El metro, un vuelo de dos horas, un taxi, un autobús que parecía que jamás llegaría a destino, un ferry y un triciclo, fueron todos los medios de trasporte que tuvimos que coger para llegar a nuestro paraiso en Filipinas. Por fin hoy llegaríamos a Bantayan Island, y nos quedaban 21 días para disfrutar de este país.
Dormimos mal. El miedo a no despertarse, el miedo a que el despertador no sonase, el miedo a perder el vuelo, ese miedo pre-viaje nos atacó de nuevo. Esos nervios por llegar a un país, a un lugar, con el que sueñas desde hace un tiempo hizo que la noche se hiciese larga.
Nos despertamos con tiempo y tras hacer el check out y despedirnos del hotel salimos hacia el metro. No había llegado todavía el día de despedirnos de Hong Kong ya que volveríamos al final de nuestro viaje y por este motivo tampoco devolvimos las Octopus Card, con la que volvimos a llegar al aeropuerto, cogiendo el metro y después el Airport Express. (60 HKD).
Facturamos las mochilas (nos piden el billete de salida del país, y menos mal que llevábamos el justificante de compra impreso), pasamos todos los controles y nos fuimos directos hacia la puerta de embarque.
Desayunamos en el aeropuerto, de nuevo en un Starbucks, y nos sentamos junto a la puerta de embarque. Todavía quedaba un rato para embarcar así que me puse a leer mientras degustaba mi café. Levanté la cabeza y vi a Rubén que desde lo lejos me llamaba. Íbamos a empezar el embarque.
Me encontraba muy somnolienta y al levantarme se me cayó el pasaporte y el billete al suelo. Me agaché, y conmigo un señor muy amable que se metió bajo los asientos para rescatar mi pasaporte. Al levantarse, él y yo, no se lo que hice, pero el poco café que me quedaba en mi vaso pasó a la camisa del señor. No me lo podía creer, me puse roja como un tomate, no sabía ni que decirle: «Sorry, Sorry», no se me ocurría más, así que con mi vergüenza y con la cabeza agachada me fui hasta la cola. Rubén, al escuchar mi historia (¿porqué siempre me pasan estas cosas?) se dirigió hacia el señor a pedirle mil disculpas por mi gran torpeza. En fin, algún día todo me saldrá bien.
Me pasé las dos horas de vuelo adormecida hasta que detecté la presencia inminente de la llegada a Filipinas. Me pegué como una lapa a la ventanilla del avión y ahí estaba. Mil colores de azul en el mar, el mismo paraiso ante mis ojos. Habíamos llegado a Cebú. Ahora sí, ahora estaba segura de que «esto» me iba a encantar.
Rápidamente salimos del avión, y nos apresuramos a pasar los controles que fueron de lo más rápido. Un sello en el pasaporte, un fecha tope de salida del país y …. ¡Ya estábamos dentro!
Las mochilas se resistían a salir, y mientras aprovechamos para ir al baño, que aún nos quedaban unas horas de viaje hasta llegar a nuestro destino final.
Recogimos las mochilas y nos fuimos directos a cambiar dinero. Cambiamos 200 euros a 45.75 pesos el euro. Menudo bajón había pegado desde que empezamos a preparar el viaje (estaba a 58 pesos el euro).
Aquí cometimos nuestro primer error. No compramos la tarjeta 3G para conectarnos a internet, y después nos costó bastante encontrarla y que alguien entendiese que era exactamente lo que queríamos. Así que si estáis en la misma situación comprad siempre la tarjeta en el aeropuerto.
No queríamos perder tiempo, ya que teníamos el tiempo muy justo para llegar al puerto de Hagnaya y coger el último ferry así que dejamos la tarjeta 3G sin comprar y nos fuimos directos a buscar un taxi. Fuimos a la zona de salidas y allí estaban, un montón de taxis. Al primero que le preguntamos si ponía el «meter» nos dijo que sí, así que velozmente (porque cobran por metros y no por tiempo).
159 pesos (3.48 euros) fue lo que nos costó llegar desde el aeropuerto hasta la estación Norte de autobuses. Nada más bajarnos nos preguntan el destino y enseguida estábamos subidos en un autobús con aire acondicionado y Wifi, que en menos de 20 minutos salía dirección a Hagnaya. (Precio: 160 pesos, 3.5 euros)
Me pasé las 3 horas que duró el trayecto siguiendo el bus por GPS, con los nervios a flor de piel. Íbamos muy justos de tiempo, e incluso no sabía si el ferry de las 17:30 iba a salir, no había encontrado datos suficientes sobre si ese ferry existía o no. El que el bus fuese a 40 km/h y menos no ayudaba a calmar mis nervios. Las continuas paradas tampoco. Parada para descansar, parada porque se cruza un animal por la calzada, parada porque hay que ir al ritmo de la bicicleta que llevamos delante y no hay forma de adelantar, parada o velocidad casi nula porque alguien ha parado su coche en la carretera y está de conversación, y así, parada tras parada, llegamos a Hagnaya.
