Volvemos a desayunar a la zona del Madison Square Park y de ahí a metro. Esta vez nos vamos a St. John The Divine, justo a la esquina Noroeste de Central Park.
Estamos bastante rato dentro y por los alrededores, y de aquí emprendemos el camino hacia la Universidad de Columbia y a Riverside Church. Este pequeño camino fue suficiente para volver a quedar congelados así que nos vino de maravilla entrar en Riverside Church y entrar en calor.
Cuando ya volvíamos en si, salimos y nos vamos a dar un paseo por Riverside Park y aprovechamos para jugar un poco en el parque (columpios, tobogán, … vamos, como niños, lo pasamos en grande).
Ahora si que nos vamos a dar un paseo por Central Park. Como los dos ya habíamos estado aquí pero habíamos visto la parte sur del parque, decidimos ver la parte norte y lo que nos diera tiempo de la parte sur (esto Rubén lo tenía claro, el Carrusel, y volver a subirse en él).
En Central Park pasamos por la pista de patinaje de la parte Norte, por Harlem Meer, y vamos paseando y descendiendo hasta que llegamos a Jacqueline Kennedy Onassis Reservoir y lo vamos bordeando por su zona Este. Pasamos por el Guggenheim y de ahí rodeando el Metropolitan vamos hasta Turtle Pound.
El Belvedere Castle estaba cerrado así que solo dimos un paseo por los exteriores.
Esta vez si que conseguimos sacar fotos de Alicia en el País de las Maravillas sin gente, sin niños, sin nadie, solo nosotros y ella.
Continuamos paseando por el parque, que impresionante es, da igual verlo con sol, con calor, con frío, nevado… da igual, es bonito de todas maneras. (Conservatory water, The Lake, Bow Bridge, Bethesta Fountain, que estaba sin agua así que entramos hasta el centro, Strawberry Fields, las vistas de San Remo Apartaments, del Edificio Dakota, …)
Por fin llegamos al Carrusel. Que felicidad desprendía Rubén subido con el resto de los niños en su caballo blanco.
Ahora si decidimos salir del parque por Columbus Circle y entramos en el Time Warner Center. Uff, otro momento “entrar en calor”.
Ahora si era la hora de comer algo si queríamos llegar a tiempo para ver el anochecer en Gantry Plaza (línea 7 del metro, parda Vernon-Jackson Ave.) Y así lo hicimos, comemos rápidamente y nos vamos al metro. Próxima parada: Gantry Plaza.
Que momento más inolvidable, por todo, por ver encenderse las luces de la ciudad desde otro punto distinto a los que habíamos visto hasta ahora, por el frío que hacía pero nos daba igual, porque estábamos solos, por todo.
Una vez que ya era de noche cerrada y que ya no sentíamos ni las manos ni el cuerpo y teníamos suficientes fotos como para empapelar el ESB, nos vamos hasta el apartamento. Decidimos que daríamos un paseo por el Lincoln Center y que cenaríamos en el Elle´s Sturdust Diner. Así que nos vamos al metro y nos bajamos en el Lincoln Center. Aquí nos ocurre algo muy curioso. Mientras estábamos sacando fotos, yo me apoyo en una de las fuentes y veo que un guardia de seguridad se dirige a mi. Entonces me levanto precipitadamente pensando que no se podría apoyar ahí y que me vendría a decir algo y me voy a donde está Rubén con cara de circunstancias. En ese momento llega el guardia a nuestra altura y empieza a hablarme. Yo estaba tan nerviosa que no le entendí nada de nada. Pero bueno, al tema, el caso es que me estaba diciendo que una persona se había dirigido a él y le había dado dos entradas para ver la Filarmónica de Nueva York porque no podían acudir y que si hacía el favor se las diera a alguien que las pudiera aprovechar. Así que si nos apetecía podíamos entrar. Yo abría los ojos como platos. No me podía creer que fuera a entrar en el Avery Fisher Hall del Lincoln Center para ver la Filarmónica de Nueva York. Le dimos miles de gracias y entramos sin poder creérnoslo todavía.
Estuvimos hasta el intermedio, porque hoy el que se dormía era Rubén. La experiencia, sin duda, fue inolvidable, por el propio evento, por estar allí dentro y por como habíamos entrado. Seguro que esto no lo olvido jamás.
Volvimos otra vez al Time Warner Center. La verdad es que estaba todo espectacular. Nueva York en general, con tanta luz, tanto villancico.
Ahora si que nos vamos a cenar.
La cena no es que fuera una maravilla, y el precio excesivo para lo que comimos pero desde luego el espectáculo merece la pena.
Una cosa que no me puedo creer todavía hoy es que lleváramos tantos días en Nueva York y todavía no hubiéramos pisado Times Square, lo que hicimos en el día de hoy, ni que todavía no hubiera ido a ver el árbol de Navidad del Rockefeller Center (que todavía no sería en el día de hoy), pero es que las cosas se viven de forma distinta la segunda vez que uno va.
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