estáis leyendo durante el mes de Agosto de 2024, en uno de los viajes que realizamos bajo el concepto «Viaja con Vosotros». Desde hace años ofrecemos la posibilidad a nuestros lectores, seguidores de redes sociales y clientes de la agencia de viajes a acompañarnos. Y este fue nuestro Sexto «Viaje con vosotros».
Si quieres realizar un viaje similar o parecido a este, consulta las fechas de salida regular o si lo prefieres, pídenos un presupuesto para un viaje en privado a un país que estoy segura que te sorprenderá.
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Y aunque de mano parezca que todo se reduce a esto, a llegar al campamento de Louis Laekey, y visitar la zona donde desarrolló todo su trabajo Birute Galdikas, el hecho es que el viaje es mucho más que esto. Antes de llegar a este punto se pasa por dos campamentos más, se ven muchos tipos de animales entre ellos el mono narigudo, endémico de esta zona y te relajarás contemplando un paisaje abrumador y escuchando los ruidos de la selva.
Todo ello sin olvidarnos de que dormiremos en el propio barco, llamado klotok, en la cubierta y todos juntos.
En este viaje nos embarcamos 12 personas, y aunque algunos nos conocíamos de otros años, a otros no les conocíamos aún. 12 personas para una barco pueden ser muchos, así que pedí un barco de apoyo, sobre todo para tener algún baño más y para tener algo más de espacio donde dormir. Así que finalmente pasaríamos los 12 todo el día juntos en el mismo barco, el más grande, y por la tarde-noche, se uniría a nosotros un segundo barco.
Empieza la aventura, nos vamos a Borneo
Habíamos llegado el día anterior a Jakarta, donde pasamos la primera noche.
Cenamos todos juntos en el restaurante del hotel, allí nos conocimos y pudimos ponernos cara. En nada empezaba nuestro viaje y teníamos que ir haciéndonos a la idea de que aquellos serían nuestros compañeros, nuestros amigos y nuestra familia, durante los siguientes 18 días.
Suena el despertador a las 3:30 de la mañana. Apenas 4 horas de sueño y tocaba ponerse en marcha.
Habíamos pedido un desayuno para llevar, que nos tenían que entregar a las 3:50 de la mañana, justo 10 minutos antes de que el autobús al aeropuerto nos recogiese en la puerta del hotel.
En lugar de 12, seríamos 14 en este momento. Ya que dos personas más, Beatriz y Jorge, que habían reservado un viaje con nuestra agencia en privado para ellos dos se unían al grupo. Casualmente comenzaba su viaje en el mismo sitio que el nuestro y haríamos el mismo recorrido los primeros días. Así que allí, en el hall del hotel de Jakarta, les puse también cara y les presenté al resto de nuestro grupo, porque estaba segura de que nos iríamos encontrando por la ruta. Beatriz conocía a uno de los chicos de nuestro grupo, Salva, ya que habían ido al colegio juntos. Aquí es cuando más piensas lo pequeño que es el mundo.
El mapa de viaje.
Siempre me dicen que se valora el que haga un mapa con los puntos que vamos a visitar cuando programo alguno de estos «viajes con Vosotros» para que sea más fácil ubicar qué vamos a hacer y por donde vamos a ir. Esta vez, hice varios, y este es el que corresponde a la ruta que seguiremos los próximos 3 días en el Borneo de Indonesia.
Volando a Pangkalan Bun, en Borneo (Kalimatan)
Cuando solicité el paquete de desayuno para llevar, como aún no conocía al grupo, quise ir a lo seguro. Me ofrecieron o arroz frito o sándwich. Pedí sándwich para todos menos para mi y para Ana. Ana y yo compartíamos habitación y fue la única a la que en el check in le preguntaron que quería desayunar, supongo que porque pensaban que era yo, la tour leader del grupo. Ella había pedido arroz frito y para no liarla yo lo pedía también. Para el resto sándwich.
Lo cierto fue que aún pensando que era más seguro pedir un bocadillo para desayunar, la realidad fue que las únicas que pudimos desayunar fuimos nosotras dos con nuestro arroz frito. El desayuno del resto era infumable.
