Cuando aquel día nos levantamos en el Parque Nacional Kibale, nos llegó una noticia no demasiado buena. Había pasado toda la noche lloviendo intensamente y eso no era bueno para lo que habíamos venido a hacer aquí: ver chimpancés. Yo no entendía muy bien el porqué. Se supone que aunque llueva los primates están igualmente en su habitat y los podríamos ver. Nos confirmaron que al llover tanto, los chimpancés no bajan de los árboles, y que las probabilidades de verlos son las mismas que si no hubiese llovido, pero los veríamos de lejos, subidos a los árboles. Quizá esto pareciese una noticia no demasiado buena, pero no importaba. Estábamos en Uganda y ahora mismo, había salido tímidamente el sol.
Camino a Kibale Forest.
Es increíble como cuando estamos en nuestro día a día se nos hace muy duro levantarnos para ir a trabajar. Sin embargo cuando estamos de viaje, da igual la hora a la que te tengas que poner en pie, no importa, no se sufre… todo lo contrario. Volvimos a madrugar mucho ya que a las 8 de la mañana teníamos que estar en el centro de visitantes de Kanyanchu.
Allí nos llevaron Gilbert y Robert, y allí nos dejaron puntualmente para asistir a la charla inicial antes del trekking de los Chimpancés.
La charla inicial en el Parque Kibale.
Si ya el día anterior haciendo un trekking por la zona pantanosa de Bigodi (no muy lejos de aquí y dentro del propio parque Kibale) ya nos habíamos dado cuenta de lo denso que era este bosque; si ya desde nuestra visión panorámica del Chimpanzee Forest GH nos habíamos dado cuenta de la inmensidad del tamaño del Parque Kibale, hoy aquí, nos parecía casi imposible poder ver chimpancés en este entorno de vegetación tan densa.
Durante la charla inicial nos comentan, además de qué es el parque Kibale y lo que vamos a hacer y ver, algo muy importante: las medidas de seguridad. Algunas de las más importantes es que no debes acercarte a menos de 8 metros, o que no debes acceder si tienes alguna enfermedad como gripe o diarrea. Pero la más importante es seguir siempre las instrucciones de nuestro guía, en este caso una ranger armada (más tarde sabríamos el porqué).
Al terminar la charla, Gilbert y Robert nos presentan a la que será nuestra guía – ranger en esta jornada. El trekking de los chimpancés en Kibale dura unas 2 o 3 horas, ya que depende de la distancia a la que estén los chimpancés, del tiempo que tardemos en encontrarlos y a partir de ese momento, estaremos en el entorno aproximadamente una hora. Hay dos horas para acceder, a las 8 de la mañana y a las 3 de la tarde, así que si estás pensando en ir a ver chimpancés al parque Kibale, lo más importante es que lo reserves con tiempo. El acceso diario es muy limitado.
Nos subimos al coche, y Gilbert nos acercó al punto donde se iniciaría nuestro trekking. Nos despedimos de ellos, ya que esta vez, no nos acompañarían en el paseo, lo haríamos solos con nuestra ranger.
Unos datos del parque Nacional Kibale.
El entorno de más de 770 kilómetros cuadrados de bosque del Parque Nacional Kibale, fue creado como tal en 1993. Nos dirigíamos hacia el Sur del país, e íbamos ascendiendo a las tierras altas de Uganda. El parque Nacional Kibale se encuentra a una altitud comprendida entre los 1100 y los 1590 metros sobre el nivel del mar.
El frío se empezaba ya a notar, aunque según avanzaba el día, la temperatura subía.
Prácticamente el 80% del parque está formado por un bosque de hoja perenne, es decir, va a estar así, tal como lo vemos todo el año, y no hay épocas en la que la visibilidad sea mejor. Dentro del parque también hay algún árbol de hoja caduca, alguna zona de pastos, pantanos y coníferas.
