Aquella mañana nos despertábamos en el interior del Parque Nacional Murchison Falls, en un paraje totalmente increíble. Nuestro hotel, el Pakuba Safari Lodge, se encuentra situado en una elevación sobre el río Nilo, con unas espectaculares vistas y en un entorno envidiable. Había algo que ya sabíamos antes de salir de casa y empezar este viaje: Que los paisajes Ugandeses nos dejarían sin palabras. Y empezábamos a comprender el porqué.
Situación geográfica
Llama la atención como desde nuestra posición tenemos justo al frente el denominado Nilo Alberto. El río Nilo, tan majestuoso como es, adquiere distintos nombres en su recorrido. Desde su nacimiento en el Lago Victoria, y hasta que llega al Lago Alberto se le denomina Nilo Victoria. Desde el Lago Alberto y hasta la frontera con Sudán, se le denomina Nilo Alberto. Todo ello, desde el Lago Victoria hasta Jartún, se le denomina Nilo Blanco. En Jartún, se une al Nilo Azul que viene desde las montañas Etíopes. Sus aguas se juntan y así llegan hasta El Cairo, como el gran río que es…. El Río Nilo, sin más, y nada menos.
Nos encontramos en una zona increíble, rodeados de vida salvaje, con el río Nilo al frente, el Lago Alberto a nuestra mano izquierda y por detrás, en algún lugar no muy lejana, tenemos las cascadas Murchison, a donde nos dirigiríamos en barco, esta tarde.
Safari en el Parque Nacional Murchison Falls.
No hizo falta movernos mucho. Nada más salir de nuestro hotel en interior del Parque Nacional Murchison Falls, nos encontramos con las jirafas. Es increíble que no hubiésemos recorrido nada y allí estaban, tan tranquilas, pastando al amanecer. Con el color de las primeras horas del día, el paisaje era, sin duda, aún más espectacular. Puedo decir que de todos los parques nacionales que hemos visitado hasta ahora, este, el Parque Nacional Murchison Falls es el parque de las Jirafas. Aquí ellas son las reinas.
Rodeados de jirafas.
¿No os parece que la primera persona occidental que llegó a estos parajes, tuvo que quedar alucinado con lo que veía? Nosotros que ni era la primera vez que veníamos a África, ni la primera vez que veíamos vida salvaje, además de haber visto muchos documentales y aún así nos quedamos con la boca abierta. El paisaje que nos dejaba el Parque Nacional Murchison Falls era un cuadro lleno de colores, de tonos de verde, de azules, con las jirafas haciendo de elemento compositivo y con unas carreteras anaranjadas que rompían la perfección.
En el coche no se escuchaba nada más que el «click» de las cámaras, que no paraban de funcionar. Queríamos llevarnos con nosotros este recuerdo que ya sería imborrable. Teníamos jirafas por todos los lados y el momento no podía ser mejor. Acabábamos de salir del hotel y ya estábamos así ¿Con que más nos podría sorprender nuestro paseo por el Parque Nacional Murchison Falls?
Habían pasado unos 20 minutos contemplando a las jirafas cuando decidimos continuar el camino. Continuamos por estos caminos de tierra naranja, cuando no había pasado ni cinco minutos y Robert hace el gesto de parar. Gilbert detiene el coche. Vamos hacia atrás. No sabemos que pasa. Miramos en la dirección en la que Robert mira. No vemos nada. Damos un poco más hacia atrás. Sigo sin ver nada. ¿Qué pasa? De repente Robert nos dice: «Mirad hacia el árbol. En el suelo hay un leopardo». ¿Un leopardo? ¿Cómo puede ser?
Sabíamos que este viaje a Uganda no nos iba a dar momentazos como el que nos había dado el viaje a Botswana en 14 días o eso era lo que nosotros pensábamos antes de venir. A raíz de la dura historia que sufrió Uganda (os lo contamos en Información útil para viajar), Uganda se quedó prácticamente sin vida salvaje y aunque se está recuperando todavía no ha llegado al punto en el que nos gustaría que se encontrase. Por eso sí veníamos dispuestos a que Uganda nos sorprendiese pero sin demasiadas expectativas en cuanto a vida animal (salvando la razón que nos había llevado a venir a aquí: Ver los Gorilas de la Montaña). Así que ver un leopardo en nuestros primeros minutos de safari era algo impensable.
