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Día 7
Diario Tanzania de Este a Oeste en 19 días

Nos vamos al Parque Nacional Ruaha.

Cambiamos de tercio y desde el Parque Nacional de las Montañas de Udzungwa, ponemos rumbo hacia el Parque Nacional Ruaha. Con sus más de 20.000 kilómetros cuadrados, es el segundo parque nacional más grande de Tanzania, solo superado por el reciente nombrado Parque Nacional Nyerere.

Tocaba otro día de transición en el que nos quedaban por delante unos 400 kilómetros. Saldríamos temprano del Tiwa hotel en Udzungwa National Park, para dirigirnos al Parque Nacional Ruaha. Por el camino, atravesaríamos un espectacular paisaje de baobabs, tendríamos que sufrir el paso de Kitonga y pasaríamos a comer en un hotel con vistas en Iringa.

La magia de los baobabs.

El día que salimos de Dar Es Salaam y pusimos por fin punto de salida a esta gran aventura, Silvia, con la que volvía a compartir coche en este largo trayecto hasta Ruaha, me había preguntado qué tipo de árbol era ese tan raro que veíamos por el camino. Me extrañó que no conociese a los grandes Baobabs. Cuando le dije que era un baobab su cara mostraba cierta extrañeza, asombro e incredulidad: «¿Un baobab? Yo pensaba que los baobabs no eran así».

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Tampoco me extrañó que lo creyese, ya que en realidad estamos acostumbrados a visualizar a los baobabs como aquellos que se ven en Madagascar (la peli también ayudó a ello). Pero sí, estos son los grandes baobabs de África, y en este viaje nos íbamos a acostumbrar, y mucho, a su presencia.

En el camino de Udzungwa a Ruaha, estos grandes de África, serían nuestros compañeros de viaje, no nos abandonarían, y a ellos les debemos que el viaje se hiciese mucho más ameno. Yo no podía parar de mirar por la ventana. Jamás, en todos los viajes que había hecho por África y ya van unos cuentos, había visto tanto baobab junto. Y es que hasta donde nuestros ojos podían alcanzar, los bosques eran enteros de baobabs.

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La primera vez que vi un baobab fue en la costa de Kenia. Acabábamos de llegar a Ukunda, después de un largo vuelo nocturno con escala en El Cairo y en Nairobi. Un coche nos esperaba en el aeropuerto para llevarnos a un embarcadero desde el que accederíamos a aquel maravilloso hotel en medio del mar: The Sand at Chale Island.

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Si algo no pensaba ver en esta zona y que me llamó enormemente la atención en el trayecto, fueron los Baobabs. No se porqué los había ubicado en Madagascar y me daba la sensación como de que no podían existir en ningún otro lugar del planeta. Que cosas. Y allí, en aquel trayecto, fui contemplando la hermosa figura de los árboles que parecen estar al revés.

Del artículo, Chale Island, el Paraíso keniata

Sabías qué….? Los baobabs

Existen 8 variedades de baobabs, siendo 6 de ellos, endémicos de Madagascar. El séptimo lo podemos encontrar en unos 30 países de África y el octavo en Australia.

Siendo la que tenemos ante nuestros ojos, la del África negra, la más común de las especies de baobabs, es quizá la más desconocida para nuestros ojos occidentales. Y es que, como decía antes, la película «Madagascar» quizá haya contribuido a que nuestra imagen de un baobab sea más la que se muestra en esta peli.

La que encontramos en África lleva por nombre científico Adansonia Digitata. Andasonia hace referencia al naturista escocés Michel Adanson, que dedicó unos cuantos años de su vida al estudio de los baobabs en Senegal y Cabo Verde.

Digitata se refiere a la forma de dedos que tienen sus ramas.

Las flores de baobab son algo así como un misterio y muy difíciles de ver. Desde que aparece la flor, tienes escasas horas para contemplarla.

Carecen de anillos por lo que es muy difícil datarlos. Aunque se sabe que algunos de ellos tienen en torno a los 3000 años.

Son huecos, y en esa cavidad interior es donde pueden acumular grandes cantidades de agua. Esa cavidad interior es la que en muchos lugares aprovechan para construir refugios. Nosotros pudimos entrar en uno de ellos en nuestro día en Mikumi, en la guarida del león en el Parque Nacional Tarangire o en nuestra visita a los Hadzabe hacía ya un año.

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Del Baobab se aprovecha todo.

Es una frase que se repite mucho en África. En este viaje ya varias veces se la habíamos escuchado a nuestros guías y aún quedaban muchas más veces por oírla.

