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Diario Tanzania de Este a Oeste en 19 días

Un día de transición de Mbeya a Katavi.

El parque Nacional Katavi, situado a unos 500 kilómetros de Mbeya, sería el último parque nacional que visitaríamos antes de llegar al Lago Tanganica. El Parque nacional Katavi es uno de los parques nacionales de Tanzania menos visitado y es por ello que a mi, me generaba mucha curiosidad qué veríamos y cómo sería este remoto parque Nacional.

Pero para llegar a Katavi aún nos quedaban muchas horas de viaje y muchos kilómetros que recorrer.

El día anterior lo habíamos pasado en Mbeya, una población dedicada al cultivo del café, donde conocimos de primera mano cómo se vive y cómo se cultiva, en un cafetal. Fue un día único, y un lujo que nos dimos en el medio del camino antes de continuar.

El cumpleaños de Rosa.

Nos levantamos muy temprano, para variar, pero lo suficientemente tarde como para que ya hubiese amanecido en el cafetal. Teníamos preparado el desayuno en la terraza, así que mientras el sol avanzaba en el horizonte, nosotros disfrutamos de un rico y tranquilo desayuno. Sabíamos que hoy teníamos un largo camino que recorrer, pero a diferencia de otros días no teníamos nada en el planning salvo llegar a dormir a Katavi, y por tanto no teníamos prisa, pero tampoco debíamos tomárnoslo con calma.

Era 11 de Agosto, y era el cumpleaños de Rosa. Celebrar el cumpleaños fuera de casa y tan lejos de la familia, aunque sea por un viaje, no deja de ser un momento melancólico. Así que para hacer menos duro este día, decidí prepararle un pequeño regalo, un detalle para que recordase el día, y en una magdalena del desayuno, le pusimos su vela.

Fue tan emotivo el momento que muchos acabamos llorando, y Rosa la que más. Por momentos así es por los que no cambio estos viajes en grupo por nada.

Viaja con nosotros

Este viaje «Tanzania de Este a Oeste» se desarrolló tal y como lo estáis leyendo durante el mes de Agosto del año 2022, en uno de los viajes que realizamos bajo el concepto «Viaja con nosotros». Desde hace años ofrecemos la posibilidad a nuestros lectores, seguidores de redes sociales y clientes de la agencia de viajes a acompañarnos. Y este fue nuestro tercer «Viaje con vosotros».

Si quieres realizar un viaje similar o parecido a este, consulta las fechas de salida regular o si lo prefieres, pídenos un presupuesto para un viaje en privado a un país que estoy segura que te sorprenderá. 

Info@viajescallejeandoporelmundo.com (somos agencia de viajes con licencia AV.240.AS)

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Nos despedimos de Mbeya y del cafetal.

Con la emoción todavía latente y presente, y con la tristeza de abandonar un sitio tan especial como este cafetal, nos subimos a los coches y empezamos un nuevo día de transición. Nos vamos al Parque Nacional Katavi. Aún nos quedaban por delante unos 500 kilómetros y algo más de 8 horas de viaje.

mapa de mbeya al parque nacional katavi

Empezamos la ruta, rumbo a la frontera con Zambia

Mientras salíamos por la carretera que conduce al cafetal íbamos viendo como muchísimas personas subían caminando, lo que nos dio una idea general de la cantidad de gente que trabaja en él. La mayoría subía con cubos, sacos o alguna que otra cosa en la mano. Así, nos despedimos de Mbeya y poníamos rumbo a nuestro siguiente destino.

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También sabíamos que el primer tramo del viaje, en que nos llevaría desde Mbeya a la frontera con Zambia, sería el más lento, el más complicado y el que más largo se nos iba a hacer. Esta carretera tiene muchísimo tráfico y estábamos desenado dejarla atrás. Sabíamos que en cuanto cogiésemos el desvío hacia el norte, el tráfico sería mucho más fluido y avanzaríamos mucho más rápido.

Habíamos dejado la historia que nos llevó a hacer este gran viaje en el momento en el que John Hanning Speke y James Augustus Grant terminaron su gran viaje en 1863 asegurando haber encontrado las ansiadas fuentes del Nilo. Lo contamos en el capítulo «De Udzungwa a Ruaha pasando por Iringa«.

