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Día 10
Diario Norte de Tanzania en 15 días

La cuna de la humanidad en la Garganta de Olduvai

Todo cambió un día de 1959, cuando Mary Leakey, casi 30 años después de que su marido, Louis Leakey empezase a trabajar en la Garganta de Olduvai, descubrió partes fosilizadas de un cráneo y varios dientes de un homínido no identificado hasta la fecha.

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Garganta de Olduvai.

Un año después, Mary y su hijo Jonathan descubrieron una especie más pequeña de homínido a la que le pusieron el nombre de «Homo Habilis», datado en hace más de 2 millones de años. Este hallazgo se reconfirmó cuando su otro hijo, Richard, descubrió otro Homo habilis en 1972.

Es por esto, y por mucho más, que a la garganta de Olduvai (más bien Oldupai según la lengua Masai) se le conoce como La cuna de la humanidad.

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Pueblo Masái del Ngorongoro

En el día de hoy, visitaríamos la Garganta de Olduvai, un poblado masái y terminaríamos de explorar las extensas llanuras del Serengeti. Nos quedaba un largo día para vivir intensas emociones.

Viaja con nosotros

Este viaje «Gran Ruta Norte de Tanzania» se desarrolló tal y como lo estáis leyendo durante el mes de Septiembre del año 2021, en uno de los viajes que realizamos bajo el concepto «Viaja con nosotros». Desde hace años ofrecemos la posibilidad a nuestros lectores, seguidores de redes sociales y clientes de la agencia de viajes a acompañarnos. Y este fue nuestro tercer «Viaje con vosotros».

Si quieres realizar un viaje similar o parecido a este, consulta las fechas de salida regular o si lo prefieres, pídenos un presupuesto para un viaje en privado a un país que estoy segura que te sorprenderá. 

Info@viajescallejeandoporelmundo.com

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Antecedes de la visita a la Garganta de Olduvai

Cuando preparé este viaje por la Gran Ruta Norte de Tanzania, la Garganta de Olduvai no formaba parte del planning de viaje. Es por ello, que si leéis el primer artículo de este diario en el que hablo de los preparativos en ningún momento se habla de la visita a la Garganta de Olduvai, por lo que ni entraba en el planning ni entraba en el presupuesto del viaje.

¿Qué pasó entonces? ¿Porqué lo visitamos? Después de cerrar el planning y presupuesto de viaje, me puse a leer, como hago normalmente, ya no tanto sobre el viaje en si, sino sobre historia de los distintos países que visitamos. En este caso me encontré con la Cuna de la humanidad y dado que íbamos a pasar por el Lago Natrón y por la cercanía de la Garganta de Olduvai, tuve claro que tenía que hacer estas dos visitas. Así que lo hablé con nuestra agencia receptiva en Tanzania y no hubo ningún problema para meterlo como «extra».

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Huellas en el Lago Natrón

Habíamos visitado hace unos días las huellas de los homínidos a los pies del Lago Natrón y hoy, en nuestro camino desde Serengeti al Ngorongoro, visitaríamos el yacimiento arqueológico más importante de Tanzania.

Amanece en Serengeti

10 de Septiembre de 2021. 6:00 a.m. Suena el despertador. Es nuestro último día en Serengeti y estamos emocionados. Todo lo que ha supuesto este viaje, todo lo que estamos viviendo en tan pocos días es tan intenso que apenas nos cuesta creerlo y mucho menos procesarlo.

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Último amanecer en Serengeti

Hacía 4 días que habíamos entrado en Serengenti por la puerta Norte y ya la primera imagen que nos mostró fue de impresión. No teníamos muy claro que a estas alturas del año, todavía la Gran Migración estuviese en Serengeti Norte, pero si quedaba la más mínima esperanza de que así fuese no nos lo íbamos a perder. Y así fue, entramos en Serengenti y lo que vimos fue totalmente impactante. Miles y miles de animales aún quedaban en Serengeti Mara, y las probabilidades de verles cruzar al otro lado y seguir ruta hacia Masai Mara en Kenia eran muy grandes.

Y así, fue. Les vimos cruzar en otro día de intensidad suprema. Ver la mayor migración del mundo es algo que no se nos va a olvidar fácilmente.