Aprovecharon las dos horas escasas que estuvimos en la terminal de vuelos domésticos de Jakarta, para comer algo un poco más digestivo. Mientras Ana y yo degustábamos nuestro arroz frito que estaba rico para estar frío.
Creo que de todos los vuelos que tomamos en este viaje, que no fueron pocos, este fue el único puntual.
Mientras estábamos en el aeropuerto hubo quien sacó el planning del viaje para ver qué nos tocaba hacer hoy. Les volví a comentar, que era mejor no mirar nada, que se dejasen sorprender y que en este viaje tenían que pensar que habría cosas que se podían hacer, cosas que no y cosas que no venían en el planning que se harían. Por que sí, como ya os había comentado en el artículo anterior, aunque el viaje parezca fácil desde el otro lado de la pantalla, la realidad es que es complejo y fue más complejo aún de lo que yo también pensaba.
Aterrizando en Borneo.
El vuelo fue rápido y cómodo. En nada habíamos dejado atrás el Mar de Java, y nos adentrábamos en Kalimatan. En este momento recuerdo la primera vez que sobrevolé esta isla, hace ya 8 años, cuando empecé a ser consciente de la problemática de la producción de Palma y la deforestación que esto produce. Aquí era muy evidente también. Y con la cara pegada a la ventanilla iba visualizando una realidad que a día de hoy no ha cesado.
Eso sí, según nos acercábamos al punto final de nuestro vuelo, Pangkalan Bun, se hacía más y más evidente que entrábamos dentro de un parque nacional protegido. La selva de Borneo se abría paso, con los profundos ríos cortando el flujo de verde intenso. Empecé a esbozar una gran sonrisa. Ahí abajo estaban ellos, esperándonos, los grandes protagonistas de este viaje: LOS ORANGUTANES DE BORNEO.
El aeropuerto de Pangkalan Bun, es un aeropuerto militar. Por ello, no pueden entrar coches, transportes, buses, que no sean los del propio aeropuerto. Es por ello, que tras recoger las maletas y encontrarnos con el que sería nuestro guía para estos tres días, tuvimos que hacer usos de los coches del aeropuerto. 4 para los 12 que éramos y uno más para Beatriz y Jorge.
Uno tras otro salimos del aeropuerto y pusimos rumbo al puerto, donde estaba esperándonos ya nuestro barco.
Camino hacia el embarcadero de Kumai
En el trayecto no paraba de observarlo todo. Cuando llegas por primera vez a un país tan distinto como este, aunque no sea la primera vez que lo haces, no puedes evitar contemplarlo todo, observarlo todo y analizarlo todo.
Aquí fue cuando me di cuenta que aunque pudiese entrar un minibús a recogernos a todos, para hacer este trayecto juntos, sería inviable hacerlo, porque el acceso desde la carretera general al puerto, es un camino de cabras, por llamarlo de alguna manera, de tierra y con millones de baches.
Nos bajamos de los coches sorprendidos por todo lo que acabábamos de ver en el camino y muy emocionados con lo que estaba a punto de comenzar.
No deja de sorprenderme, cada vez que comienza un viaje de este tipo, la cara de ilusión de aquellos que me acompañan. No puedo parar de observar y mirar, porque lo que reflejan sus ojos dicen más que lo que sale por su boca. En aquel momento, todos, absolutamente todos, tenían una luz especial en sus miradas. Comenzaba la aventura.
Nos despedimos de Beatriz y Jorge, que se iban hacia su Klotok, mientras nosotros seguíamos a nuestro guía hacia el nuestro.
El Klotok en el que navegamos por Borneo
El primer encuentro para mi con el klotok fue desconcertante. Sinceramente, me esperaba que fuese mucho peor, pero la realidad es que era amplio y estaba bien organizado. En la parte central del barco era la parte común, donde haríamos toda nuestra vida durante los siguientes 3 días, donde dormiríamos (aún no sabía muy bien cómo), donde comeríamos (había una gran mesa con 12 sillas) y donde pasaríamos todo nuestro tiempo dentro del barco.
En la parte de abajo estaba la cocina y dos baños, además del lugar donde se alojaban los 4 integrantes de la tripulación (el guía, el capitán, la cocinera, y otro chico más que es el ayudante)
Y en la parte de arriba, una terraza/mirador, donde teníamos algunos buf, para sentarnos a contemplar el paisaje.