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Una de las frases de ese texto decía así:

En Enero de 1863, Speke y Grant llegan a Gondokoro, al Sur de Sudan, donde conocen a, Adriana van Capellen (Addy), tía de una gran viajera que en esos momentos se encontraba explorando el alto Nilo (Alexine Tinne) y con Samuel Baker quien pondría, años después, el nombre al Lago Alberto (Uganda).

Así que aunque realmente, ni Alexine Tinne ni Samuel Baker pasaron nunca por la zona por la que nosotros estábamos pasando, si creo que su historia es fundamental para entender realmente, qué llevo a Stanley al Lago Tanganica en busca de Livingstone y a que se produjese aquella famosa frase: «Dr. Livingstone, supongo».

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Si queréis leer la historia completa para no perder el hilo:

Y llegaba el momento de retomarlo. Y no encuentro mejor lugar que aquí, realizando una ruta kilométrica por el interior de Tanzania pensando en cuanto tiempo tardaban ellos, meses y a veces años, en recorrer un trayecto similar al que nosotros íbamos a hacer hoy en un día.

(Todas las fotos que salen en este post son tomadas este día desde el coche mientras conducíamos hacia el norte)

Alexine Tinne, la gran dama del alto Nilo. (1862-1864)

Alexandrine Tinne, más conocida como Alexine, nació en La Haya en 1835 en el seno de una acomoda familia holandesa, muy próxima a la casa real. Su padre, Philip Tinne, tenía 63 años cuando ella vino al mundo, y 20 años más que su madre, Harriet van Capellen. A la temprana edad de 9 años, Alexine quedó huérfana de padre, y de él no solo heredó una fortuna (5 millones de euros) sino una imperiosa necesidad de conocer mundo.

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Alexine Tinne fue una de esas mujeres que cambiaron el mundo, que se empoderaron y que hicieron lo que para su tiempo, no era propio de una dama.

No cabe duda de que Alexine, fue una de las más excéntricas viajeras de todos los tiempos. Al igual que sus coetáneos, Speke, Grant, Baker, Burton, Stanley, Livingstone… quiso resolver el misterio de las fuentes del Nilo. Pero a diferencia de todos ellos, excepto de Samuel Baker, le sobraba dinero, por lo que pudo dilapidar una fortuna en conseguir sus propósitos.

En 1860, mientras Speke y Grant ponían rumbo a África para llevar a cabo aquel épico viaje en el que descubrieron las fuentes del Nilo en la actual Uganda, las Tinne se preparaban para su segundo viaje a Egipto. En esta ocasión, madre e hija no viajaron solas. Se hicieron acompañar por su tía, Adriana van Capellen, más conocida como tía Addy.

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Tan excéntrica era su expedición, que no solo iban tres mujeres holandesas solas, sino que entre su equipaje figuraban objetos tan raros para este tipo de expedición como una bañera con patas, una piano de cola, muebles de salón o camas, así como la obra completa de Shakespeare.

Entre las excentricidades que además hicieron durante su viaje, fue arrebatarle a Samuel Baker el único barco de vapor que en ese momento estaba disponible para la venta. Lo adquirieron por la increíble cifra de 1000 libras (unos 84.000 euros)

La expedición llevada a cabo río arriba por las Tinne, fue una de las expediciones más trágicas de la historia del Nilo.

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Cuando Speke y Grant se entrevistaron en 1863 con la tía Addy en Gondokoro, Alexine y su madre llevaban más de 8 meses sin dar noticias, intentando llegar a los grandes lagos.

El explorador se quedó atónito al escuchar que unas damas holandesas, sin experiencia y al frente de una gran caravana, se habían atrevido a llevar a cabo semejante empresa.