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Cruce del Mara

El tercer día lo dedicamos a despedirnos de Serengeti Mara y llegar a Serengeti Central que nos recibió de la mejor de las maneras y sabiendo que esta zona no nos iba a defraudar. Un leopardo con una presa subido a un árbol fue la despedida perfecta de un día que ni en sueños me hubiese podido imaginar así. Pero si la llegada a Serengeti Central fue de película, no lo fue menos el día completo que pasamos aquí. Y es que por algo Seronera, como se conoce a esta zona de Serengeti, es uno de los mejores lugares del mundo para ver a los grandes depredadores. Y es que en un día, habíamos perdido por completo el número de leones y guepardos que habíamos visto.

Hoy nos despedíamos de Serengeti, pero no sin antes dar un último y largo paseo por sus extensas llanuras. Eso si, de forma muy relajada y teniendo claro que todo lo que Serengeti podía ofrecer nos lo había ya mostrado con creces. Así que sólo quedaba disfrutarlo.

Medio día en Serengeti Central.

Nos despedimos de nuestro alojamiento en Serengeti Central, el que había sido nuestra casita durante los dos últimos días y que nos trató tan maravillosamente bien. Nos íbamos un día más con la comida tipo pic nic ya que hoy no sabíamos donde nos iba a tocar comer, teníamos un largo día por delante.

Primeras imágenes de la mañana

Y si, hoy tocaba disfrutar del paisaje, del entorno y no preocuparnos por buscar leones, ni leopardos ni guepardos, hoy queríamos disfrutar sin más. Eso si, sin olvidarnos de que yo venía buscando un león subido a un árbol y que por ahora no lo había conseguido.

Los paisajes de Serengeti son alucinantes. Y además cambian según la zona en la que estés. No todo son llanuras hasta donde tus ojos puedan ver. También hay zonas de arboleda, un lago, una zona con colinas… en realidad una combinación de distintos paisajes que nunca pensaría que existiesen en Serengeti.

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Tranquilamente fuimos recorriendo las carreteras de tierra del parque. No dejo de sorprenderme a cada paso con cada paisaje nuevo que veo. Y si hay algo por lo que África me llama tanto, por lo que deseo volver y volver una y otra vez, es por lo increíble que es poder contemplar en una misma escena distintos tipos de animales conviviendo en armonía.

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La mañana transcurrió entre jirafas, elefantes, hipopótamos, y muchos bichitos en los que no nos habíamos fijado hasta hoy, que íbamos mirando hacia todo aquello que se movía. Pero sobre todo nos impactaron mucho los paisajes, que hasta hoy no habíamos visto en Serengeti. Recorrimos una zona muy distinta del parque y nos acercamos hasta el Lago Magadi, donde descubrimos un Serengeti distinto: el de las aves.

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Lago Magadi, el hogar de miles de pájaros

En nuestro tranquilo e incesante pasear por las llanuras del Serengeti, mientras veíamos a miles de animales, llegamos a un gran Oasis inesperado en medio de toda aquella verde vegetación. Estábamos en el Lago Magadi.

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No hay nada que me llame más la atención que cada vez que viajamos a África, nos encontramos con esa mezcla entre unos paisajes tan maravillosos y sorprendentes, regados con miles de animales que con el paso de los días, asumimos como la más pura normalidad, dentro de lo que puede ser algo normal en África. Aquí, a los pies del Lago Magadi me di cuenta de cuanto nos llega a sorprender cada día en un viaje por África. No me esperaba llegar a visitar un lago hoy, y mucho menos ver flamencos en Serengeti. Estaban tan cerca que fue el mejor momento para inmortalizarlos con mi cámara de fotos.

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Flamencos por el Mundo.

No se cual es la razón por la que me gustan tanto los flamencos. La primera vez que vi flamencos en libretad fue en el Lago Nakuru en Kenia, hace ya unos cuantos años. He de confesar que creía que iba a ver muchos más de los que finalmente había en el lago, un lago cuyas fotografías más extendidas son llenas de un color rosado, pues en las migraciones de estos animales pasan por este lago y lo llenan de este color.

Quizá en aquel viaje por Kenia, me esperaba ver más en el Lago Nakuru y no ver ninguno en ningún otro sitio, pero tanto en el Lago Manyara como el interior del Ngororongo en Tanzania nos dejó imágenes más increíbles que nubes de flamencos.

Unos meses más tarde poníamos rumbo a México donde me empeñé en ver flamencos, así que lo intentamos en Rio Lagartos y en Celestum.