Estuve un rato contemplando el río, con la vista perdida entre la vegetación exuberante, la grandeza del río y el ir y venir de los barcos, algunos klotoks y algunos barcos de pesca.
Nada más subir al barco, y después de la visita de exploración para hacernos una idea, nos ofrecieron un desayuno. A algunos de nosotros nos vino fenomenal después del fracaso de nuestra caja de desayuno del hotel. Así que nos sentamos y esperamos, sobre todo yo, por el café. Aunque los huevos y las tostadas también las agradecí.
En aquella primera toma de contacto, sentados a la mesa, yo ya intuí que el grupo iba a ser maravilloso. No les conocía de mucho, pero ya se ve, a primeras, que el buen rollo fluía. Encontrarse de mano con una situación así no es lo mismo que empezar el viaje en un hotel de 4 o 5 estrellas, o cenando en un buen restaurante. Que los primeros días de viaje fuesen metiéndonos 12 personas en un barco, compartiendo absolutamente todo, daba mucho vértigo. Pero aquello pintaba muy bien. Y no me equivoqué.
Empieza la navegación en Klotok por el río Sekonyer
El pequeño puerto de Kumai se encuentra situado en la ladera oeste del río Kumai. Pero a donde realmente nos dirigimos, tras una corta navegación por este ancho río de agua salada, es hacia el río Sekonyer. Navegaremos río arriba, en este nuestro primer día, hasta el primero de los campamentos (Campamento 3) que visitaremos hoy.
No habían pasado ni quince minutos desde que nuestro barco se puso en marcha, cuando, tras cruzar a la otra ladera, nos introducimos de lleno en la selva navegando por el río Sekonyer. Un cartel nos indica que entramos en el mágico mundo de los Orangutanes de Borneo
La vegetación se hace cada vez más densa. El río se estrecha cada vez más y la mayoría de nosotros nos acercamos a la parte delantera del barco, donde nos sentamos, y vamos contemplando el paisaje mientras el barco avanza, lentamente.
Empezamos a ver los primeros animales. Los monos narigudos, endémicos de Borneo, hacen su aparición.
Comiendo en el klotok.
Había pasado una hora desde que salimos del puerto de Kumai, cuando nos volvemos a sentar a la mesa. Toca comer y no perder demasiado tiempo, porque no falta mucho para llegar al primero de los campamentos, que en realidad es el «Campamento 3». Y aquí no nos esperan, porque la hora en la que colocan la comida para los orangutanes en las plataformas es fija y a esa hora tenemos que estar allí, si perder ni un minuto.
La comida es base de mucha soja, tofu, verduras… y que no falte el arroz y el pollo.
Entre una cosa y la otra llegamos al campamento 3, casi tres horas después de haber salido de Kumai.
El acceso al Campamento 3 de Tanjung Puting: Tanjung Harapan
No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que estamos llegando. Varios barcos juntos en el medio del río, deteniendo la circulación. Un pequeño embarcadero de madera viaja a mano izquierda y un cartel que indica que no te metas en el agua. Avisa que hay cocodrilos.
Empiezo a ser consciente realmente de que estamos aquí, en Borneo, en el medio del parque nacional Tanjung Puting, uno de mis sueños viajeros y el lugar que cerrará un ciclo. Aunque realmente eso sucederá cuando lleguemos al campamento 1, aquí soy consciente de que estamos ya en el mundo de los orangutanes.
Veo las casas donde se alojan los cuidadores, vigilantes, investigadores, … y recuerdo cuando hace unos años, nos alojamos nosotros en unas de estas cabañas, en el parque nacional Gombe (en Tanzania) cuando visitamos a los chimpancés de Jane Goodall.
Recibimos una breve charla de nuestro guía, informándonos de lo que vamos a hacer y ver y de las precauciones que hay que tener. La plataforma de observación de los orangutanes en el campamento 3, no está nada más bajarte del barco. Hay que caminar selva adentro.
Aunque la temperatura en Borneo en esta época del año no es elevada, y en el paseo en barco se iba de maravilla, meterte dentro de la selva, con una humedad tan alta, con pantalón largo para protegerte las piernas de picaduras, y no solo de mosquitos, hizo que empezase a sudar. Casi me derrito.
