A falta de tres días para partir hacia Puebla de Sanabria, ya teníamos claro que el plan del viaje había cambiado. Si en un principio íbamos dispuestos a hacer rutas, conocer el entorno y disfrutar del ambiente, ahora y tras los últimos acontecimientos íbamos con la intención de descansar, descansar y descansar… Por otro lado, unos días antes investigando por Internet descubrí que justo este fin de semana en Puebla era el mercado medieval anual, que es uno de los mayores de España, con lo que la emoción iba en aumento (con lo que me gustan los mercados!!!!, otro de los motivos para no hacer nada, descansar y pasear por el mercado). Además, como consecuencia de esto, se hacían una serie de actividades y de eventos medievales que hacían que el motivo del fin de semana pegara un giro de 180 grados. Sin embargo y pese a que la intención era descansar, pasear y disfrutar y no hacer mucho, …. una vez más… nos equivocamos.
El Viernes 12, sobre las cuatro de la tarde (entre pitos y flautas se nos hizo un poco tarde) salimos dirección a Puebla. El camino no se hizo pesado, ni largo y en menos de dos horas y media estábamos a la entrada del pueblo. El día antes me habían llamado del hotel para decirnos que si estábamos enterados de que ese fin de semana se realizaba el mercado medieval, y que como consecuencia del mercado cerraban la parte antigua del pueblo y que para poder acceder a la posada, debían dar nuestros datos a protección civil, que nos preguntarían al entrar y nos dejarían pasar. Y así fue. Llegamos a la entrada, nos encontramos con protección civil, les dijimos donde nos alojábamos y nuestros nombres y nos dejaron pasar, diciéndonos más o menos donde podíamos aparcar el coche. Una vez en la posada, estos nos dieron una tarjeta que debíamos colocar en la parte delantera del coche y que nos permitía entrar y salir del pueblo sin problemas.
Llegamos a la habitación y ésta era tal cual la había reservado, con un pero… Parece ser que esta parte del pueblo, al estar protegida, no dejan hacer muchas modificaciones, con lo que los hoteles y posadas no pueden poner aire acondicionado (por el que los tubos de salida y demás chocarían con el entorno) Pues bien, dimos con el fin de semana más caluroso de lo que llevaba de año, pues como bien nos comentó la chica de recepción no habían tenido un buen verano y no les había hecho muy bueno. Bueno, pues nada, a pasar calor. Como la habitación era en un bajo techo, os podéis imaginar el calor que hacía allí y solo nos quedaba abrir el velux. Pero aquí viene otro problema: son fiestas en Puebla, por lo que abrir el velux era como estar en pleno centro de la movida. En fin… que hay que sufrir.
En la habitación teníamos un montón de detalles: un poco de fruta, unas chocolatinas, un montón de folletos y de información de los alrededores, además disponía de DVD y un montón de películas que se podían ver (por supuesto no vimos ninguna, no hubo tiempo, jeje).
Sin esperar mucho más, nos vamos a la calle. Dimos un paseo por el pueblo, mirando todas y cada una de sus calles, disfrutando de las callejuelas, de las vistas, y del mercado. La verdad es que el ambiente era muy muy bueno y el pueblo es … encantador.
Nos acercamos hasta el castillo y en esta zona fue donde vimos un puesto de mojitos… y no nos pudimos resistir. Tomamos el mojito al lado mismo del castillo y con unas vistas espectaculares. Como ya apretaba el hambre, vimos un puesto de pizzas y cogimos unas porciones. Y repetimos, así que os imagináis como estaban de buenas. Eso si, yo no me la pude acabar. Estaba llenísima, así que debíamos bajarla con un par de mojitos. Seguimos con el paseo y nos sentamos a ver la puesta de sol maravillosa, un sitio verdaderamente romántico. Y poco después me cayó el primer regalo que me hizo Rubén este fin de semana, un precioso anillo de plata.
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