Las Reinas de África, Cristina Morató
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Addy, sin ya muchas fuerzas, contrató a 80 soldados para que fuesen en su rescate. Cuando les encontraron, en enero de 1864, Harriet llevaba meses muerta y Alexine y toda su caravana se encontraban a punto de desfallecer. Dos meses después del reencuentro con su sobrina, tia Addy también falleció. Alexine nunca se recuperó de estas muertes, sintiéndose culpable por ellas, y jamás regresó a Inglaterra. Alexine desapareció en el Sahara sin que se sepa muy bien cómo, aunque se dice y se comenta que fue asesinada por los tuaregs.

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Cierto es que esta expedición no llegó a aportar nada nuevo sobre las fuentes del Nilo, pero las ilustraciones de Alexine y su colección de botánica, fue tan impresionante que aun se conserva en el museo de Viena.

Esta última expedición de Alexine costó la friolera suma de 15.000 libras, cifra que es más llamativa aún si comparamos con las apenas 2000 libras que costó el segundo viaje de exploración de Speke y Grant.

Tunduma, la frontera con Zambia

Dos horas habían pasado desde que dejamos atrás el cafetal y empezamos a notar un aumento inusual de coches, camiones, gente. Estábamos llegando a la frontera con Zambia. Y como muchas de las fronteras entre estos países, no son precisamente tranquilas ni seguras.

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Yuma me avisa de que no abra la ventanilla, y que si quiero hacer alguna foto, la haga desde el coche con la ventanilla subida, que esta zona no es segura. Y si, se palpaba en el ambiente, un ambiente enrarecido, bruto, no sabría como explicarlo, pero algo nos decía que el peligro estaba entre nosotros.

Seguimos el camino sin parar la marcha. Por momentos el tráfico era insufrible, no avanzábamos nada. Nos vimos inmersos en un mar de coches y de motos, que poco a poco seguían el camino hacia la frontera. Y llegamos, y por fin pudimos tomar rumbo hacia el norte. Aún así, en muchos kilómetros todavía seguíamos la línea de la frontera con Zambia y en algunos momentos aún se notaba la cercanía con el paso fronterizo.

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Comiendo a mitad de camino

Dejamos atrás esta zona y continuamos hacia el norte. Cada vez había menos tráfico y cada vez avanzábamos más rápido.

Hicimos una parada a mitad de camino para comer. En esta zona, pocos restaurantes hay, así que paramos en uno que ni se esperaban que llegase a esas horas alguien a comer. Estábamos al lado de una especie de parque de atracciones venido a menos. Un lugar, que sin duda, podría salir en cualquier película de miedo.

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Pedimos unas cervezas (que las había que pedir en un bar totalmente enrejado) donde además nos preguntaron si las cervezas eran para regalo. Nos dio que pensar. Y ¿para comer? Esta vez preferimos no liar la cosa y como tampoco queríamos estar mucho tiempo allí en medio de la nada, ni perder mucho tiempo, les dijimos que preparasen huevos fritos con patatas para todos. Algo fácil, sencillo y rápido. Pero sobre todo algo que parece tener en todos los sitios.

Nos sentamos en unas sillas estilo «playa» y esperamos a que saliese la comida saboreando nuestra cerveza. La sorpresa vino cuando salieron los platos y venía todo envuelto en papel de aluminio. Ana preguntó si habrían hecho los huevos en papillote y nos empezamos a reír. Cualquier cosa podría pasar en este lado del mundo. Pero no, lo que hicieron fue hacernos una especie de tortilla de patata.

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Y pusimos de nuevo rumbo al Parque Nacional Katavi, hasta el que aún, nos quedaban unas cuentas horas de carretera y que dieron de sobra para recordar la historia de otro gran explorador: Samuel Baker.

Samuel Baker y el Lago Alberto. (1861-1865)

La historia de Samuel Baker la conté en su día cuando pasamos por Uganda, en aquel día en el que llegamos a las Murchison Falls, nombre que les fue dado precisamente por Samuel Baker. Así que de esa entrada rescataré estas palabras.

De todos cuantos libros de exploración puedas leer, quizá la más literaria, la más emotiva y la más cautivadora, sea la que Samuel Baker narra en su libro «The Albert Nýanza, Great Basin of Nile». No en vano, se dice que con este libro nació la literatura de viajes.