Dentro del parque Nacional Kibale hay unos 500 ejemplares de chimpancé, el mayor reclamo de la zona. Sin embargo, no es éste el único animal que podemos ver dentro del parque. Hay unas 13 especies distintas de primates, pero además más de 300 especies de aves, y unas 30 de mamíferos entre las que destaca la presencia del elefante, leopardo y el búfalo. El parque nacional Kibale concentra la mayor población de primates del continente africano.
Es por la presencia de elefantes por la que los rangers acompañantes, van armados. Nunca para disparar contra ellos, sino para disparar contra el aire, en caso de ver su presencia y que así se retiren.
Desde el Parque Nacional Kibale, hasta el Parque Nacional Queen Elisabeth, existe un corredor de vida salvaje por la que se mueven, de uno a otro, los elefantes algo que no sabía hasta que no llegamos a aquí.
El trekking de los chimpancés en el Parque Nacional Kibale.
Gilbert nos dejó en un punto indefinido del parque, en medio de la nada. Una carretera anaranjada, un bosque impenetrable y con nada más con nosotros que nuestra cámara de fotos. Empezamos a caminar tras nuestra guía-ranger. Al cabo de un rato, no metemos directamente en el bosque y nos vamos abriendo paso como podemos.
No habían pasado ni 20 minutos cuando de repente, nuestro guía nos hace el signo de silencio, y avanzamos lentamente. De repente señala hacia arriba y… ¡estaban ahí! Había varios chimpancés por los árboles. Ya nos habían avisado que al llover la probabilidad de que se bajasen de los árboles era casi nula, así que verles allí ya era todo un logro. Estaba alucinada. Nunca había pensado que ver a alguien, con un ADN tan parecido al nuestro, fuese tan emocionante (aunque casi me echase a llorar el día que vi el primer orangután de Borneo). Y la cosa fue a más, porque un poco más adelante, había uno de ellos que estando en un árbol, estaba muy bajo, lo que nos permitía verles perfectamente.
El chimpancé del árbol.
Estuvimos un rato sacando fotos. Solo había uno que se le veía perfectamente. Sabíamos que había muchos más, les veíamos pasar entre las ramas, pero casi no se dejaban ni ver. Y de repente… ¡nos hacen pipí encima!
«¿Está lloviendo?. No, no, nos están meando encima». Increíble pero cierto. Nos vamos poco a poco desplazando hacia un lado para intentar evitar la «lluvia».
Si esto había sido emocionante, lo siguiente ya no se puede ni expresar. Nuestro guía-ranger nos va buscando uno a uno, y nos dice que si queremos podemos intentar ir en otra dirección a ver si conseguimos ver alguno más.
Cuando nos estábamos ya alejando del lugar, ella señala en una dirección y nos dice: «se están bajando». Y se bajaron. No eran los mismos. Estos estaban por delante. Creo que fue una suerte increíble. Ahí estaban, a nuestro frente.
Corriendo por el Parque Nacional Kibale.
Y literalmente empezamos a correr por entre aquel amasijo de vegetación. Yo corría tras ella, no sabía donde venían los demás, no nos importaba nada, la verdad. Corríamos sin saber, al menos yo, hacia donde, porque ni se veía nada ni yo escuchaba nada. Me concentraba en no tropezar y caer y en no perder a nuestra guía. Llegamos a una carretera, nos paramos y … Ahí estaban, pasando, cruzando también el camino, pero a unos metros de nosotros. Sin yo saberlo, estábamos corriendo en paralelo a ellos.
Uno de ellos se paró en medio del camino, nos miró y se puso a beber agua de un charco. ¡Qué momento más increíble! Me estaba visualizando, vista la situación desde arriba, con nosotros parados (creo que no estábamos todos los del grupo, porque además fue todo muy rápido) mirando al chimpancé y el chimpancé sin perdernos de vista, paralizados todos.
Los chimpancés en el charco.
