San Francisco (II)

El despertador suena a las 8 de la mañana. Los días ya pesaban mucho y cada día costaba más levantarse. Pero no nos quedaba otra ya que teníamos que seguir descubriendo San Francisco. Miro el móvil y veo un mensaje de Paula de la noche pasada en la que nos decía de levantarnos a las 7:30 porque ese día, el Viernes, era el día que era gratuita la entrada al Jardín Japonés del Golden Gate Park, pero la entrada solo era gratis de 9 a 10 de la mañana. Bueno, llegábamos un poco tarde. Ya no había posibilidad de levantarse a las 7:30. Así que bajamos a desayunar y salimos a la calle pensando en arriesgarnos e intentar llegar a tiempo. De todas maneras no perdíamos nada porque un día y otro íbamos a ir, así que miramos el plano de buses y nos dirigimos al Golden Gate Park.

Eran las 9 de la mañana cuando salimos del hotel y llegamos a las 10 menos cinco minutos a la entrada del Jardín Japonés. Vamos que entramos gratis por 5 minutos. Y es que el Jardín es muy bonito, muy muy bonito, pero entiendo que 7$ por entrar la verdad es que es carísimo. 

Al acabar la visita fuimos a probar el té. El té japonés. Creo que en mi vida probé algo que me supiera tan mal. Y además me tomé todo el mío. Que también tengo que decir que era el que peor sabía. Esto también no llevó a pasar un momento de muchísima risa. Tendríais que ver a mi hermano escanciando el té para ver si mejoraba el sabor. Memorable. Una pasta nos gastamos en los tés. 

 

Salimos a dar un paseo por el parque, pero tampoco nos entretuvimos demasiado ya que no nos pareció un parque tan impresionante como Central Park, pero las comparaciones sobran así que continuamos el trayecto cogiendo el bus y bajándonos en Haight Aishbury.

Haight Ashbury es el barrio en el que nace el movimiento Flower Power. Aún sigue conservando ese ambiente hippie y es que actualmente todavía es la zona en la que se reúnen los nuevos hippies de la ciudad. 

Aprovechamos para comer y lo hicimos en una crepería. Estaban buenísimos. La crepería se llama Crepe Express y está en pleno Haight Street. 

 

Fuimos dando un paseo hasta el Buena Vista Park y aquí fue el único sitio en el que sentimos un verdadero… llamemos lo respeto, hacia los «sin techo», ya que fue en el único sitio en el que se dirigieron hacia nosotros con no muy buenas palabras. Así que media vuelta y seguimos el camino bordeando el parque. Nos vamos hacia Alamo Square, otro de los grandes iconos de San Francisco. Uno de los puntos más fotografiados de la ciudad. Aquí vemos las famosas casitas de colores coronadas con el Sky Line de San Francisco.

Y siguiendo con nuestra clásica afición de probar los mejores cup cakes nos vamos a la famosísima Miette, muy conocida entre los grandes pasteleros por el famoso libro que han publicado y que os recomiendo, tanto el libro como la tienda y sus cup cakes. Os podéis imaginar que hice mil fotos aquí.

De aquí y en autobús vamos hacia Castro y nos bajamos muy cerca de Misión Dolores, nuestra primera visita, el edificio más antiguo de San Francisco.

Y ahora a Castro, el barrio gay de San Francisco y uno de los que más me gustaron y mejor buen rollo me trasmitieron. Tanto que entramos en un bar, el Mobby Dick, que estaban en hora feliz así que entraron unas margaritas, riquísimas, para no perder el ritmo y la costumbre del viaje.

Después del grato paseo por Castro, cogimos el tranvía que nos llevó hasta el City Hall. La visita duró muy poco porque esta zona si que nos generó mal rollo así que salimos de aquí dirección Union Square.

Aprovechamos para el ver el giro del cable car una vez más, pero esta vez sin tanta aglomeración de gente.

Tras un pequeño paseo por la zona, por los centros comerciales salimos a la calle para buscar el metro. Teníamos que probar todos los sistemas de transporte. En el  metro nos fuimos hacia el AT&T Park, es decir, hasta el campo de beisbol de los Giants de San Francisco. Llegamos con un río de gente. Parecía imposible pensar que estábamos entrando tarde en el campo. Nos costó mucho más entrar que en el de la NBA de Los Ángeles. Y llegamos a la grada y comprobamos la cantidad de gente que había en el campo. Pero tambien vimos que a diferencia del partido de la NBA aquí la gente se lo toma con más tranquilidad. Todo el mundo cenando, comentando las jugadas, saliendo cada dos por tres, con la manta cubriendo todo el cuerpo como si estuvieran en el sofá de su casa. Vamos que la emoción que se podía vivir aquí no tiene nada que ver con lo que vivimos dentro del Staples Center de Los Ángeles. Eso si, a mi el partido me gustó y por lo que valen las entradas merecen la pena comprarlas aunque solo sea por un ratito y para ver el ambiente que se respira. Al final aguantamos casi todo el partido y me pude enterar de como eran las reglas del juego, que desconocía totalmente.

Hacía un frío mortal. No me extraña que la gente se llevara las mantas para taparse. Si frío hace en San Francisco, aquí que el campo es abierto y da totalmente al mar, con la brisa que hace, el frío ya era brutal. Pero íbamos bien preparados con nuestras sudaderas y la cazadora.

Después del partido, que repito que es altamente recomendable, fuimos a cenar de nuevo al Loris Dinner. Seguía teniendo un descuento del 20% así que probamos otro de los restaurantes. Si bien este parece más antiguo que el anterior nos gustó menos. Aquí descubrimos que hay un Loris Dinner que abre 24 horas (por si alguien llega tarde a cenar). Y volvimos a comprobar que la comida es muy buena y que el precio con el 20% es insuperable.