La caza del leopardo en el Parque Nacional Murchison Falls.
Cuando esto ocurre yo todavía no le veo. Ni con los prismáticos, ni con el zoom de la cámara. Nada. No le veo. Carmen es la primera que lo divisa pero no nos dio tiempo a mucho más porque hubo una razón por la que todos le vimos: el leopardo saltó y se subió al árbol. No estuvo mucho tiempo arriba. Se le veía inquieto, nervioso. Se movía mucho. Observaba. Robert nos dice que tiene hambre
¿Cómo harán para saber todo esto? Nos dice además que está observando y buscando una presa. Miramos a nuestro alrededor. Se ven algunos antílopes, algunos elefantes (muy grandes para ellos) pero no sabemos muy bien qué es lo que está mirando el leopardo. Pero se baja del árbol. La hierba está muy alta y no le vemos. No sabemos donde está. Se debe de mover tan sigilosamente que ni siquiera vemos moverse la hierba.
De repente aparece entre la hierba alta. Está tranquilo. Calmado. Descansa. Vuelve a ponerse en marcha y le volvemos a perder. Hay arbustos y parece que está detrás de alguno de ellos. Movemos el coche para colocarnos en otra posición. Aparece otro coche, ya somos más ojos para mirar, pero nadie ve nada. Hasta que Carmen, que nunca había hecho un safari y era la primera vez que veía un leopardo en su entorno natural, lo detecta tumbado en la hierba. Increíble. Nos ponemos como locos de nuevo. ¡Qué suerte habíamos tenido! y lo teníamos tan cerca ahora.
Y lo que ocurrió ocurrió en apenas unos segundos. Pasamos de ver el leopardo tumbado entre la hierba larga a verlo levantarse rápidamente y la siguiente imagen es verlo con un pequeño cervatillo entre sus fauces. Increíble pero cierto. Después de aquella caza de leones que vimos en Botswana no me podía imaginar que hubiese otro momento así en nuestros safaris. Y sí, aquí lo teníamos, la caza de un leopardo en Uganda.
El leopardo llevó al antílope hasta la base del árbol. No les veíamos pero sabíamos que estaba ahí. Tenía intención de subirlo al árbol así que íbamos a hacer lo que hay que hacer en los safaris: tener paciencia y esperar. Habían pasado unos 25 minutos desde que habíamos llegado a la zona y ahora tocaba esperar y observar.
El entorno del leopardo.
No os creáis que allí, en el punto en el que estábamos, solo había un leopardo que ver y que la espera se nos iba a hacer aburrida, porque nada más lejos de la realidad. Mirases donde mirases había algo que fotografiar, algo increíble que ver y un paisaje brutal que contemplar.
El desenlace del leopardo.
Volvemos a ver el leopardo. Se sube al árbol. Gilbert y Robert nos dicen que está buscando la manera de subir al antílope al árbol. Que les parece que no lo va a conseguir. Ha pasado bastante tiempo y creen que ha comido demasiado, con lo que con el estómago tan lleno, la agilidad no es la misma y le va a costar. El leopardo se mueve por el árbol. Está analizando la situación.
Se vuelve a bajar. No sabemos donde está hasta que aparece en el árbol siguiente. Parece ser que ese árbol tiene una forma distinta y quizá le sea más fácil subirlo.
En total estuvimos una hora y media, algo que no es mucho para todo lo que nos ofreció este primer safari, cuando decidimos abandonar la zona. Gilbert y Robert estaban ya seguros, con todo lo que habían visto, que el leopardo no subiría la presa al árbol. Más tarde pudimos comprobar que así fue, ya que volvimos a pasar por aquí no vimos ni al leopardo ni a su presa.
Elefantes, antílopes, búfalos, jirafas, monos….
El safari continuó por el Parque Nacional Murchison Falls que nos mostró imágenes increíbles. Elefantes, antílopes de distintos tipos, búfalos, monos… de todo lo que para nosotros es normal en un safari, lo que para Carmen, Ana y Alberto eran ahora novedades.
Aparecen los facóqueros (pumba para entendernos) y la grulla coronada gris, emblema de la bandera ugandesa.
La zona de los hipopótamos.