Son una gran reserva de agua, motivo por lo que habitualmente se encuentran machacados por los elefantes, que huelen el agua, y la intentan sacar a toda costa. Dicen que incluso hay baobabs que llegan a retener hasta 120.000 litros de agua, todo un oasis en zonas desérticas.

Uno de los motivos de que el baobab se mantenga intacto en África y que no se haya casi extinguido, es que, dada esa elevada cantidad de agua que contienen, su madera no es buena para la construcción, ni para hacer muebles ni como combustible. Aunque hay lugares donde su madera se utiliza para realizar canoas.

De su corteza se obtiene una fibra con la que se fabrican cuerdas, sacos, collares…

Sus hojas se comen, y tienen un sabor muy parecido al de las espinacas.

En medicina tradicional se usan para preparar infusiones contra la malaria y la fiebre.

Dentro de las grandes semillas encontramos un polvo amarillo, conocido en muchos países como pan de mono, de sabor dulce y que es utilizado como golosina (nosotros lo probamos en aquella visita que les hicimos a los Hadzabe en el Norte de Tanzania)

Este polvo también se usa en algunos países como pegamento (disuelto en agua)

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El paso de Kitonga.

Dejamos atrás los grandes bosques de baobabs, aunque no nos abandonarían del todo y seguirían estando presentes en todo nuestro trayecto hasta Ruaha.

Seguíamos viajando por la transitada carretera A-7, que une el puerto de Dar Es Salaam (principal puerto de salida comercial de gran parte de los países del África Oriental) con Iringa. Con lo que no contaba es que a mitad de nuestro camino, teníamos que ascender la Montaña de Kitonga, algo que no sería preocupante si no fuese por dos cosas.

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Que esta carretera está llena de camiones que llevan mercancías al puerto de Dar Es Salaam, o que van de vuelta a sus respectivos países. No hay otra carretera que una los países colindantes de Tanzania por el Sur y el Oeste con el puerto de Dar Es Salaam que esta, así que todos están aquí. Y el mal mantenimiento general que lleva este país de todo. Si mantienen mal las infraestructuras es de suponer que los camiones tampoco, así que no contábamos con la cantidad de averías que íbamos a encontrar.

Justo antes de empezar la ascensión, vemos una gran cantidad de camiones, parados. Unos que vienen y otros que van. Es el punto en el que intentan arreglar lo que el paso de Kitonga les haya provocado en sus maltrechos camiones, o se preparan para la ascensión.

Nosotros también paramos. Comprobamos el estado de las ruedas y una vez visto que todo estaba bien, empezamos la lenta, muy lenta, ascensión. Una carretera llena de vehículos, sobre todo camiones, tanto para subir como para bajar. Un auténtico río que se movía lento. Tan lento que en ocasiones teníamos que parar. Y paramos más de una vez. O por la lentitud de la circulación o por encontrarnos con algún camión averiado, cosa que contribuía al enorme atasco que se formaba.

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Comiendo en Iringa

Pasaba algo más de las 2 de la tarde cuando llegamos a Iringa. Iringa es una población situada a los pies del Parque Nacional Ruaha, de la que tendré ocasión de hablaros en más profundidad ya que pasaremos dos noches a nuestro regreso de Ruaha.

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Hoy, día 6 de Agosto de 2022, solo haríamos una pequeña parada para comer en un restaurante situado en un hotel con Iringa a nuestros pies, el Iringa Sunset. Allí nos reencontramos con Gerard, al que habíamos dejado días atrás. Gerard vive en Iringa, así que no pudo resistirse a pasar a saludar y compartir con nosotros la comida de hoy.

Aprovechamos para sacar unas fotos. Las vistas desde el restaurante eran preciosas e invitaban a ello. Aprovechamos también para estirar las piernas mientras nuestros guías iban a repostar, hay que entrar en los parques con los depósitos llenos. Esta era la última población con surtidor antes de llegar a Ruaha.

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Tras la comida, muy divertida como siempre, a Rubén se le ocurre pedir un bizcocho con sirope de chocolate. ¿Os podéis imaginar lo que pasa cuando pones delante de un grupo de españoles algo dulce? Pues como aves de rapiña todos a por ello. Y es que hacía ya 7 días que habíamos comenzado la aventura, y en África, los postres y lo dulce no es algo que abunde. Esto dio también para unas buenas risas y para dar por concluida nuestra parada en Iringa. Poníamos rumbo al Parque Nacional Ruaha.