Cierto es, que antes de empezar esta aventura, pensaba que el camino de acceso a las plataformas sería mucho más cerrada y que habría más posibilidad de que las ramas pudiesen en algún momento pegarnos en las piernas o el cuerpo. Aquí entendí que no era así y decidí que en la próxima aventura por la selva, no iría tan tapada.
Durante el trayecto hasta la plataforma, nuestro guía nos va explicando todo lo que vamos viendo, sobre plantas, insectos y otros animales que habitan en la selva. Para alguien como yo que sufre de aracnofobia, que tuve muchos problemas para poder afrontar, psicológicamente los primeros 3 días que pasamos en el amazonas peruano, lo los 14 días que pasamos metidos en la selva del Borneo Malayo, estar hoy así de tranquila era ya todo un triunfo.
Y no es por ponerme medallas, pero no sabéis lo mal que lo he pasado en otras ocasiones cuando he tenido que enfrentarme a situaciones parecidas a la que estoy llevando hoy con mucha dignidad y con cierta tranquilidad.
Durante todo el camino iba pensando en que esperaba que la experiencia fuese buena. Cuando visitamos el Borneo malayo y acudimos a unos cuantos centros de recuperación del orangután ya te avisan. Puede que los veas o puede que no.
Los orangutanes están en libertad dentro de la selva, por lo que solo se acercan a la plataforma de alimentación si no tienen alimento suficiente. Estamos en una época en la que hay bastante fruta en los árboles, por lo que las posibilidades de verles se reducen.
Cruzábamos los dedos para que esta vez, uno, al menos uno como pasó en nuestra primera visita en Malasia, acudiese al encuentro. Y lo que ocurrió fue más de lo que me podría haber imaginado.
La experiencia de ver orangutanes en el Campamento 3 de Tanjung Puting
No había pasado ni 15 minutos desde que nos bajamos del Klotok, cuando empezamos a notar la presencia de los primeros orangutanes.
Justo antes de entrar en la plataforma de observación, nuestro guía nos hace la señal de «silencio». Aquí mi corazón se acelera. Esta es la primera señal de que estamos ya cerca. No se escucha ni una respiración. Se hace el silencio, solo roto por el sonido de la jungla.
Nos quedamos justo en la entrada de la plataforma. Nuestro guía nos indica que nos quedemos ahí porque es un lugar de paso. Todavía no habían llegado los cuidadores con la comida, cuando escuchamos un fuerte movimiento de ramas. Había un gran orangután acerándose. No puedo ni articular palabra. Esa emoción inicial se dispara y no consigo ni levantar la cámara para hacer una foto. Estoy paralizada.
Pero no es el único que hay. Percibimos la presencia de muchos más. Algunos se hacen notar, otros están ocultos tras las hojas de los árboles, pero es imposible no saber qué están ahí. Unos se ven, otros se intuyen y otros sin saber qué están sabemos que están. No se que es lo que pasa por mi mente en estos momentos pero estoy segura que hay muchos orangutanes observándonos, y además, intuyo, que nos están rodeando.
Los 3 que se ven perfectamente se encuentran en los árboles, esperando. Supongo que saben que se acerca la hora de la comida y esperan pacientemente a que los cuidadores aparezcan con las grandes cajas de batata y plátanos. Y lo hacen. Puntualmente aparecen y tras dejar la comida en la plataforma y hacer sonidos de llamada, empieza el movimiento.
Nosotros, situados en uno de los laterales, tenemos a uno muy cerca. Empieza a bajar. El corazón se acelera aún más. Le tenemos muy cerca y sabemos que si se baja del árbol lo tendremos al lado.
Yo con mi objetivo 70-300 montado en la cámara, tuve que dejar de sacar fotos. Llegó un momento que estaba tan cerca que era imposible enfocar a menos que quisiese sacarle un ojo. Llegó a nuestra altura y nos pasó al lado. Solo nos separaba de él la fina cuerda que hacía de barrera.