Hay una zona en el Parque Nacional Murchison Falls donde los reyes son los hipopótamos. Allí estaban metidos en el agua, disfrutando de los baños de la mañana. Los hipopótamos tienen una piel muy sensible, frente a lo que pueda parecer y es por ello por lo que permanecen la mayor parte del tiempo sumergidos en el agua. Salen por la noche para comer, aunque también salen de día por lo que nuestra intención ahora que los habíamos localizado, era que Carmen pudiese ver un hipopótamo fuera del agua ¿lo conseguiríamos? Quizá en el Parque Nacional Murchison Falls no, pero aún teníamos mucho tiempo, mucho viaje y muchos parques que visitar y seguro que alguno se mostraba en pie.
El camino de vuelta al Pakuba Lodge.
Emprendimos el camino de vuelta hacia el hotel. Teníamos que comer para por la tarde navegar por el Nilo e ir a visitar al famosas Murchison Falls. El camino de vuelta nos dejó imágenes como un grupo de elefantes, que no sabemos muy bien que les pasaba pero corrían, de un lado al otro de la carretera (tuvimos que parar para dejarles pasar) y siguieron corriendo sin saber muy bien hacia donde, porque parecían correr sin rumbo.
Crucero por el Nilo.
Después de comer pusimos rumbo a Paraa, el lugar donde en el día de ayer nos había dejado el transbordador. Ahí debíamos esperar por el barco que nos llevaría de ruta Nilo arriba, en dirección a las Murchison Falls.
La historia de Samuel Baker y Florence von Suss
Cuando nos subimos en aquel barco, lo hice con la historia de Samuel Baker y Florence von Suss en mi cabeza. De todos cuantos libros de exploración puedas leer, quizá la más literaria, la más emotiva y la más cautivadora, sea la que Samuel Baker narra en su libro «The Albert Nýanza, Great Basin of Nile». No en vano, se dice que con este libro nació la literatura de viajes.
Samuel Baker tenía algo que no tenían sus compatriotas exploradores. Él no dependía de la financiación de la Real Sociedad Geográfica como hacían el resto. Samuel Baker era rico, y por ello podía hacer los viajes que le viniesen en gana. Hay que recordar que en aquella época, un viaje así, épico, requería de muchos medios. Requería de barcos, de muchos porteadores, acompañantes, víveres… y para conseguir estos medios se necesitaba una buena financiación. Baker no necesitaba que nadie le financiase ya que provenía de una familia rica, propietaria de un banco y varias plantaciones en Mauricio y Sri Lanka. Y tan poco le importaba todo que en Bulgaría (entonces bajo administración turca) pujó en una venta de esclavos por una joven rumana de la que quedó totalmente prendado. Y sí, se la llevó.
Aquella mujer marcaría sus viajes y su vida, y sería tan protagonista como él de todo lo que consiguió en el interior del continente africano. Aquella mujer, una de las primeras exploradoras africanas se llamaba Florence Barbara María von Suss, que provenía de una familia de Transilvania, y de la que tenemos mucha información dado que hizo algo poco propio de aquella época: escribir libros, narrando las aventuras en el interior de África.
Si a Livingston le había llevado a África su afán evangelizador, a Burton y a Speke (junto con Grant) su afán de poner un punto en el mapa, a Stanley como periodista el contar una historia en busca de Livingston, lo que realmente llevó a Baker a África fue la caza. Su único propósito al entrar en este continente por Egipto y remontar El Nilo en 1861 no era otra que la de cazar y poder tener cuantos más trofeos mejor. Así llegó a Jartún donde permaneció un tiempo disparando a todo lo que se le ponía al frente.
África le volvió del revés, le despertó sueños que nunca había imaginado llegaría a tener y le dejó escribir una página de su historia.
Javier Reverte, El Sueño de África
Esta frase resume claramente lo que le sucedió a Samuel Baker, que por casualidad acabó buscando las fuentes del Nilo y escribiendo una parte importante de la historia de este continente. Fue el primer hombre blanco en alcanzar el lago Nyanza, al que bautizó con el nombre del reciente fallecido rey consorte de la Reina Victoria, convirtiéndose así en el Lago Alberto.
Cuando llevaban varios meses en Jartún, Baker y Florence, reciben un telegrama de la Royal Geographical Society. En este se les solicitaba su ayuda para ir en busca de Speke y Grant que llevaban ya dos años en el interior del continente africano y meses sin dar señales de vida. Esto ocurrió justo cuando Speke ya había llegado a las Ripon Falls y había «descubierto» el Nacimiento del Nilo. (os lo contamos en «Destino Uganda. Un poco de historia«).