En este viaje esperaba ver muchos más en el Lago Natrón, pero no me quejaba de todos los que habíamos visto, pero donde no esperaba hacerlo fue aquí, en Serengeti, y estaba encantada con ello. Sobre todo por tenerlos tan cerca. Más cerca que en ningún otro lugar del mundo.

Moru Kopjes y la piedra instrumental.

Y si otra cosa nos tenía preparada Said, y que no sabíamos ni que existía fue hacer una parada en un lugar más que singular. Said para el coche. Estamos al lado de uno de los Moru Kopjes, que no son más que unas formaciones rocosas de granito muy características de Serengeti. Había dos operarios del parque haciendo una reparación, colocando un monolito o algo así. Said se baja del coche.

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Es en estos momentos, cuando suceden cosas que no tenemos controladas, como que en medio del Serengeti, nuestro guía se baje del coche, cuando más nos sorprendemos y no sabemos qué hacer. Said da un paseo alrededor del coche. Abre la puerta y nos dice: «Podéis bajar». Ya os lo he comentado en más de una ocasión en este diario de viaje, pero como es raro que te puedas bajar del coche en un entorno así, cuando sucede, es algo maravilloso.

Ni nos lo pensamos. Bajamos del coche y le seguimos. Entre las grandes rocas de granito había unas escaleras por las que subimos hacia la cima. Desde arriba las vistas de Serengeti eran increíbles, mucho más de lo que muestran las fotos.

Moru Kopjes es una zona increíble de Serengeti. Una zona de extensas llanuras, en las que de cuando en cuando, sobresalen unas enormes rocas de granito como islas es un mar de hierba. A algunas de ellas te puedes subir, y desde allí contemplar el mundo a tus pie. Algunas de ellas tienen pinturas Masai y otras, como en la que estamos nosotros, tienen lo que viene siendo un instrumento musical. Una gran roca, con muescas labradas en las que si vas golpeando con una piedra, van sonando distintas notas.

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¿Sabías qué…? Aunque los kopjes están dispersos por todo el Serengeti, un kopje en particular encontró mucha publicidad por servir de inspiración para algunas de las escenas de la película “El Rey León”. El kopje fue así llamado Simba Kopje. Y se encuentra muy cerca de donde estábamos ahora mismo, justo al lado de la carretera que sale de Serengeti hacia el Ngorongoro.

El piano de Moru Kopjes.

En la antigüedad, del suelo de África, surgía música. Rocas como la que estamos contemplando hoy, son un vestigio de que hubo un tiempo en el que el Serengeti estaba poblado. A partir de 1951, cuando esta zona de Serengeti fue declarada zona de caza, se fue expulsando a las poblaciones locales, algo que a día de hoy sigue causando controversia en Tanzania. Poco a poco y según se extendían los términos de la reserva de Serengeti, los masai, antiguos pobladores de estas tierras, fueron retirados y expulsados.

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En lugares escondidos de Moru Kopjes, existen estas rocas con las que los antiguos masai se comunicaban con los espíritus. Hoy en día ya no suenan, salvo cuando un grupo de turistas pasan por aquí y se divierten un rato.

Moru Kopjes es una de las únicas zonas de Serengeti donde se puede avistar el rinoceronte negro, aunque sinceramente, es casi imposible hacerlo. Y todo esto se le debe a la bonita historia de «Rajabu».

El viaje de Rajabu.

En 1982, después de décadas de persecución y asesinatos de cuantos rinocerontes se encontraban en Serengeti, se llegaron a contabilizar tan solo 2 rinocerontes negros. Eran dos hembras que se refugiaron en Moru Kopjes donde encontraron un lugar seguro.

En Ngorongoro era donde tenía su hogar Rajabu, un joven rinoceronte, que decidió seguir a la gran migración, se creyó ñu, abandonó el Nogorongoro y llegó a Serengeti, donde fue muy recibido por las dos hembras de Moru Kopjes. Así que unos años después ya pastaban 4 bebés de rinoceronte en Serengeti y en la actualidad hay unos 12.

En 1995 nació Serengeti Rhino Project cuya función era proteger a los rinocerontes y mantenerlos vigilados las 24 horas del día. En la actualidad llevan un microchip implantado en el cuerno, de forma que se pueda controlar su ubicación, movimientos y estado. Algo similar se está haciendo también en Ngorongoro, pero a esta historia ya llegaremos.