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Samuel Baker tenía algo que no tenían sus compatriotas exploradores. Él no dependía de la financiación de la Real Sociedad Geográfica como hacían el resto. Samuel Baker era rico, algo que tenía en común con Alexine Tinne, y por ello podía hacer los viajes que le viniesen en gana. Hay que recordar que en aquella época, un viaje tan épico, requería de muchos medios. Requería de barcos, de muchos porteadores, acompañantes, víveres… y para conseguir estos medios se necesitaba una buena financiación.

Baker no necesitaba que nadie le financiase ya que provenía de una familia rica, propietaria de un banco y varias plantaciones en Mauricio y Sri Lanka. Y tan poco le importaba todo que en Bulgaria (entonces bajo administración turca) pujó en una venta de esclavos por una joven rumana de la que quedó totalmente prendado. Y sí, se la llevó.

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Aquella mujer marcaría sus viajes y su vida, y sería tan protagonista como él de todo lo que consiguió en el interior del continente africano. Aquella mujer, una de las primeras exploradoras africanas se llamaba Florence Barbara María von Suss, que provenía de una familia de Transilvania, y de la que tenemos mucha información dado que hizo algo poco propio de aquella época en una mujer: escribir libros, narrando las aventuras en el interior de África.

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Si a Livingston le había llevado a África su afán evangelizador, a Burton y a Speke (junto con Grant) su afán de poner un punto en el mapa, a Stanley como periodista el contar una historia en busca de Livingston, lo que realmente llevó a Baker a África fue la caza. Su único propósito al entrar en este continente por Egipto y remontar El Nilo en 1861 no era otra que la de cazar y poder tener cuantos más trofeos mejor. Así llegó a Jartum donde permaneció un tiempo disparando a todo lo que se le ponía al frente.

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Cuando llevaban varios meses en Jartum, Baker y Florence, reciben un telegrama de la Royal Geographical Society. En este se les solicitaba su ayuda para ir en busca de Speke y Grant que llevaban ya dos años en el interior del continente africano y meses sin dar señales de vida. Esto ocurrió justo cuando Speke ya había llegado a las Ripon Falls y había «descubierto» el Nacimiento del Nilo.

Después de aquello, Speke y Grant siguieron el curso del río, en un afán de comprobar que aquel río era El Nilo y que por lo tanto les llevaría hasta Egipto.

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A Baker poco incentivo le hacía falta para considerar esta misión como la misión de su vida. Y no dudó en hacerse con barcos, hombres y recursos para emprender el viaje hacia Gondokoro (en el actual Sudán) donde debía esperar a Grant y Speke y ayudarles a volver. 

El viaje no fue fácil y pasaron por muchas penurias, enfermedades y conflictos. Pero en enero de 1863 alcanzó el Gondokoro, siendo además el primer hombre occidental en hacerlo. O al menos que se supiese en aquella época. Allí aguardó la llegada de Grant y Speke haciendo lo que había ido a hacer a África: cazar.

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No tardaron mucho en aparecer y solo 15 días después Grant y Speke alcanzaron Gondokoro, llegando en muy malas condiciones pero con la gloria de haber llevado a cabo una de las hazañas más importantes del siglo; haber puesto en un mapa el nacimiento de río Nilo. 

Entre todas las historias que Grant y Speke les contaron a Baker y Florence, hubo una que despertó el afán explorador de Baker. Tenía que alcanzar ese otro gran lago, no pisado aún por ningún hombre blanco y que según Speke podría ser otra de las fuentes del Nilo: El Lago Nyanza. Para Baker, en aquel momento suponía el poder ser él quien realmente pusiese el nombre a las verdaderas fuentes del Nilo.

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Así Baker y Florence se pusieron en marcha dando lugar a uno de los viajes más calamitosos de cuantos se relataron sobre las expediciones en el interior de África y quizá a la altura de la de la familia Tinne (con la diferencia de que Florence y Baker sobrevivieron a la aventura).

Puede ser también que como he dicho, Baker se convirtió en un gran narrador de historias y que puede que mucho de lo que cuenta sea verdad, y otro mucho más literatura viajera. Aunque no soy quien para quitarle el mérito, ya que sin duda el viaje fue duro, muy duro y de eso da fe el que tardó más de un año en recorrer tan solo 250 kilómetros. 