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La historia continúa

Como os comentaba en el artículo, De Dar Es Salam a Mikumi, este viaje no se entiende si no os explico que me llevó a hacer un viaje como éste, cruzando Tanzania de Este a Oste y a llegar finalmente al punto exacto en el que Stanley y Livingstone se encontraron y pronunciaron aquella frase que se hizo famosa: «Dr. Livingstone, supongo». Para ello tenemos que entender qué es lo que hacia Livingstone en el entorno del lago Tanganica y porqué Stanley fue a su encuentro. Eso pasa por explicar, la serie de viajes que precedieron a aquel.

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Saliendo de Udzungwa, primera imagen de este día

El primero os lo cuento en De Dar Es Salam a Mikumi: El primer gran viaje al Lago Tanganica: Richard Burton y John Hanning Speke: 1856-1859

Este trayecto, entre Udzungwa y Ruaha, me permite recordar otro de esos grandes viajes de exploración al interior del continente africano.

Segundo viaje en busca de las fuentes del Nilo: John Hanning Speke y James Augustus Grant (1860-1863)

El primer viaje en busca de las fuentes del Nilo, lo protagonizaron Speke y Burton y concluyó el 8 de Mayo de 1859, momento en el que Speke, en solitario, llega a Londres. Dos años después, ponía rumbo de nuevo al interior de África, pero en este caso, con la compañía de su gran amigo, James Augustus Grant, y con un presupuesto de 2500 libras.

  • El viaje comienza en Portsmouth el 27 de abril de 1860, y salen de Zanzíbar en dirección al interior del continente en octubre de ese mismo año.
    Aunque este viaje transcurre en parte por donde nosotros habíamos empezado el nuestro, poco tiene que ver con él, pero es necesario hacer un breve resumen porque todo lo que ocurrió en estos sucesivos viajes, tienen como objetivo nuestro viaje final.
  • El primer tramo del viaje es hasta Tabora, mismo viaje que había hecho ya Speke, junto con su ya enemigo Burton. A partir de aquí el viaje continua hacia al norte, en dirección al gran lago, al que Speke bautizó como Lago Victoria, en honor a la reina de Inglaterra.
  • 21 de Julio de 1862, Speke, sin Grant, visualiza por primera vez lo que él considera las fuentes del Nilo. Una gran cascada que sale del Lago Victoria, a la que los lugareños llamaban Las Piedras. 7 días después de esta primera visualización, Speke llega definitivamente al lugar en el que el río se desborda desde el Lago Victoria. A este lugar lo nombró como Ripon Falls (En la actual Uganda), en honor al Marques de Ripon, presidente de la Royal Geographical Society de Londres, que financiaba la expedición.
  • Río abajo, Speke se reúne con Grant y, siguiendo el curso del río, pretendían demostrar que se trataba del Gran Nilo. Empiezan,por tanto, su camino hacia Egipto.
  • En Enero de 1863, Speke y Grant llegan a Gondokoro, al Sur de Sudan, donde conocen a, Adriana van Capellen (Addy), tía de una gran viajera que en esos momentos se encontraba explorando el alto Nilo (Alexine Tinne) y con Richard Burton, quien pondría, años después, el nombre al Lago Alberto (Uganda).
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  • 27 de marzo de 1863, Speke escribe un telegrama desde Jartun a la RGS con el mensaje «El Nilo está solucionado».
  • El 17 de Junio de 1863, algo más de 3 años desde su partida, Speke y Grant entraron el el puerto de Southampton, bajo una lluvia de elogios por parte de todos los que sabían, que fijar las fuentes del Nilo y abrir ruta hacia el interior de África, no solo tenía un sentido científico, sino también político y comercial.

Pero no todos aplaudían el viaje épico que acababan de concluir estos dos grandes exploradores. Su gran enemigo Burton, le estaba también esperando para tirar por tierra su idea de que el Lago Victoria, y las Ripon Falls eran las fuentes del Nilo. Realmente, no había circunvalado el Lago y no podía saber si éste era el incio real del gran río y si no había otro flujo de agua que entrase en él. Tampoco había podido demostrar que otras fuentes de agua que vertiesen al gran río y que realmente fuesen sus fuentes primarias. Por ejemplo, el que llegaría a ser el Lago Alberto y que por aquel entonces, aunque ningún explorador lo había conseguido ver ni poner en un mapa se sabía de su existencia.

Si antes de este gran viaje Bruton y Speke tenían una enemistad palpable y que trasladaban a sus libros y a sus encuentros públicos y privados, a partir de este momento se hizo todo mucho más evidente.