Estuvimos un rato muy entretenidos: contemplando el paisaje de Moru Kopjes, tocando la «roca instrumento», sacando fotos sin parar, y contemplando algún que otro animalito que se acercaba a ver quien eran esos intrusos que llegaban a su hogar. Pero tocaba volver a ponerse en marcha. Teníamos que dejar atrás Serengeti, y seguir la ruta. Esta tarde era una tarde de visitas y aún teníamos que llegar a dormir al Cráter del Ngorongoro.

Comimos en la entrada del Sur de Serengeti y proseguimos el viaje hasta nuestra siguiente parada: La Garganta de Olduvai.

La Garganta de Olduvai: Cuna de la humanidad

La visita a la Garganta de Olduvai no entraba dentro de los planes del viaje. Durante los meses precedentes, mientras estudiaba la ruta y leía sobre historia de Tanzania me encontré con este lugar que cuadraba en ruta: La Garganta de Olduvai.

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Cuando me encontré con que muchos de los vestigios que existen de la evolución humana se encontraban en Tanzania, supe que tenía que visitar alguno de ellos, los que nos quedaban en ruta y no suponían nada extra. Uno de ellos fue visitar las huellas de los homínidos en el Lago Natrón que habíamos visto hacía unos días. Otra fue visitar la Garganta de Olduvai, conocida como «La Cuna de la humanidad».

El primero de ellos nos comentaron que costaba 10 dólares la entrada aunque nadie nos cobró nada. La segunda nos dijeron que costaba 20 dólares. Yo estaba dispuesta a pagarlo, porque no me parecía un importe como para en un viaje así dejarlo pasar. El tema es que cuando llegamos a la entrada del museo, el importe ya no era de 20 dólares, sino de 35. Es cierto que yo no tenía dudas, y ya de estar ahí lo pagaba y listo, pero entendía que entre los 6 componentes de aquella expedición podría haber, seguro que la mayoría, gente a la que la historia de la evolución le importase poco. Y si te importa poco, 35 dólares son muchos.

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Recreación de Laetoli

Al final, fue Luis el que tomó la decisión por todos. «Estamos aquí, no vamos a volver, ¿Qué son 35 dólares? Pues vamos.» Así que dicho y hecho. Seguimos la ruta hacia la un edificio que yo tampoco me esperaba encontrar.

Poco había leído sobre el Museo, es cierto, pero de lo que había leído me esperaba un nave, con algunas muestras de lo que se había encontrado en aquella garganta. Pero no fue así. Hace unos años que la Unión Europea financió este nuevo museo, que ciertamente, no tiene nada que ver con lo que yo había visto en alguna que otra foto.

La historia de la garganta de Olduvai

La Garganta de Olduvai está ligada a un apellido: Leakey. En la década de 1930, Louis Leakey halló los primeros utensilios líticos utilizados por un homínido en la Garganta de Olduvai. Esto empezaba a sentar las bases de que el origen de la humanidad no estaba en Asia ni en Europa como se había afirmado hasta entonces. Y todo parecía indicar que la realidad era bien distinta, y que ésta se encontraba en el África Oriental.

Es más probable que nuestros primeros progenitores hayan vivido en el continente africano que en cualquier otro lugar”.

Charles Darwin, 1871

Durante los siguientes 30 años no paró de encontrar utensilios con los que parecía que uno de nuestros antepasados, había pasado años utilizando. Se encontraron también restos de animales, pero ni rastro de un ser humano.

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Unos años después, se incorporó a la expedición en Olduvai, Mary Nicol, que con los años se casaría con Luois pasando a tomar su apellido y siendo reconocida en el mundo entero como Mery Leakey. Fue el 17 de Julio de 1959 cuando Mary encontró el primer cráneo de un homínido (hoy conocido como Paranthropus boisei) que habitó allí entre 2,3 hasta los 1,3 millones de años . Este descubrimiento se convirtió en uno de los hallazgos más importantes en lo que se refiere al estudio de la evolución humana, no solo por el propio hallazgo, sino porque parecía indicar que este homínido era el creador de todos los utensilios hallados en Olduvai hasta esta fecha.

Estaba muy excitada con el hallazgo […]. Por alguna razón ese cráneo atrapó mi imaginación. Pero lo que también hizo, y esto resultó muy importante desde nuestro punto de vista, fue atraer la atención de la National Geographic Society, que nos dio fondos durante años. Fue muy estimulante»

Mery Laekay, Biografía.

