El Ngorongoro y el arca de Noé.
No creo que nadie que haya hecho un safari por el Norte de Tanzania haya dejado sin visitar el Área de Conservación del Nogorongoro. Es posible que dejes, por falta de tiempo, fuera de planning el Serengeti ya que está bastante alejado de Arusha y se requieren días para llegar y para verlo. Quizá se dejen fuera el PN Tarangire, o el Lago Manyara, pero estoy segura que todo el que visita el Norte de Tanzania visitará el Ngorongoro.
No hay un lugar más completo para realizar un safari que este agujero en medio de las llanuras del Serengeti, en cuyo interior existe una variedad de fauna difícil de encontrar en ningún otro lugar del mundo y en tan solo unos 300 kilómetros cuadrados.
Visitar el Ngorongoro te da la posibilidad de ver los 5 grandes, y no hay muchos lugares, donde eso pueda suceder casi con seguridad.
Era nuestro día número 11 de viaje, poco a poco llagaba el final, y para ello haríamos un descenso al cráter pero también una caminata a pie con un ranger, para vivir de cerca, que es tener fauna salvaje cerca. ¿Te vienes a verlo?
Viaja con nosotros
Este viaje «Gran Ruta Norte de Tanzania» se desarrolló tal y como lo estáis leyendo durante el mes de Septiembre del año 2021, en uno de los viajes que realizamos bajo el concepto «Viaja con nosotros». Desde hace años ofrecemos la posibilidad a nuestros lectores, seguidores de redes sociales y clientes de la agencia de viajes a acompañarnos. Y este fue nuestro tercer «Viaje con vosotros».
Si quieres realizar un viaje similar o parecido a este, consulta las fechas de salida regular o si lo prefieres, pídenos un presupuesto para un viaje en privado a un país que estoy segura que te sorprenderá.
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Segunda vez en Ngorongoro
Corría el año 2016, año en el que realizamos nuestro primer safari de 19 días entre Kenia y Tanzania. En aquella ocasión dedicamos tan solo 3 días a Tanzania, porque no me quería ir, del que creía que sería mi primer y último safari, sin poder contemplar el que para mi era uno de esos tesoros que aún guarda este mundo, el cráter del Ngorongoro.
Era 17 de Diciembre. Habíamos dormido en un fabuloso hotel con vistas al cráter. Y aquel día, fue el día en el que supe, que este viaje no había sido el último a África, ni el último a Tanzania. Que tenía que volver, y que cuando volviese, lo haría otra vez para poder vivir lo que vivimos este día aquí. Cuando volviese, tenía claro que volvería a contemplar el cráter, a pasear por sus praderas, por sus bosques y a vivir otra vez lo que es parecer que estás en el mismo Arca de Noé. Fue por esa razón, por la que el artículo de aquel diario, de aquel día, lo llamé así: Ngorongoro y el Arca de Noé.
Casi 5 años después de aquel día, volvíamos a Tanzania, con esta era la tercera vez, y volvíamos otra vez al Cráter del Ngorongoro, donde esperaba vivir un safari mágico aunque sabía que sería distinto. Ya sabéis que no hay dos safaris iguales, aunque te empeñes en ello no lo será. Puedes volver una y otra vez al mismo parque y la experiencia será siempre distinta. Y hoy, 11 de Septiembre de 2021, lo íbamos a comprobar.
El Ngorongoro bajo un manto de nubes.
Cuando aquella mañana nos despertamos en nuestro hotel del cráter del Ngorongoro, no nos podíamos creer lo que estábamos viendo y viviendo. Que iba a hacer frío lo teníamos claro. Ya habíamos vivido ese importante descenso de temperatura en nuestra llegada al lodge del día anterior, pero lo que no nos esperábamos era levantarnos con una niebla que prácticamente no se veía nada de lo que teníamos a dos metros.
Cuando nos subimos al coche después del desayuno para poner rumbo al interior del Cráter, era aún de noche de cerrada. Entre la escasez de luz y la niebla intensa, no veíamos nada a dos palmos de nosotros. Íbamos abrigados como si estuviésemos en el norte de Europa en Diciembre. La temperatura era tremendamente baja, y en estos casos lo mejor es llevar capas.
Tocaba hacer una caminata a pie por el cráter con un ranger, pero ¿Cómo íbamos a hacer una caminata sin ver absolutamente nada? Aquí es donde interviene el guía, que sin que amaneciese aún, sin que nosotros nos preocupásemos por nada, antes de subirnos al coche y seguramente antes de desayunar, ya había cambiado la hora de la caminata. Esperaríamos al medio día, cuando esa espesa niebla nos permitiese ver algo más allá de nuestras narices.