Se meten de nuevo en el bosque y se suben a un árbol, acabando perdiéndolos de vista. Estuvimos un rato escuchando. No se oía nada. Bueno, yo no, nuestra guía se puso a caminar. Llegamos de nuevo al camino anaranjado, y allí esperamos un rato. Sabía que por allí alguno más volvería a pasar, como así fue. Tras unos minutos, aparecieron más chimpancés, y esto fue lo que pudimos captar con nuestra cámara y con el pulso a mil por hora.
Y así, sin pensar que hoy el día fuese a ser de esos que hacen historia, sin pensar que pudiésemos ver chimpancés en tierra, sin pensar ni si quiera que esto podía ocurrir, allí mismo, en un punto de un camino en el Parque Nacional Kibale, pasaron los chimpancés. Sin más búsquedas, sin nada más que correr, sin nada más que hacer. Allí nos quedamos, manteniendo la distancia, un gran rato mientras les veíamos ir, venir, volver, beber, mirarnos, y continuar el camino.
Os puedo asegurar que estos momentos no se pagan con dinero. Esto es una de esas experiencias que te llevas contigo, que no se te olvidarán jamás, y la mirada de un chimpancé puede que se quede en nuestra memoria de por vida. ¡Esto es algo alucinante!.
Dimos por concluida la visita y regresamos hacia donde debería estar esperando Gilbert, ya que nuestra guía le había avisado de que habíamos terminado y le dio un lugar para encontrarnos. No se como hacen, realmente, para orientarse entre toda aquella vegetación. Volvimos por el interior del bosque, no sabíamos muy bien por donde íbamos, pero ya aprovechando la emoción del momento, sacamos alguna foto en el interior del bosque.
Relajándonos en el Chimpanzee Forest GH.
Tras encontrarnos con Gilbert y Robert, les contamos emocionados todo lo que habíamos visto y pusimos rumbo hacia el Chimanzee Forest GH. Como habíamos encontrado a los chimpancés muy rápido y la vista había sido de menos tiempo del esperado, Gilbert nos propuso, comer antes de lo que teníamos pensado en el Lodge y salir lo antes posible hacia Queen Elisabeth National Park, para así, si llegábamos con tiempo suficiente, poder hacer un safari al atardecer. Y claro, no pudimos decir que no.
Aprovechamos los rayos de sol para relajarnos un rato en una de las plataformas de observación del Lodge mientras sacábamos algunas fotos del lodge, del entorno y de nosotros (que con esto de sacar fotos de paisaje y de animales, no encontrábamos momento para sacarnos fotos a nosotros mismos).
Del Parque Nacional Kibale a Queen Elisabeth NP
Poníamos rumbo a un nuevo destino, dejando atrás unas horas de grandes emociones que llevaremos con nosotros toda la vida. Nos íbamos hacia el Parque Nacional Queen Elisabeth donde pasaríamos dos noches. Tocaba descansar un poco de tanto traslado en coche antes de empezar a poner rumbo hacia el segundo momento emocionante del viaje: La visita a los Gorilas de la Montaña.
Las montañas de la Luna o Ruwenzori.
En el trayecto que nos llevó desde Kibale a Queen Elisabeth National Park, ellas siempre estuvieron presentes. Son las Montañas de la Luna o más conocidas como Ruwenzori.
Las montañas de la Luna (Ruwenzori) fueron una obsesión para algunos exploradores.
Desde que Ptolomeo en el siglo II d.C, situó el nacimiento del Nilo en Las Montañas de la Luna, rodeados de 3 lagos, y algún punto del interior de África, fue para algunos una auténtica obsesión. Y eso que Ptolomeo no había estado nunca en esta zona. Hizo aquel mapa según las historias contadas por un comerciante griego llamado Diógenes. Cuando el interés por encontrar las fuentes del Nilo alcanzó límites de realidad, la mayoría de los exploradores se basaban en estos escritos para buscar este lugar.