Precisamente fue por las teorías de Burton, y otros grandes científicos que se unieron a él, por lo que finalmente nadie le otorgó a Speke (al menos en ese momento) la medalla de haber llegado y encontrado las esperadas Fuentes del Nilo.

Un año después, con continuos ataques y polémicas, se decide organizar un congreso en Bath al que debían acudir ambos, Speke y Grant, y saldar, verbalmente, su disputa pública. A dicho concregro, entre otros, acudiría también el Dr. Livingstone.

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El 15 de Septiembre de 1864, un día antes de la fecha en la que debería celebrarse este congreso, John Hanning Speke fallece al disparársele el arma con el que cazaba perdices en su finca del Sur. Muchos achacaron este grave accidente a un suicido, al no querer enfrentarse en vivo y en directo, con el que en otro tiempo fue su jefe y mentor, que le superaba en retórica.

Speke tenía en mente un tercer viaje a África, en el que demostraría que el Lago Victoria y las Ripon Falls eran las únicas fuentes del Nilo. Pero este viaje no sería él quien lo tendría que completar, ya que finalmente lo hizo un periodista: Henry Morton Stanley, 11 años después, en 1875.

Todas las fotos de este apartado corresponden al trayecto saliendo de Udzungwa y antes de llegar a los bosques de baobabs.

De Iringa al Parque Nacional Ruaha.

Pasaba algo de las 4 de la tarde cuando decidimos ponernos en marcha. Aún quedaba un largo trayecto hasta el parque Nacional Ruaha. A estas alturas me encontraba muy preocupada. Se suponía que teníamos que llegar con más tiempo, pero la realidad es que nunca sabes qué te va a deparar el camino y mucho menos en un país como este. Así que ya acumulábamos un retraso y era preocupante por un motivo.

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No es que hubiese leído mucho sobre los parques Nacionales del Sur. Lo justo para elaborar una ruta, que fuese efectiva. Pero sí que había leído bastante sobre los trayectos que íbamos a hacer y este me preocupaba mucho. En un video de youtube, una chica contaba que este trayecto desde Iringa a Ruaha les había llevado unas 5 horas de viaje. Lo normal serían unas dos horas, pero este dato se acabó fijando en la mente y ahora mismo era en lo único en lo que pensaba.

Claro está que estamos en época seca. El camino, aunque la mayoría del trayecto es sobre tierra, no debería estar resbaladizo ni inundado, por lo que entendía que nuestro trayecto sería de dos horas como mucho. Aún así, llegaríamos a Ruaha con el atardecer.

La salida de Iringa y el inicio de la ruta hacia el Parque Nacional Ruaha fue lenta. Había mucho vehículo en la carretera y el trayecto se hizo largo.

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Al poco de abandonar Iringa, la carretera pierde el asfaltado y se convierte en un camino de tierra. Eso si, no hay circulación ninguna y vamos con una velocidad bastante buena, lo justo para, haciendo cálculos, que lleguemos en las 2 horas estipuladas. No me equivoqué.

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Entrado en el Parque Nacional Ruaha al atardecer

Entramos en Ruaha con la caída ya del sol y vimos un impresionante atardecer desde el coche. No hay un buen documento gráfico (la velocidad a la que íbamos, y sin poder parar, lo impedían). Tenéis que creeros que era un atardecer con una impresionante gama de anaranjados que quitaba la respiración. Desde luego, Ruaha, prometía.

Nada más acceder el sol cayó rapidísimo y se hizo totalmente de noche sin haber llegado al alojamiento para estas dos noches. Íbamos muy rápido. Pero la vista impresionante que tienen tanto nuestros guías, como María, una de las integrantes del primer coche, hicieron que parásemos para ver una hiena.

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Continuamos el camino. Cada vez íbamos más rápido y cada vez estaba todo más oscuro. De repente sentimos un fuerte golpe en los bajos del coche.

Paramos. No sabemos que hacer. Nuestro coche ya solo, porque el primero lo habíamos perdido entre la oscuridad. Decidimos continuar el camino despacio. Pero era imposible, sonaba tanto que daba miedo. Así que volvimos a parar. Justo en ese momento, delante de los focos de nuestro coche, se detiene una hiena. Nos mira, y lentamente continúa su camino.

A ver quien es el valiente que decide salir del coche a mirar qué ocurre. Desde luego, nadie se movió, ni siquiera Yuma que tenía bastante cara de susto. Yuma llama por teléfono y habla en swahili. Entendemos que a Sam y Samuel que van en el coche de delante. Al rato regresan. Analizan la situación y toman una decisión.

Cenando en Ruaha National Park y tomando decisiones.