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El 14 de marzo de 1864 alcanzó el Lago Alberto, llegando exhausto y con malaria. Y en aquel momento le embargó la euforia, se sentía el descubridor de las verdaderas fuentes del Nilo.

En octubre de 1865, 5 años después de haber pisado por primera vez África, y 2 años después de haberse entrevistado con Speke y Grant en Gondokoro, los dos exploradores llegan a El Cairo. En este momento ya la Royal Geographical Society de Londres le había otorgado la medalla de oro e iba a ser ordenado caballero por la reina Victoria.

Aquí empieza la verdadera disputa por poner las fuente del Nilo en un mapa: Burton mantenía que estaban en el Lago Tanganica, Speke en el Lago Victoria y ahora se unía a ellos, Baker, asegurando que las verdaderas fuentes del Nilo estaban en el Lago Alberto.

En 1965, la Real Sociedad Geográfica, encargó al Dr. Livingstone resolver el enigma y financió una nueva expedición al interior de África. Fue en este viaje donde Livingstone se obsesionó con demostrar que las verdaderas fuentes del Nilo estaban en el río Lualaba.

Continuará….

Entrando en el Parque Nacional Katavi

Así, entre historias, observar la vida en la carretera y disfrutar de las conversaciones con nuestros compañeros de coche, llegamos a una carretera poco transitada y muy bacheada. Se notaba que de nuevo estábamos llegando a un parque nacional. Y nos quedó claro, cuando Sam y Samuel, que iban en el coche de delante, aminoraron la marcha y llegaron a parar.

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Nosotros, desde nuestra posición de atrás, vimos como habían parado porque estaban cruzando unas jirafas.

El sol estaba muy bajo ya, no había casi luz y casi cuando el sol se empezaba a ocultar llegamos al que sería nuestro alojamiento en Katavi para los dos días siguientes: las bandas de Tanapa.

Nuestro alojamiento en el Parque Nacional Katavi

Cuando preparé este viaje y entre nuestra agencia receptiva en Tanzania y yo, fuimos decidiendo donde alojarnos, aquí en el Parque Nacional Katavi decidimos hacerlo en unas bandas de Tanapa ubicadas al lado de un lago con hipopótamos. Cuando llegamos, vi que allí no había lago, o que al menos no se percibía ninguno. Y me extraño. No fue hasta el día siguiente cuando me di cuenta que no estábamos en ese alojamiento sino en otro de Tanapa, y es que el alojamiento original, aunque ubicado en un sitio único, estaba desmantelado y nadie se hubiese podido alojar allí. No creemos que estuviese en condiciones y por eso nos ubicaron en otra zona del parque.

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En este caso, estábamos nosotros solos en las bandas. Y es que, las íbamos a ocupar todas, nuevamente. Eran unas casitas de piedra, básicas, cada una con su baño. Y en cada casita dormiríamos dos.

El sitio daba un poco de respeto, porque aquí, a diferencia del alojamiento de Ruaha, o de Mikumi, la vegetación era más frondosa y llegaba justo a las cabañas, con lo que no había tanta visibilidad. Tampoco había tanta iluminación y parecía que estábamos durmiendo en medio de la selva.

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Cierto es que estábamos en un lateral del parque, pero era parque Nacional, y por allí pueden pasar tantos animales como quieran. Muchas gacelas e impalas vimos, pero nos quedamos con las ganas de que pasase un elefante, como sabíamos que hacía unos días había pasado.

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Nos fuimos a cenar. El restaurante era mucho más grande que ningún otro de los que tuvimos hasta la fecha. Y allí nos sentamos, solos, esperando para cenar. Bebimos lo que había, que no era mucho ni muy variado. Traer cosas hasta aquí no es fácil, y hay que conformarse con lo que tengan. Eso si, comimos, creo que la mejor comida, o por lo menos más variada de todos los parques.

Y en medio de una increíble oscuridad, nos fuimos a dormir. Teníamos que madrugar para empezar nuestro primer safari en el Parque Nacional Katavi.

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