Cuando en 1848 Johannes Rebmann, quien, con Ludwig Krapf, descubrió el macizo del Kilimanjaro y dio la primera noticia de que en el centro de África había cumbres nevadas, ya se empezó a barajar que quizá éstas fuesen las Montañas de la Luna. Lo mismo ocurrió cuando un hombre blanco llegó por primera vez al Monte Kenia. Finalmente, ninguno de estos dos picos, aun siendo los más altos de África, eran las Montañas de la Luna.
Burton fue el más obsesionado con encontrar las fuentes del Nilo y con ver las Montañas de la Luna, pero quizá fue de los grandes exploradores el que más lejos pasó de ellas. Ni cuando Speke descubrió las fuentes del Nilo, y tan siquiera cuando el que más se acercó a ellas, Samuel Baker cuando descubrió el Lago Alberto y las Murchison Falls, consiguieron ver las Montañas de la Luna.
¿Y porqué ocurrió esto si Samuel Baker estuvo al lado de ellas? Pues ni más ni menos que por la niebla. Las montañas de la Luna, o Ruwenzori, permanecen ocultas bajo una espesa niebla durante la mayor parte del año. Se estima que solo un día al año están totalmente despejadas, así que cuando Samuel Baker pasó por aquí en 1864 se encontraban bajo la bruma. Habrían de pasar 24 años, para que en 1888 otro gran explorador, Stanley, fuese el primer hombre blanco en visualizarlas.
El ascenso al Ruwenzori.
Las montañas de la Luna, o más bien, las Ruwenzori, es una cordillera que actualmente hace de frontera entre Uganda y La RD de El Congo, durante más de 160 kilómetros de largo. Las conforman 6 macizos principales: Monte Stanley (5109 metros), Monte Speke (4890 metros), Monte Baker (4843 metros), Monte Emin (4798 metros), Monte Gessi (4715 metros) y Monte Luis Amadeo de Saboya (4627 metros).
No me digáis que entre tanto nombre, algunos más conocidos que otros, no llama la atención uno: por lo raro, y por el nombre, que más español no podía ser. No me pude resistir a investigarlo.
Luis Amadeo de Saboya, además de duque de los Abruzos, fue príncipe de España durante unos años. Nació en 1873, cuando su padre, Amadeo I, era rey de España. Desde muy joven se inclinó por los deportes de aventura, y entre ellos el alpinismo. Participó en las primeras ascensiones a algunos de los picos más altos del mundo, como el del Monte San Elías de Canadá. En 1906 se fue a África con intención de ser el primer hombre en ascender el Ruwenzori. Lo tuvo que intentar dos veces, pero finalmente lo consiguió, siendo quien bautizó aquellos montes con nombres tan reconocidos.
Desde la población de Kasese, por donde pasábamos en aquel momento, se realizan expediciones de ascenso al Ruwenzori. Pero la más común no es llegar al Pico Margarita, ni tan siquiera subir a alguno de los picos más altos de las Montañas de la Luna, si no una ruta circular llamada Loop Trail, que recorre durante unos 6 días, las zonas más bonitas del Parque. Gilbert nos iba contando que él lo había hecho hacía ya unos años.
Safari al atardecer en Queen Elisabeth NP.
Poco después de pasar por la población de Kasese divisamos por primera vez el Lago George. En la zona del parque Nacional Queen Elisabeth encontramos dos lagos, el George y el Edward, y entre ellos un lugar único, el Canal de Kazinga, donde tendremos la oportunidad de navegar y ver este lugar del que se habla maravillas dado su alta calidad de vida salvaje.
Nada más acceder al parque y recibir el permiso, encontramos el primer elefante. Estamos notando que el elefante es el animal que nos recibe en cada parque de Uganda. Ya lo habíamos vivido al entrar en Murchison Falls.
Al entrar en el parque ya nos dimos cuenta de algunas cosas con respecto a los parques de Uganda. En su día os habíamos contado el porqué en estos parques la cantidad de animales es menor que en otros de países vecinos, pero aquí lo que nos dimos cuenta además es que hay menos caminos por los que circular. Hay muchas zonas, terrenos muy grandes sin un camino de acceso y por lo tanto si en esa zona hay animales, se les podrá ver en la lejanía, sin tener opción a acercarte, o simplemente ni siquiera poder verles.