Un año después, su hijo de tan solo 10 años, Jonathan Leakey, encontró una mandíbula y un parietal de lo que pasaría a conocerse como Homo Habilis.

En 1986, el principal competidor de los Laekay, Donald Johanson, que ya había descubierto en 1971 la Australopitecus afarensis, más conocida como «Lucy», en territorio etíope, iba a dar con el esqueleto casi completo del homo habilis.

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A partir de este momento, el yacimiento se dio por agotado, hasta que en el año 2006, varias expediciones retomaron el estudio y desde entonces no han parado de aparecer nuevos descubrimientos y nuevas señales de vida de nuestros ancestros. Olduvai parece ser «un pozo sin fondo» en lo que se refiere a contenido antropológico.

El museo de Olduvai

Accedemos al museo donde nos encontramos con algo mucho más moderno y organizado de lo que me esperaba encontrar. Puesto que no había ningún visitante más en Olduvai esta tarde, uno de los empleados se ofreció para hacernos de guía y explicarnos todo lo que estábamos viendo. Es cierto que si nadie te lo explica (lo hizo en inglés) tienes unos carteles que te van contando todo lo que tienes ante ti.

Así que con nuestro improvisado guía y con Said y Rubén haciendo de traductores empezamos la visita al museo. Primero nos hacen una rápida explicación de la evolución humana y nos cuentan qué y cuales son los que se han encontrado en Olduvai.

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Pero lo primero que nos sorprende es ver la réplica de unas pisadas de homínido marcadas en el suelo. Nos explican que son las réplicas de las pisadas que se encontraron en Laetoli, a unos 45 kilómetros de donde estamos ahora mismo.

Mary Laekay, en 1978, hizo uno de los descubrimientos más importantes de su vida. Tras abandonar la garganta de Olduvai se interesó por la zona de Laetoli, situado muy cerca del Lago Eyasi. Allí encontró, perfectamente conservadas, una serie de pisadas de homínidos de hace 3,5 millones de años de antigüedad, pisadas de lo que sería el primer homínido bípedo. Lo que viene a ser, los coetáneos de «Lucy».

Creo que se trata del descubrimiento más importante en la evolución humana»

Mary Laekay, 1979

Todo museo discurre a través de la evolución humana, contada a través de todos y cada uno de los descubrimientos realizados, no solo en Olduvai, sino en todo África. La mayoría de lo que podemos ver en el museo son réplicas pero la visita me resultó muy interesante (aunque creo que no todo el grupo opinó lo mismo. Es cierto que si no sientes interés por el tema, te puede resultar un tanto agotador).

Las vistas de la Garganta de Olduvai

Pero con lo que todo el mundo estuvo de acuerdo, es que, el mirador es espectacular. Tras la visita al museo, la siguiente parada es en el mirador sobre la garganta de Olduvai. Desde aquí podemos observar todo el cañón, y las diferencias de color que nos indican los distintos estratos muestras de la evolución.

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Aquí, mientras contemplaba este pequeño pero gran paisaje que tenía a mis pies no podía más que pensar en todo lo que esta tierra ha visto crecer. Cuantos momentos de la evolución humana han pasado por aquí y cuanto todavía nos queda por saber y comprender.

¿Qué hace a Olduvai tan especial para que aquí se conserven todos estos restos?

Olduvai es una garganta de unos 48 kilómetros, situada en el Valle del Rift, una zona de elevada actividad sísmica y volcánica. El qué en esta zona existiesen volcanes muy activos ha permitido que en la zona de Olduvai se conservasen y preservasen todos estos restos arqueológicos durante miles de años. Pero no solo esto, sino que, una zona como Olduvai, arrasada por lava y sedimentos volcánicos, no solo hace que se preserve perfectamente todo lo que hay debajo, sino que nos puede permitir datar con total exactitud todo lo que se va encontrando.

Los Masai del Ngorongoro

Dejamos atrás la Garganta de Olduvai y la Cuna de la Humanidad para dirigirnos a una de las poblaciones de casas (construidas de forma circular y llamadas «manyatas») de Masais del Ngorongoro. Muy cerca de la garganta, nuestro guía Said, toma un desvío y nos lleva directos a uno de los pueblos Masai del Ngorongoro. Empezaba a caer la noche, el sol se encontraba muy bajo, y con la luz del atardecer vivimos unos momentos únicos, de muchas risas, con el pueblo Masai.