El restaurante en el que vamos a cenar (porque no es nuestro alojamiento todavía), se encuentra e escasos doscientos metros, aunque nosotros ni lo veíamos. Así que poco a poco llevamos el coche hasta allí. Nos bajamos y mientras nosotros nos vamos dentro del edificio, ellos analizan lo que pueden hacer.

Pongámonos en situación. Estamos en medio de un Parque Nacional, poco turístico y por tanto con pocos medios, en el sur de Tanzania, a algo más de dos horas de Iringa, la población más cercana donde pueden darnos una solución. Menos mal que en Iringa está una de las bases de nuestra agencia local de viajes y donde habíamos dejado a Gerard. Allí no hay nada para poder reparar un coche. Si pueden reparar cosas básicas y sencillas, que para eso los guías tienen conocimiento de mecánica, pero para algo importante, donde además se puedan requerir piezas de recambio, eso ya no es posible dentro del parque.

Nosotros nos vamos dentro del local. Allí hay bastante gente. La mayoría son Tanzanos. Recordemos que es 6 de Agosto de 2022, sábado, y es en fin de semana cuando los locales aprovechan para hacer este tipo de visitas turísticas. Estaban todos sentados en lo que parecía un salón, con sofás y sillones, esperando por su cena. A nuestro paso, algo sucede entre Rubén y unas chicas, que parece que le han dicho un piropo. Él les ha contestado algo que hace que todo el mundo se parta de risa.

Nos llevan a un lateral del edificio donde montan una mesa improvisada para cenar. Todo va bien hasta que nos damos cuenta que estamos cerca de los baños y no huele precisamente a flores. Hicimos de tripa corazón y comimos todo lo que nos pusieron en el plato.

Al terminar de cenar, nuestros guías, nos comentan que ya está todo solucionado. Subirá esta noche un mecánico desde Iringa para solucionar el problema. Mientras, nosotros nos vamos a dormir y nos llevarán al que será nuestro alojamiento para los próximos dos días, en un coche suplente. ¿De dónde lo habrán sacado? Todo es un misterio.

Y por fin en nuestro alojamiento en Ruaha.

El día había sido larguísimo. Llevábamos muchas horas, no solo en pie, sino en camino, en el coche, con la tensión de lo ocurrido en las últimas horas y pensando qué sería de nuestros guías, a los cuales todavía les quedaba mucho por hacer.

Llegamos al que sería nuestra casa en medio del Parque Nacional Ruaha. Unas casitas, que aún no lo sabíamos, pero tenían vistas al río.

Las chicas se quedaron en una parte del hotel, más arriba, mientras que nosotros 4, los que íbamos en pareja, continuamos en los coches, bajamos una pequeña colina y llegamos a nuestras cabañas. Era una especie de cabaña compartida, partida en dos, donde cada pareja se iba a una parte del adosado. Lo primero que hicimos antes de quedarnos solos en la penumbra, ya que allí no había nada ni nadie, ni se veía nada, fue comprobar que todo funcionaba.

Entramos en la primera de las cabañas y parecía que todo iba bien. Había agua, que es importante. En la segunda cabaña, no había agua. Bueno, agua había, pero la habían cerrado porque había una fuga en el baño. Empezamos mal. Lo que hicimos fue quedarnos Rubén y yo en la que no tenía agua y María y Javier en la que todo parecía ir bien.

En una ocasión leí una frase en un libro que se me vino en ese momento a la memoria:

En África, los pequeños problemas no hay quien los arregle; o sea, si una puerta no cierra bien, nunca lo hará. Ahora bien, los grandes problemas siempre tienen solución. No sabes cómo, pero se acaban arreglando»

A la sombra de un Baobab, Xavier Moret

Y razón no le falta, al menos en lo que se refiere a los pequeños problemas. En este viaje lo estábamos comprobando pero bien. Porque lo que más rabia da de estas cosas es que tienen los medios, tienen alojamientos que yo me esperaba muchísimo más básicos aún, pero no tienen un buen mantenimiento. Y lo peor, parece que les de igual. Creía que nos íbamos a alojar en sitios donde la ducha podría ser un cubo de agua con un caldero. Y visto lo visto, quizá, lo hubiese preferido.

Nos despedimos de Sam y Samuel, que aún les quedaban unas horas de trabajo. Nos quedamos, solos, en la penumbra de una noche en medio del Parque Nacional Ruaha, donde los ruidos se intensifican, donde nos sabes qué ocurre al otro lado de la puerta. Nos habían avisado bien y mucho: «ni se os ocurra salir de la cabaña». Respira hondo, e intenta dormir.

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