Más allá de la Kenia que todos imaginamos, de safaris por la sabana africana, de las increíbles puestas de sol anaranjada, de los leones, leopardos, rinocerontes, elefantes y búfalos, existe una Kenia increíblemente bonita y desconocida, la de las playas paradisíacas (como la de Diani de la que ya hablamos) y la que nos encontramos bajo el agua, donde se encuentra la barrera de coral llena de colorido de los parques nacionales marinos, como el de Malindi y Watamu o el de Kisite. Hoy nos adentraremos en el fondo marino de Kenia para llevaros a uno de esos parques nacionales marinos con los que cuenta Kenia y que le aportan un punto más para convertirse en un destino 10, si ya no lo era sin esto.
El parque nacional Marino Kisite.
El parque nacional marino Kisite – Mpunguti, junto con el de Malindi y Watamu, son los principales parques marinos de la costa keniata. Si el de Malindi y Watamu es mucho mayor y según la época del año incluso podemos ver el tiburón ballena, el parque nacional Kisite es mucho más pequeño, unos 30 kilómetros cuadrados y se encuentra al sur de la costa de Diani, haciendo frontera con Tanzania.
En Kisite encontramos 4 kilómetros de barrera de corral de colores intensos, llena de más de 250 especies de peces, donde además podemos ver tortugas, mantas raya y delfines.
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Nuestro día en el Parque Nacional Marino Kisite.
Habíamos contratado nuestro día en el parque nacional Kisite con un chico de la playa, así que cuando tras nuestro desayuno a las 6:30 de la mañana salimos a esperar a que nos viniesen a recoger y no venía nadie, empezamos a ponernos nerviosos. A ver si al final no vienen. Es cierto que solo habíamos dado 20 dólares de los 90 que teníamos que pagar de adelanto, y que no era mucho para nosotros pero sí para ellos, así que quizá, nunca apareciesen a recogernos. Pero no fue así, tras casi 20 minutos de espera apareció nuestro chico, que nos acompañó hasta la puerta de acceso a la finca del The Sands at Nomad (se ve que por seguridad los coches no pueden acceder sin un permiso) y una vez en la puerta, esperamos a que llegase nuestra furgoneta. Allí íbamos 8 personas, de las cuales 2 se quedaron en el camino, ya que iban a hacer otras visitas. El resto continuamos el trayecto hasta Shimani, el punto desde donde salen todas las embarcaciones que visitan cada día el Parque Nacional Marino Kisite.
Da igual con quien contratéis la excursión, da igual que paguéis 45 dólares como hicimos nosotros que 120 dólares como piden en los hoteles. Al llegar a Shimoni distribuyen a la gente entre los distintos barcos de la gente local que viven de esto.
A nosotros nos tocó en una embarcación super animada, que además de enseñarnos el fondo marino, también nos enseñaron las canciones típicas de la costa keniata.
Tardamos más de una hora en llegar a Shimoni, y por el camino no paraba de mirar por la ventanilla de nuestra furgoneta, la vida, la pobre vida que tienen esta gente y el colorido de sus vestidos que contrasta con tanta pobreza. Dicen que la felicidad no se mide por las cosas que tienes y aquí llegas a la conclusión de cuanta verdad tiene esta frase. Esta gente es feliz con lo poco que tienen.
Así llegamos a Shimoni y nos dirigimos al puerto de embarque, donde esperamos pacientemente, bajo un sol abrasador a que alguien nos ubicase en una de las barcas. Allí vimos algunas de las embarcaciones que hacen el recorrido hasta Zanzibar. Puede que el viaje sea barato pero desde luego las condiciones en las que se viaja, dada la imagen que desprende el barco, no debe tener nada que ver con la idea que tenemos de lo que podría ser un crucero (y no de lujo). Puede que algún turista, de los que se llaman viajeros, estén dispuestos embarcarse en esta aventura, pero desde luego no creo que sea lo más higiénico ni lo más adecuado.
La barca partió de Shimoni y tardamos mucho, vaya si tardamos mucho en llegar a nuestro primer destino del día, la zona donde visualizar delfines. Tardamos tanto que hubo quien se mareó y por si a alguien le sirve de ayuda, lo que hicieron fue darle naranja, para que metiese en la boca, no para comerla, sino para mantenerla entre los labios. No se si funciona o no, pero la chica empezó a encontrarse mejor. Eso sí, estuvo muy mala durante bastante tiempo, tirada en el suelo del barco, donde los demás no podíamos hacer nada por ella, más que mirarla e intentar que le diese un poco el aire.