Durante el trayecto probé por primera vez las cortezas de cerdo, que tanto me recuerdan a mi abuela. Ella siempre me las compraba de pequeña y desde entonces creo que no las había vuelto a probar. Cuando se subió el vendedor al autobús no me pude resistir. Las comí mientras Rubén me miraba con cara de asco (él odia el cerdo y todo lo que venga de él). Precio: 35 pesos (0.76 euros).
Llegamos a las 5 de la tarde al puerto. No me lo podía creer, habíamos llegado a tiempo sí es que ese ferry de las 17:30 realmente existía. Y sí, existía. Nos mandan apuntar nuestro nombre y apellidos en una hoja, nuestra edad y nuestra nacionalidad y nos hacen pasar a una sala de espera. Allí conversamos con un americano que vivía en Bantayan y que nos explicó que en caso de que el ferry no saliese que no nos preocupásemos, que había barcas que hacían el trayecto cuando el ferry no salía.
Pero ¿si ya nos han pedido los datos se supone que el ferry sale, no? Pues no. Según él hasta que no nos cobren el billete no hay seguridad de que el ferry salga. Así que mi gozo en un pozo.
Al rato nos vienen a llamar. El ferry va a salir, así que nos van a cobrar. Yo me quedo con las mochilas mientras Rubén paga (170 pesos por persona y 10 pesos de tasa del puerto; 3.95 euros).
En el ferry teníamos wifi, pero hoy creemos que era porque un autobús iba dentro del ferry, porque es imposible que aquel barco (que de ferry tenía poco) tuviese wifi. Estuvimos todo el rato conectados y aprovechamos para conectarnos a las redes y dar señales de vida.
Vimos nuestra primera puesta de sol filipina sobre el mar.
Al desembarcar en Bantayan, todo fue un poco caótico. Mil personas que se ofrecían a llevarnos al hotel, a precios que me parecían ya una barbaridad viendo lo que nos habían cobrado por los trayectos en bus y en ferry. Al final, no se que momento, Rubén negoció con un triciclo llevarnos al hotel por 40 pesos (0.87 euros).
Llegamos al hotel. Era de noche cerrada. Nos alojábamos en Sunday Flower Beach Resort, que en aquel momento nos pareció una maravilla. Estábamos cansados, pero teníamos que comer algo, así que tras dejarlo todo en la habitación salimos a buscar un sitio donde cenar.
Aquí me di cuenta de lo que me iba a costar que Rubén comiese en este país. Si preparando el viaje ya tenía claro que lo iba a pasar mal en un país donde se come a base de cerdo, en cuanto pusimos un pie en Bantayan supe que iba más allá. No le gustaba ningún sitio para cenar. Al final encontramos unos locales chulos, al estilo turista, lleno de alemanes bebiendo cerveza, y en esos sí. Yo me empeñé en que quería un pollo a la brasa que estaban haciendo en un local (muy local) cerca de allí, pero él se negó a comer en aquel sitio, así que no me quedó otra. Cenaríamos en Blue Ice Bar.
La verdad es que los calamares y las vieiras al horno estaban de muerte, pero desde luego lo que me supo a gloria fue la San Miguel que me tomé en dos tragos. Que ganas tenía de volver a tomar una cerveza en Asia, porque no hay lugar en el mundo donde mejor me sepan y donde mejor entren que aquí.
También me di cuenta que comer no era igual de barato que en Tailandia y que nuestros gastos se iban a ir en comer, como así fue. Cena: 700 pesos (15.3 euros)
Después de cenar, y ya agotados, nos fuimos de nuevo caminando hasta el hotel.
Mis primeras impresiones sobre Bantayan, el Bantayan nocturno, habían sido muy buenas, un sitio muy tranquilo donde pasear, incluso de noche, era un placer. El pueblo me recordaba mucho a los típicos pueblos caribeños que tanto me gustan, con un ambiente muy bueno, con toda la gente comiendo en la calle, aprovechando el «fresco» de la noche para conversar. Mi primera imagen de Santa Fe fue de lo mejor y no me equivoqué. Solo me quedaba… ver la playa.