Después de aquello, Speke y Grant siguieron el curso del río, en un afán de comprobar que aquel río era El Nilo y que por lo tanto les llevaría hasta Egipto.
A Baker poco incentivo le hacía falta para considerar esta misión como la misión de su vida. Y no dudó en hacerse con barcos, hombres y recursos para emprender el viaje hacia Gondokoro (en el actual Sudán) donde debía esperar a Grant y Speke y ayudarles a volver.
El viaje no fue fácil y pasaron por muchas penurias, enfermedades y conflictos. Pero en enero de 1863 alcanzó el Gondokoro, siendo además el primer hombre occidental en hacerlo. O al menos que se supiese en aquella época. Allí aguardó la llegada de Grant y Speke haciendo lo que había ido a hacer a África: cazar.
No tardaron mucho en aparecer y solo 15 días después Grant y Speke alcanzaron Gondokoro, llegando en muy malas condiciones pero con la gloria de haber llevado a cabo una de las hazañas más importantes del siglo; haber puesto en un mapa el nacimiento de río Nilo.
Entre todas las historias que Grant y Speke les contaron a Baker y Florence, hubo una que despertó el afán explorador de Baker Tenía que alcanzar ese otro gran lago, no alcanzado aún por ningún hombre blanco y que según Speke podría ser otra de las fuentes del Nilo: El Lago Nyanza. Para Baker, en aquel momento suponía el poder ser él quien realmente pusiese el nombre a las verdaderas fuentes del Nilo.
Así Baker y Florence se pusieron en marcha dando lugar a uno de los viajes más calamitosos de cuantos se relataron sobre las expediciones en el interior de África. Puede ser también que como he dicho, Baker se convirtió en un gran narrador de historias y que puede que mucho de lo que cuenta sea verdad, y otro mucho más literatura viajera. Aunque no soy quien para quitarle el mérito, ya que sin duda el viaje fue duro, muy duro y de eso da fe el que tardó más de un año en recorrer tan solo 250 kilómetros.
El entorno del Rio Nilo en el Parque Nacional Murchison Falls.
Nos subimos al barco y nos situamos en la parte de la izquierda y en la parte de arriba para tener una mejor perspectiva. El barco comenzó a moverse y empezamos a navegar Nilo arriba. Me llama la atención como el Nilo y su entorno cambian tanto durante su recorrido. 3 meses antes habíamos navegado por el Nilo en Egipto y las imágenes son muy distintas a las que vemos hoy. El río aquí es más estrecho, pero no es de extrañar, estamos más cerca de su nacimiento. Pero lo vemos igual de majestuoso, igual de imponente y lo vemos como una fuente de vida, a igual que de una manera distinta, lo veíamos en Egipto.
El Nilo nos va dejando sus mejores imágenes. Primero son los hipopótamos que nos vienen a dar la bienvenida. Llega un momento que no sabemos a donde mirar: a mano derecha los hipos, a mano izquierda un paisaje impresionante, con águilas, antílopes que se paran a observarnos al pasar, elefantes, jirafas… un verdadero arca de Noé.
Me paro un segundo: creo que ha llegado el momento de mirar las caras de mis compañeros. Ana y Alberto estaban en la parte de abajo, habían decidido hacer el viaje allí; Carmen miraba, totalmente concentrada al frente. Quisiera saber en ese momento que se le estaba pasando por la cabeza; y Ana disfrutaba con su habitual sonrisa, del más puro sabor africano.
Avanzamos lentamente. Bueno, lentamente para quien está acostumbrado al movimiento rápido. Si le dijesen a Baker que hicimos este camino en apenas dos horas de viaje, se hubiese echado las manos a la cabeza. Él tardó varios días en hacerlo en su canoa de madera.
Las imágenes se suceden: elefantes, jirafas y un paisaje maravilloso. Y claro también aparecen ellos, los reyes del Nilo, los cocodrilos.
Las primeras imágenes de Murchison Falls.
Con las primeras imágenes de las Cataratas Muchison llegaron los primeros truenos y relámpagos. Parecía que Murchison Falls nos recibía con la furia del agua del río y con la furia del cielo. Empezó a llover.