Se desata la locura. 23 orangutanes nos rodean
Un gran orangután se sube a la plataforma. Es un macho. Si un gran macho está ahí, sabemos que los demás no se van a acercar. Mientras el gran orangután no coma y se vaya, el resto no se acercarán. Suponemos que salvo que sea su familia, porque una hembra con su cría se acercó y compartieron plataforma.
Había otros que «robaban» lo que podían, acercándose sigilosamente por el otro extremo de la plataforma, alargando el brazo y cogiendo lo que pillaban. Fue de lo más simpático y enternecedor que vimos.
Grandes, pequeños, hembras, machos, había de todo y por todos los lados. Mientras unos comían, otros esperaban. Pero era ya evidente donde estaba cada uno. Y no me había equivocado, los teníamos por todos lados. Nos estaban rodeando.
Empecé a mirar a mis compañeros de aventura. En estos momentos me encantaría saber qué pasaba por sus mentes y qué sensaciones estaban sintiendo. Si yo estaba tan emocionada ¿Cómo estarían ellos? Todos tenían una amplia sonrisa en la boca, y sus ojos denotaban lo que era evidente. Habíamos hecho muchos kilómetros, habíamos esperado mucho tiempo, cada uno tendría sus propias inquietudes, pero todos, allí, estábamos cumpliendo un sueño.
Ver animales en libertad, en su hábitat de una de las cosas más emocionantes que puedes experimentar. Cuando visité Borneo por primera vez, cuando vi a Ricchi, aquel primer orangután que nos brindó su presencia, supe, que no podría parar. Es como una droga que te engancha. Y lo hice, porque ese mismo año viajé a África, y allí, ese conocido como «mal de África» se apoderó de mi. No hay nada como esto.
La adrenalina se dispara, el corazón late cada vez con más fuerza, la emoción brota como nunca y te invaden una serie de sensaciones muy difíciles de explicar.
No sabía hacia donde mirar. A la plataforma, a los árboles del frente, a la derecha, a la izquierda, por detrás… Así que dejé de sacar fotos, me concentré en sentir, en percibir sensaciones y en guardar en mi memoria un momento único e irrepetible.
Poco a poco la plataforma fue cambiando de actores. Unos llegaban, recogían lo que podían y se marchaban rápidamente. Los orangutanes a diferencia de otros simios, como los gorilas, son muy solitarios y rara vez se juntan en familias. El mayor vinculo que establecen unos con otros es entre madre y su cría, que suele durar unos 6 años. El resto del tiempo suelen estar solos y por tanto se tienen mucho respeto. Sobre todo en lo que se refiere a los machos adultos.
Terminada la comida, poco a poco se fueron retirando ellos, perdiéndose en la inmensidad de la selva de Borneo y dejándonos con una sensación maravillosa. Lo que hemos vivido hoy aquí ha sido excepcional y esperemos repetirlo en el campamento 2 y 1 que nos tocará visitar mañana.
Regresamos al barco, primero en un auténtico silencio, cada uno sumido en sus pensamientos y ya cuando era evidente que estábamos lo suficientemente lejos de la zona de plataformas, empezamos a comentar lo que había sucedido. No hay nada como escuchar de boca de otros lo que acababa de suceder.
Vivir esto es maravilloso, pero compartirlo y que otros te trasmitan sus impresiones, lo hace todavía más.
El regreso al barco y la navegación río arriba.
En el barco nos esperaban con un zumo de naranja muy fresquito, que la verdad es que se agradece mucho después del sofocón que acabábamos de vivir.
Tocaba ducharse, relajarse y contemplar el atardecer desde la terraza superior del barco, donde todo no había acabado por hoy porque la navegación nos dejó imágenes de monos narigudos, monos de otras muchas especies y hasta un lagarto subido a un árbol.
Vivimos un atardecer en el barco y nos fuimos a cenar. Una cena en la que además de compartir la comida, compartimos vivencias e impresiones.
El barco atracó al lado del otro barco que llevábamos de apoyo. Teníamos ya las camas listas, así que nos fuimos poco a poco despidiéndonos y metiéndonos, de dos en dos, en cada una de estas «tiendas de acampada» hechas de mosquiteras.
Poco a poco las luces se fueron apagando, y solo nos quedó contemplar la oscuridad de la noche y escuchar los sonidos de la selva. Así fue como me quedé dormida.
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