Fuimos hasta la playa, pero no vimos nada, pero nada de nada, a pie de tierra, porque si mirabas al cielo, las millones de estrellas que se veían impresionaban. Puede ser que vivamos en un sitio con demasiadas nubes y que pocas veces se ve el cielo despejado al cien por ciento, pero allí el cielo, se veía distinto. Si aquí la osa mayor se ve del tamaño de una uña, allí se ve del tamaño de una mano. El cielo era tan distinto, se veía todo de una manera tan rara, que por rara y distinta era maravillosa.
Nos fuimos a dormir, al día siguiente quedaba mucho Bantayan, mucha Santa Fe, por descubrir.
Gastos del día:
Traslado al aeropuerto en Metro: 60HKD (6.9 euros) Desayuno en el aeropuerto de Hong Kong. 58HKD (6.67 euros) Taxi del aeropuerto de Cebú a la estación Norte: 79.5 pesos (1.74 euros) Bus desde la estación norte de Cebú a Hagnaya: 160 pesos (3.5 euros) Ferry de Hagnaya a Santa Fe (Bantayan Island): 180 pesos (3.94 euros) Agua y snacks: 0.67 euros Cena en Blue Ice, Santa Fe: 350 pesos (7.65 euros).
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Reconozco que yo soy la "tiquismiquis" de la pareja en lo que a comida se refiere. En parte porque, por salud, debo tener cuidado con lo que como y, además, porque si algo no me entra por el ojo o el olfato… Ni lo pruebo. Así que entiendo a Rubén perfectamente… Pero oye! Los platos tienen muy buena pinta!
La verdad es que yo no es que coma de todo, cada vez como más, tambien es verdad, pero bueno, no soy como él, que tiene que entrarle hasta el sitio por el ojo, aunque al final conseguí comer en algún sitio más local, jeje.
Yo, fuera de "casa" también soy un poco especial con las comidas, quizás por eso descarto algún destino a veces 🙁 o voy cargada de comida. Sin embargo a este, de momento, con lo que nos enseñas, me apunto. Espero ver las siguientes entradas, que seguro que tienes mucho más que enseñar. Un saludo
La verdad es que no nos quejamos de lo que comimos, eso sí, comimos mucho en sitios para turistas, si lo hiciésemos en sitios locales el precio sería mucho menor.
Una consulta, en referencia al check-in en el aeropuerto dirección a Cebu, ¿a qué te refieres con que tenías que presentar el billete de salida del país? ¿Es necesario tener el billete de salida de Filipinas o es necesario tener el billete de salido de Hong Kong? Muchas gracias por tu ayuda 🙂
Pues precisamente a eso, a que para poder embarcar en un vuelo con destino a Filipinas debes presentar un vuelo de salida del pais, si no no vuelas. Esto no lo sabiamos antes de ir pero es norma para poder entrar en Filipinas. Saludos.
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6 Comentarios
Reconozco que yo soy la "tiquismiquis" de la pareja en lo que a comida se refiere. En parte porque, por salud, debo tener cuidado con lo que como y, además, porque si algo no me entra por el ojo o el olfato… Ni lo pruebo. Así que entiendo a Rubén perfectamente… Pero oye! Los platos tienen muy buena pinta!
La verdad es que yo no es que coma de todo, cada vez como más, tambien es verdad, pero bueno, no soy como él, que tiene que entrarle hasta el sitio por el ojo, aunque al final conseguí comer en algún sitio más local, jeje.
Yo, fuera de "casa" también soy un poco especial con las comidas, quizás por eso descarto algún destino a veces 🙁 o voy cargada de comida.
Sin embargo a este, de momento, con lo que nos enseñas, me apunto.
Espero ver las siguientes entradas, que seguro que tienes mucho más que enseñar.
Un saludo
La verdad es que no nos quejamos de lo que comimos, eso sí, comimos mucho en sitios para turistas, si lo hiciésemos en sitios locales el precio sería mucho menor.
Hola Maria,
Una consulta, en referencia al check-in en el aeropuerto dirección a Cebu, ¿a qué te refieres con que tenías que presentar el billete de salida del país? ¿Es necesario tener el billete de salida de Filipinas o es necesario tener el billete de salido de Hong Kong?
Muchas gracias por tu ayuda 🙂
Saludos,
Maite
Pues precisamente a eso, a que para poder embarcar en un vuelo con destino a Filipinas debes presentar un vuelo de salida del pais, si no no vuelas. Esto no lo sabiamos antes de ir pero es norma para poder entrar en Filipinas. Saludos.