Y los vimos, claro que los vimos, delfines por un lado, delfines por otro lado. De repente te dicen: “van a asomarse por allí”, y por allí se asoman. Fue un momento increíble, la verdad. Y aunque ya habíamos visto delfines en otras ocasiones, siempre es un placer volver a reencontrarse con ellos en libertad.
Pero el mejor momento de esta aventura estaba llegando. Poder poner la máscara de snorkel, y tirarse al agua. Poder disfrutar de los espectaculares fondos marinos del Kisite National Park.
Y allí estaba, la barrera de coral, el gran colorido, los cientos de peces, incluso vimos una manta raya, algún pulpo, langosta y una tortuga. Momentos de una emoción incontrolable, momentos que jamás nos hubiésemos imaginado vivir en Kenia. El fondo marino keniata es tan espectacular como otros que hemos podido ver en destinos como Filipinas y mucho más, sin duda, que en Tailandia.
Hicimos snorkel en dos puntos distintos de la barrera de coral, y la íbamos siguiendo mientras el barco nos esperaba en el siguiente punto. He de decir que fue agotador, la verdad, hicimos unas largos recorridos que sin llevar aletas se hicieron bastante cansados y más cuando pensé que tenía que hacer el viaje de retorno, pero no fue así, ya que el barco nos esperaba al final del trayecto (menos mal).
Es una pena que las imágenes no puedan transmitir lo que hay bajo aquellas aguas, un autentico paraiso.
Visita a Wasini Island y comida local.
Nuestro barco puso rumbo hacia la Isla Wasini, donde no se dispone de puerto y por lo tanto tuvimos que cambiarnos a otra barca más pequeña para poder acceder a la isla. Una isla escarpada, con mucha vegetación y casas muy humildes donde llegamos a la hora de comer. Comimos en uno de los restaurantes locales, que básicamente es una casa donde disponen de unas mesas con vistas al mar y donde degustamos lo más típico de esta isla: los cangrejos y el pescado fresco.
Nos ofrecieron comprar lápices y libretas para los niños. Así que si decidís ir hasta aquí recordad llevar cosas para ellos. Nosotros no lo hicimos y allí los compramos, a razón de 0.50 céntimos de euro cada cosa. La verdad es que creo que deberíamos haberles dado mucho más. Los niños ya lo saben y te esperan a la salida para ver que les das. La pena es que no tienes para todos y se te queda una sensación de angustia por aquellos a los que no les puedes dar nada, que se te queda grabado para siempre.
Cuando planificamos esta visita, cuando decidimos que queríamos pasar uno de los días de estancia en Diani visitando Kisite, me dio pena, la verdad, porque prefería pasar el último día de nuestro tiempo de playa, aquí, en la playa, pero no me arrepiento para nada del día que pasamos con estos chicos en el parque marino de Kisite.
El malentendido.
Cuando nos subimos al barco para regresar a Shimani, no nos entendimos muy bien, ni nosotros ni los alemanes que nos acompañaban, porque no nos llevaron al barco, al barco con el que habíamos hecho la excursión, sino que directamente la lancha nos llevó a Shimani y el barco se quedó en Wasini. ¿Y qué problema había? Pues que todas nuestras cosas se quedaron en el barco. Así, que cuando nos dimos cuenta que el barco no venía a Shimani, cuando conseguimos hacerle entender al lanchero que nuestras cosas se habían quedado en el barco pararon a una barca que iba en dirección contraria y subieron a Rubén a ella. Nosotros nos dirigimos al puerto y Rubén de regreso al barco. Tardó una eternidad en regresar. Yo ya no sabía que pensar, pero al final apareció con nuestras cosas y con las cosas de los alemanes y ya, tranquilamente, emprendimos el regreso hacia Diani Beach.