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El pueblo Masai del Ngorongoro

Cuando en 1951 se empezaron a establecer áreas protegidas no se tuvo en cuenta a las comunidades que durante siglos habían habitado esas tierras. Para intentar proteger a las especies animales, se prohibió a la población local seguir viviendo en esas zonas. Los parques fueron creciendo, y los Masai poco a poco se fueron quedando con menos terrenos, no solo donde vivir, sino también donde pastorear.

Somos nosotros los maasai quienes hemos preservado este patrimonio invaluable en nuestra tierra. Lo compartíamos con los animales salvajes mucho antes de la llegada de aquellos que usan la caza solo como un medio para ganar dinero. Así que, por favor, no nos diga que debemos ser expulsados ​​de nuestra tierra por la conveniencia financiera de los cazadores comerciales y los hoteleros. Tampoco nos diga que debemos vivir solo según las reglas y regulaciones de los zoólogos… Si Uhuru (independencia) significa algo, significa que debemos ser tratados como humanos, no como animales

Edward ole Mbarnoti, un líder masái
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Cuando la zona protegida de Serengeti, que inicialmente incluía el área del Ngorongoro, se estableció como parque Nacional, la población Masái empezó con sus protestas. Y estas llevaron al gobierno a determinar, que para que no fuesen a más, debían dejar parte de las tierras fuera. Así en 1959, las fronteras del parque Nacional Serengeti se extendieron hasta el límite con Kenia y el Área de Conservación del Ngorongoro se separó del parque, permitiendo así que los Masái pudieran pastorear en sus tierras. Aproximadamente 100.000 masáis viven hoy en el área de conservación del Ngorongoro, aunque su permanencia en estas tierras cada día se ve más amenazada.

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Si este fuese un viaje para nosotros dos solos lo más probable es que no visitásemos un poblado Masai. Ya lo habíamos hecho hace unos años en Amboseli y por tanto no era algo que viese necesario. Pero esta vez, al ir en un grupo donde 4 de los integrantes no habían visto nunca una población Masai de cerca, era inevitable hacerlo. Y la experiencia fue gratificante, por conocer un poco más de cerca esta tribu y su forma de vida.

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El diario de Luis: Visita a un poblado Masai

La siguiente parada es una visita obligada en estas tierras. Llevamos días cruzándonos con ellos mientras pastorean sus rebaños y con ellas, vendiendo sus piezas de artesanía. Nunca pasan desapercibidos con sus mantas tradicionales de colores vivos, sus rostros serios y sus poses elegantes. Desde la carretera hemos visto sus poblados y a los niños que nos saludan con esas sonrisas blancas y sinceras.

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En los campos, sus cuerpos altos y fibrosos caminan entre el ganado con su cayado al hombro y unas tradiciones heredadas y mantenidas durante siglos. También los hemos visto esperando el autobús y hablando por el móvil. La tecnología no entiende de fronteras y llega a los rincones más remotos con sus promesas de una vida más fácil. Si nosotros no nos resistimos, porqué pensar que ellos lo van a hacer.

Nos desviamos de la carretera para tomar un camino que nos llevará directamente a la “boma”, que es el nombre que dan al poblado. Es un espacio vallado en forma circular hecho de madera de acacia y lleno de espinas que les sirve como protección. En cuanto nos bajamos del coche vienen a recibirnos.
Después de las presentaciones nos traen unos mantas para ponernos encima: unos palos para los hombres y unos collares cerrados para las mujeres. Y ya estamos mimetizados con el entorno. O al menos lo intentamos.

A una de nuestras compañeras el collar no le entra por la cabeza y se le queda encajado en la frente dándole un aspecto de pamela que no pega ni con el paisaje ni con el contexto. Pero nos da pie para echarnos unas risas y relajarnos frente a la incertidumbre de “¿qué nos harán hacer?”

El recibimiento consiste en una serie de cánticos y danzas tradicionales. Colocados frente a nosotros en fila y al ritmo de sus propios cantos van desfilando en círculo, los hombres delante dando saltos y moviendo el tronco y el cuello como si imitasen el caminar de algunas aves. Las mujeres caminan detrás a su paso. Dan varias vueltas hasta colocarse de nuevo en la posición inicial. Y entonces vienen a por nosotros.

