Y nos bajamos sin ver nada. Porque la niebla que había era tan, tan espesa que impedía ver mucho más que ha dos metros de tus narices. Que tristeza me embargó. Es que estar en un sitio tan chulo y no poder apreciarlo….
Visitar la ciudad de Bérgamo es relativamente fácil. Está compuesta por la Cittá Bassa, en la llanura y la Cittá Alta que se encuentra en el alto de la colina y es lo que es puramente medieval y con edificios renacentistas, rodeada por la muralla veneciana. Y para descubrir Bérgamo solo hace falta pasear por sus calles, perderse por la ciudad y pasear y pasear y no dejar de callejear. Con solo esto te encontrarás con todos los secretos que esconde Bérgamo. Y es que la ciudad puede verse en unas seis horas sin esfuerzo alguno.
Y eso es lo que hicimos: caminar por las callejuelas de la Cittá Alta y en nada estábamos ya en la Plaza Vecchia. Y así nos la encontramos:
La Piazza Vecchia constituye el centro de Bérgamo, el corazón de la ciudad. En el centro de la plaza se encuentra la fuente Contarini.
Justo enfrente tenemos el Palazzo della Ragine. Observamos el león de San Marco, esculpido en la pared.
A la derecha observamos en medio de una densa niebla, la torre Cívica llamada torre del Campanone. Mide 52 metros de altura y a las diez de la noche les deleita con cien tañidos que recuerda el antiguo toque de queda, es decir el cierre de las murallas.
Justo por detrás de nosotros está el Palazzo Nuovo que actualmente alberga la biblioteca pública.
Casi no vemos ni la torre. Lo primero de todo fue buscar un sitio para desayunar y allí mismo, en la misma plaza nos metimos en una cafetería que la verdad es que estaba muy bien ambientada y disfrutamos de nuestro primer desayuno en vacaciones. Por fin empezábamos a disfrutar de ellas.
Salimos de nuevo a la calle e intentamos percibir que se escondía tras la espesa niebla. Dimos una vuelta más a la plaza y decidimos no subir a la torre porque al fin y al cabo no íbamos a ver nada desde ella.
Pasamos directamente a la plaza de la Catedral (plaza del Duomo), por llamarlo de alguna manera y es que en que pequeño espacio se puede ver tantas maravillas arquitectónicas. El Baptisterio: zona en la que se realizaban los bautismos y que originariamente había sido construido en el interior de la Basílica de Santa María Maggiore pero posteriormente y cuando el rito del bautismo se trasladó a la Catedral perdió su sentido con lo que se le desmonta y es guardado hasta que finalmente se le ubica enfrente del Duomo.
Desde esta pequeña plaza se puede observar también la Basílica de Santa María Maggiore y la Capilla Colleoni. Pese a lo que pueda parecer desde fuera la Capilla Coleoni que realmente es la que tiene la entrada más grande es más pequeña que la Basílica y realmente cuando entras por la pequeña puerta de la Basílica no te puedes ni imaginar lo que te vas a encontrar ahí dentro. Es realmente espectacular. Mucho más sin duda que la Catedral que está justo enfrente.
Al salir seguimos callejeando hasta que llegamos al a Piazza Mercato D. Scarpe (zona a la que llega el funicular Cittá Baja-Cittá Alta).
De aquí nos vamos a la Rocca, desde donde en condiciones normales climatologías debe de tener unas vistas estupendas, pero ver, lo que se dice ver, vimos poco. La Rocca es un recinto fortificado construido sobre el cerro de Santa Eufemia y que sirvió de torre de defensa, paso también a ser prisión y actualmente alberga el museo Museo Histórico.
Es una pena que hubiéramos tenido este pésimo día porque creo que nos hemos perdido parte del encanto de la ciudad aunque aún con esto y con todo a mi me ha encantado.
Había una humedad tan elevada que parecía que estaba lloviendo.
Paseando llegamos hasta la Piazza Mercato del Fieno y al Monasterio de San Francesco (que actualmente es la sede de la Fundación Bergamo nella Storia).
En este momento nos acercamos a la Via Bartolomeo Colleoni, donde ya habíamos localizado Il Fornacio donde comimos la famosa pasta al peso. Bueno, en este caso Pizza, que además de estar buenísima, comimos muy barato y yo no me la pude acabar.
Recorrimos la Via Bartolomeo Colleoni que nos llevaría directamente hasta el funicular de acceso hasta el Catillo de San Vigilio (Porta de Sant´Alessandro).
Antes de continuar tengo que decir que la ciudad de Bérgamo está perfectamente indicada con lo que tiene pérdida posible.
Por el paseo pasamos por la Cilttadella por donde estuvimos por los soportales, ya que en su interior está el museo de Ciencias Naturales.
Pues nada, cogemos el funicular y nos vamos al Castillo de San Vigilio y … más de lo mismo.
Una niebla espesa que impedía ver más allá de nuestras narices. Dimos una vuelta, intentamos apreciar la belleza del sitio y bajamos de nuevo hacia el funicular. Y menos mal que nos dio por mirar el horario porque cerraba al medio día y si no hubiéramos cogido ese tren tendríamos que esperar alrededor de una hora allá arriba y en las condiciones en las que estaba el tiempo no era mucho plan.
Desde este punto le envié una foto a mi madre, porque la verdad es que la situación era cómica y le ponía: ¿Ves algo? ¿No? Nosotros tampoco.
Seguimos con nuestro callejeo por la Cittá Alta y nos vamos a por el postre, aunque a mi no me cogía ya ni un gramo más, pero había que probar la famosa Polenta. A mi me resultó muy dulce pero a Rubén, con lo goloso que es le encantó, como otro postre de chocolate que se comió. Yo con mi café tenía bastante.
Bueno, no quedaba más que quisiéramos «ver» de Bérgamo y lo entrecomillo porque ya veis lo que hemos podido ver… una ciudad cubierta por la niebla. Aún así y según se iba haciendo de noche parecía que iba despejando un poquito así que por lo menos se veía algo más.
Después de tanta vuelta por la zona Alta decidimos coger el funicular y bajar a la Cittá Bassa. Paseamos por los mercadillos, llegamos hasta la estación de tren, dimos una vuelta por un centro comercial y de vuelta subimos a despedirnos de Bérgamo.
Tras dar otro tranquilo paseo por la ciudad Alta, bajamos y desde la misma parada del funicular en la parte baja cogemos el autobús hasta el aeropuerto. Todo esto después de parar a tomar el último café italiano.
Nos despedíamos así de la ciudad entre las nubes, de una ciudad que nos vino de regalo pero de una ciudad que nos había encantado.
A las 9 de la noche cogemos el vuelo directos a Vilnius, capital de Lituania.
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