Recuerdo cómo cuando estábamos preparando nuestro primer viaje a África, aquel viaje por Kenia y Tanzania en 19 días en época de lluvias cortas, me obsesionaba que lloviese y cómo todo el mundo me tranquilizaba con un: «aunque llueva los animales están igual». Y la verdad es que es cierto. Pese a la tormenta que nos estaba cayendo, los animales estaban ahí, no se iban a ninguna parte. Así que disfrutamos del resto del crucero camino de Murchison Falls mientras el ruido de las cascadas se intensificaba cada vez más, y la lluvia caía cada vez más fuerte.
Unos datos sobre las Murchison Falls.
Las cascadas Murchison, llamadas también Kaberaga en honor al rey de Bunyoro (nombre puesto por Idi Amin Dada, el dictador), son una sucesión de tres cataratas que libran un desnivel de 43 metros en el mayor salto de agua. En total, desde su nacimiento, son 120 metros y tienen una anchura de unos 7 metros. Con estos datos nos estaremos preguntando ¿son realmente tan impresionantes como para dedicarles esta visita? ¿Si ya habíamos estado en Las Cataratas Victoria en Zimbawe o en las Cataratas del Niagara en Canadá, que nos hacía pensar que estas nos iban a impresionar?
Cierto es que los datos no son abrumadores, sin embargo solo hay que pensar que toda la inmensidad del Nilo pasa por esta grieta de 7 metros, con lo que la agresividad del agua al pasar por aquí es brutal y eso se nota en el ruido que poco a poco se va haciendo más evidente, y en la nube de agua que se forma a su alrededor.
El treking hacia Murchison Falls.
Cuando nos bajamos del barco para comenzar el trekking hasta las Murchison falls seguía lloviendo intensamente. Como no quería que me pasase lo mismo con la cámara que lo que nos pasó en el Parque Nacional Bako, donde acabé por fastiadarla, guardé la cámara en la mochila e hicimos el primer tramo con el móvil.
No pasó mucho rato hasta que la nube negra se quitó y poco a poco la tormenta fue remitiendo y el sol fue saliendo. ¿Esto que provocó? Es cierto que nos alegramos porque dejase de llover, lo ideal hubiese sido que no lloviese, pero al llover, con el terreno tan caliente como estaba por todo el día de un sol abrasador, hizo que toda esa lluvia sobre el terreno se convirtiese en una densa humedad que casi asfixiante. Y esto al principio era molesto pero según íbamos ascendiendo se convirtió en algo tortuoso.
Por el camino fuimos pasando por diferentes miradores. Cada vez estábamos más cerca de las cascadas y llegó un momento en que las teníamos tan cerca que nos estábamos mojando. Al llegar al mismo inicio de las cascadas, la imagen, el ruido, el momento fue brutal. Tanta agua pasando por un sitio tan pequeño era directamente abrumador.
El incidente más emocionante a lo largo del Nilo
Samuel Baker, 1864
Baker y su llegada a las Murchison Falls.
El 14 de marzo de 1864 alcanzó el Lago Alberto, llegando exhausto y con malaria. Y en aquel momento le embargó la euforia, se sentía el descubridor de las verdaderas fuentes del Nilo.
Aquí estaba la gran cuenca del Nilo que recibía cada gota de agua, desde el chubasco pasajero hasta el torrente estruendoso de las montañas que desaguaba del África Central hacia el norte. Este era el gran depósito del Nilo»
Samuel Baker, 1864
El 3 de Abril, Baker llegó hasta las cascadas, al doblar un recodo del río, por el mismo sitio por el que habíamos pasado nosotros 155 años después, divisó las cataratas. Y así describe el momento:
Esta fue la cascada más grande del Nilo y, en honor del distinguido presidente de la Royal Geographical Society, la llamé Murchison Falls.
Samuel Baker, 1864
Igual que él nosotros hicimos nuestra majestuosa entrada en el entorno de Murchison Falls donde nos esperaba Robert con una sonrisa en la cara.
Así, con estas últimas imágenes nos despedimos de Murchison Falls y de este pedacito de historia. Poníamos rumbo de nuevo al trasbordador y de nuevo al Parque Nacional Murchison Falls.
Precios de safaris en Uganda 2023
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