No puedo evitar sentirme como un guiri al que sacan a bailar en un tablao flamenco, pero no es momento de sentir vergüenza, sino de compartir una experiencia más, así que observo lo que hacen ellos: Se adelantan de la fila y con el palo en el hombro dan saltos en vertical con las piernas juntas. Cuando me llega el turno, me lanzo a imitarles tratando de llegar lo más alto posible. Parece sencillo pero requiere su técnica. Trato de esmerarme con cada brinco, me concentro para perfeccionar el salto… hasta que me agarran para que vuelva a la fila. Creo que se me ha pasado el turno. Ahora que ya empezaba a cogerle el gustillo…

Luis dando saltos con los masai

Según nos explican, estos saltos son la demostración de que eres un buen morán, que significa guerrero en masai.

Tras el recibimiento, entramos en la boma. Nos van a enseñar sus chozas por dentro. Nos agachamos para entrar por un pequeño pasillo curvo que recuerda la concha de un caracol. Estas construcciones se llaman manyatas y están hechas con adobe y estiércol. Dentro tienen un espacio para la lumbre y encima, un agujero para que salga el humo. A un lado hay dos pequeños dormitorios. Nuestro anfitrión nos cuenta algunas de las costumbres de su pueblo. En su forma de narrarlo se nota lo orgulloso que está de pertenecer a una etnia tan valiente. El que nace masái, es masái toda su vida.

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Una vez fuera, nos hacen una demostración de cómo encender fuego con dos palos y un poco de paja seca. Es curioso verlo e inevitable preguntarse si siempre lo hacen así o si de vez en cuando echan mano de algún mechero. Lo que está claro es que nosotros sin mechero no tenemos otra opción.

Para acabar la visita, nos muestran su pequeño mercadillo de souvenirs, todo hecho por las mujeres, desde los típicos adornos de cuentas (collares, pulseras…) hasta figuras de madera y platos.

Los masái son recicladores natos. Aquí como usan las ruedas para construir zapatos.

Cuando salimos de la boma, nos quitamos los disfraces y recuperamos nuestra
identidad. Muchos pensarán que este tipo de visitas programadas son una “Turistada”. Cada uno es libre de vivirlo como quiera. Yo, personalmente, me alegro de haber tenido la oportunidad de conocer un poco más de cerca, el modo de vida de estos valientes. En ningún momento me sentí como un intruso y una vez más tuve la ocasión de plantearme cómo sería yo de haber nacido en un lugar así. Nunca lo sabré, pero pensar en ello me hace sentirme un poco más libre y tolerante.

Luis, 10 de Septiembre de 2021

Al terminar la visita Said nos cuenta que esta familia sufrió hace unos años una gran tragedia. Y es que dos niños fueron atacados por un león mientras pastoreaban. Murieron en el acto. Cuando pasa algo así, que no es que sea lo más habitual, los masái se vengan y salen a la caza del león. Es posible que el león que encuentren no sea el mismo pero para ellos es suficiente con aplicar el «ojo por ojo». La historia nos impactó mucho.

Noche en el Ngorongoro Rhino Lodge

Siempre que pienso en la noche que pasamos en el Ngorongoro Rhino Lodge considero que fue una auténtica pena haber llegado de noche y habernos ido cuando todavía no había amanecido. Me quedé con la sensación de que fue el peor hotel de todos los que visitamos en el viaje pero también creo que mi opinión cambiaría si lo hubiésemos visto bajo la luz del día. Porque bajo la penumbra de la noche pudimos comprobar que hasta los búfalos pastaban a sus anchas por el jardín.

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Atardecer en el Ngorongoro

Al bajarnos del coche al llegar al Ngorongoro Rhino Lodge pudimos comprobar el descenso importante de temperatura. Y no es de extrañar que en las habitaciones tengas una lumbre para poder calentarte y que puedas poner una bolsa de agua caliente en la cama para poder entrar en calor. Era principios de Septiembre y hacía un frío que que helaba hasta las ideas. Estábamos a unos 2300 metros sobre el nivel del mar, y el el descenso de temperatura se hacía notar.

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Nos dimos una ducha rápida y muy caliente y salimos a cenar a precioso restaurante, que con la luz del día, nos costa que debe tener unas buenas vistas de la fauna salvaje del Ngorongoro.

Una buena cena y unas cervezas después nos fuimos a acostar, porque una vez más tocaba madrugar mucho y salir del hotel antes que el sol porque tocaba hacer un safari a pie por el Ngorongoro (aunque nuestros planes cambiaron ligeramente al día siguiente).

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