Gilbert nos comenta que cada año, deciden abrir algún camino más, pero que es el departamento de Vida Salvaje el que decide hacerlo. Es cierto que en Masai Mara en Kenia, por ejemplo, notamos que había caminos por todos lados, y eso tampoco debería ser, pero tan pocos como vimos aquí no lo habíamos visto en ninguno.
Y porqué os cuento esto: pues porque al poco rato de entrar en el parque vimos que hacía poco tiempo que había habido una caza y un banquete de leones. Así que tocaba buscar los leones. Después de un corto rastreo los localizamos. 3 leones. Pero estaban tan lejos que nos quedamos un poco desilusionados. Y no había forma de verles desde más cerca. Y con esto tuvimos suerte, porque si hubiesen estado por detrás de los setos, o un poco más alejados, ni siquiera les hubiésemos podido localizar. Era la primera vez que veían leones 3 de los integrantes del grupo, así que estábamos en silencio, cada uno con sus pensamientos, contemplándolos en la distancia.
Los paisajes de Queen Elisabeth NP
La verdad es que sí que había diferencia con aquellos momentos, por ejemplo, en Masai Mara en Kenia o en la primera vez que vimos un león al lado del coche en Savuti – Botswana, o cuando un león nos marcó el coche en el Ngorongoro en Tanzania. Pero bueno, la naturaleza es así, a veces se muestra cercana y otras veces tenemos que contemplarlos en la distancia. Y pensando en qué ocurrió en Uganda, llegando a la casi aniquilación de todas las especies animales, al menos debemos sentirnos orgullosos de poder ver este trío de leones.
Pero es cierto, y lo hay que reconocer, que los paisajes que nos estaba dejando Queen Elisabeth eran una auténtica maravilla, todo ello con las Ruwenzori, las montañas de la Luna, dejando medio intuirse, entre tanta niebla.
Hicimos un recorrido por el parque, no había mucho tiempo que perder ya que empezaba a atardecer y debíamos estar fuera del parque tras la caída del sol, pero Gilbert nos contó una historia que había ocurrido días atrás que nos dejó sin palabras.
El Leopardo y el León en Queen Elisabeth.
Nos acercamos hacia un árbol que según Gilbert es uno de los preferido de un leopardo que anda por la zona. Días atrás, en otro safari, habían estado observando al leopardo subido al árbol. De repente, ven acercarse un león. No saben que pasará y se quedan como espectadores de algo único que no sucede a menudo.
Los leones de Isasha no son los únicos que se suben a los árboles. En Queen Elisabeth esto también ocurre pero no es habitual verlo. Pues sí, como estaréis pensando, el león se subió al mismo árbol en el que estaba el leopardo. Éste se asustó y se cambió de posición, subiendo un poco más arriba. Así que en una sola imagen, en un solo momento, habían visto en un único árbol, un león y un leopardo. Gran momento, sin duda.
Tras un paso para ver una manada de elefantes, abandonamos el parque y llegamos al que sería nuestro alojamiento por 2 noches: Enganzi Lodge.
Alojamiento en Queen Elisabeth: Enganzi Lodge.
El Enganzi Lodge es otro de esos grandes descubrimientos del viaje. Está formado por varias casitas distribuidas por una empinada colina con vistas al Queen Elisabeth National Park y a las ocultas Montañas de la Luna, con una piscina infinita que tendríamos que probar.
Las habitaciones, amplias, muy amplias, y esta vez aunque son fijas, tienen una parte de lona de tienda de campaña. Además, para rematar, con una bañera de estilo antiguo. Una maravilla la verdad. En cada cabaña, no os exagero si digo que cogen como 5 camas de matrimonio, porque la nuestra que era una sola, parecía estar en medio de un descampado.
Precios de safaris en Uganda 2023
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