Así es como lo vivió Ruben y así os lo cuenta:
«Habíamos acabado de comer en el sitio al que nos habían llevado tras la el esnorqueling cuando uno de los chicos de la tripulación se acercó a la mesa que compartíamos con los chicos alemanes para preguntarnos , en voz muy baja, si podíamos dar algo de propina para el capitán y para pedirnos si teníamos inconveniente en volver en una barca al puerto en vez de en el barco. Les dijimos que teníamos las cosas en el barco, y el nos dijo que la barca pararía donde el barco y nos las llevaríamos. Mientras bajábamos hasta la playa, les dimos unos lápices y unas libretas a unos niños… que habíamos comprado tras la comida, nos encontramos con una barca en la que iban más locales, nos montamos. Y para nuestra sorpresa, llegamos directamente al puerto, en la barca, no había nadie del barco en el que habíamos hecho la excursión, y tras desembarcar, nos encontramos con el chófer de la furgoneta que nos pedía que fuéramos con él. Le explicamos que nos faltaban las cosas y que no pensábamos irnos sin ellas, nuestras mascaras de esnorquel, toallas de los alemanes y demás. Le explicamos que nos habían dicho que dejáramos las cosas en el barco , que luego iríamos a por ellas y que tras el cambio de planes, la barca nos pararía en el barco. El no entendía nada, así que tras repetir que queríamos recuperar nuestras cosas, dejó la llave de la furgoneta a Maria y a os dos alemanes, diciendo que la furgo estaba “ por allí´ y fui con él. Llamó por teléfono a alguien, no sé si al barco o a alguno de ellos, y acto seguido localizó otra barca y empezó el retorno, en la barca además del barquero, obvio, y de nosotros dos estaban dos mujeres que iban hacia la playa de dónde veníamos. Yo le comentaba al chófer que había que organizarse mejor, que no se podía hacer esto, el tío asentía, ponía cara de póker y seguía llamando por el móvil. Íbamos bastante deprisa, por que el chófer le decía al barquero que le diera candela. Yo le preguntaba al chófer si sabia dónde estaba el barco y él me decía que no exactamente y yo negaba con la cabeza y el volvía a llamar. Tras la última llamada, me dijo que había hablado con el capitán y que nos esperaba en la playa. Al poquito reconocí el barco que estábamos buscando y para mi sorpresa, había empezado su camino de regreso al puerto. Yo estaba alucinando. Le grité al chófer que ese era el barco. El chófer maldijo en perfecto swahili imagino recordando a los familiares mas queridos del capitán. Y entonces le gritó al barquero que fuera hacia otra barca que navega en dirección al puerto, a la cual el barquero le hizo una señal para que se acercara y en mitad del mar, y tras dos intentos en las que casi se caen al agua, dejamos a las dos mujeres trasvasadas de barca a barca para que siguieran su camino a la playa. Yo con los ojos como platos , mientras dábamos otra vez la vuelta persiguiendo al maldito barco. Le dimos candela a la barca y cuando pudimos darle alcance, mientras hacíamos aspavientos, los del barco nos saludaban tan tranquilos. Llegamos a su costado y les pedimos que nos dieran las cosas, mientras yo buscaba al chico que nos había arreglado el regreso en barca, hasta que nuestras miradas se cruzaron, le dije que así no se hacían las cosas el se echó a reír junto con el resto de la tripulación y los turistas, y yo: “muy bonito, muy bonito”, le grité que era un desastre, recogí nuestras cosas, y nos fuimos al puerto, para desembarcar , casi a la vez que los otros…y regresamos a pié,para llegar cinco minutos después dónde nos estaban esperando los alemanes y María. |
La Cena.
Teníamos muchas pretensiones para nuestra última noche en Diani, incluso habíamos pensado en salir a cenar a algún local que habíamos visto por internet. Nos apetecía mucho conocer Ali Barbour’s Cave Restaurant, que además no estaba lejos de nuestro hotel y era una de esas cosas que llevábamos pensado hacer desde que salimos de España. Este espectacular restaurante ubicado en una cueva al lado del mar nos parecía de lo más original, sin embargo, preferimos quedarnos en el hotel. Nos estábamos haciendo muy cómodos y además, con lo rica que estaba la comida del restaurante del The Sands at Nomad, no dudamos ni un momento en cambiar los planes y cenar de nuevo con vistas al mar. Además el sitio es tan romántico, que desde luego no nos equivocamos. Y volvimos a cenar de maravilla. Y nos despedimos de Diani de la mejor manera posible y con un buen vino keniata (que no fue barato, 20 euros, pero estaba muy bueno).
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Si quieres leer el diario completo: 19 días en Kenia y Tanzania.
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