El descenso al Crater del Ngorongoro
Lo bueno para visitar el cráter del Ngorongoro, es estar a las 6 de la mañana en la puerta de acceso. Esto nos permite aprovechar al máxima la estancia permitida dentro del Cráter. Si duermes fuera, o te toca madrugar mucho más, o tendrás menos tiempo dentro. Nosotros habíamos dormido dentro así que a las 6 de la mañana empezábamos el descenso.
Cuando empezamos a bajar aún no había luz, pero en el Norte de Tanzania amanece muy rápido y sin que te des apenas cuenta, se hará de día como si encendiésemos una bombilla.
Ya el día anterior, mientras ascendíamos por la ladera exterior del cráter hasta nuestro alojamiento, ya percibimos el cambio tan importante de paisaje que teníamos delante. Habíamos pasado de las extensas llanuras del Serengeti, a un lugar boscoso, lleno de vegetación impenetrable, que más se parecía a Uganda que a lo que habíamos visto hasta ahora. Yo no paraba de preguntarme qué veríamos en una caminata a pie entre tanta impresionante vegetación.
Cuando llegamos al fondo del cráter ya había amanecido totalmente. Aunque seguía muy nublado y no importaba, porque lo que teníamos delante era realmente sobrecogedor.
¿Sabías que….?
- El cráter del Ngorongoro se creó cuando hace unos 2-3 millones de años, un volcán colapsó creando una de las mayores calderas volcánicas del mundo.
- En 1951, ya se había establecido una primera Área Protegida que cubría las tierras del sur del Serengeti y la zona del área del Ngorongoro. Pero era necesario crear una zona mucho más amplia si se quería que la Gran Migración siguiese existiendo.
- En 1959, se separa el Serengeti del Área de Conservación del Ngorogongoro. Esto es debido, fundamentalmente, a las presiones del pueblo Masai, que veía reducido su terreno de pastoreo y su zona para habitar, poco a poco y a la nada.
- Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978.
- El cráter del Ngorongoro se encuentra aproximadamente a unos 2.280 metros de altitud. En el fondo se alcanzan los 1.670 metros.
- Mide unos 20 km de diámetro, con paredes que alcanzan los 600 metros de altura.
- Alberga en su interior la mayor concentración de mamíferos del mundo.
- Se encuentra a tan solo 180 kilómetros de Arusha, «la capital turística» de Tanzania.
- En un safari de tan solo un día, se pueden ver los 5 grandes (león, búfalo, elefante, rinoceronte y leopardo).
- En su interior se encuentra la mayor población de rinocerontes negros de África Oriental.
- Dentro del área de Conservación del Ngorongoro se encuentra la Garganta de Olduvai, conocida como «la cuna de la humanidad».
Con todo esto solo te tienes que imaginar: un gran agujero en el suelo, el mayor cráter del mundo, y en su interior la mayor concentración de vida salvaje, con un paisaje de infarto, y con Masais pastando su ganado. Todo esto a 180 kilómetros de Arusha y en un sitio único del mundo. ¿No te parece algo extraordinario?
Un Ngorongoro distinto
En mi primera visita al Ngorongoro había quedado tan impresionada por lo que vi y viví aquí que tuve claro que algún día regresaría. Ese día había llegado y lo que empezaba a ver y a sentir era algo muy distinto a lo que viví la primera vez. Siempre digo que puedes repetir 100 veces un safari en el mismo sitio y que la experiencia será totalmente distinta. Esto lo estaba sintiendo hoy aquí. Y no porque viésemos más o menos animales, sino porque se veía un parque distinto.
No se si tiene que ver con que esta vez el descenso al parque lo hicimos por la ladera casi opuesta a la primera vez, y que la ruta que seguimos por el fondo fue distinta; o porque el día estaba más nublado y los colores que percibíamos muy distintos; o simplemente que nosotros somos otros, hemos cambiado y también nuestra percepción del mundo lo ha hecho. Pero lo cierto es que sentía que el Ngorongoro era otra cosa distinta. Quizá más verde. Quizá con muchas más cebras y búfalos que la vez anterior. Quizá con menos elefantes… pero si que es cierto que seguía sintiendo lo mismo. Que un agujero en el suelo, pueda concentrar tanta cantidad de animales es algo inigualable. Como dije en aquella ocasión, lo más parecido a un arca de Noé o al mismísimo Edén.
Siempre pienso que el Ngorongoro ha tenido que permanecer inalterado durante muchísimos siglos y que quizá lo que veamos hoy sea casi similar a lo cómo era o cómo estaba en el Nogorongoro cuando fue pisado o poblado por primera vez.
El bosque Lerai
Había amanecido totalmente cuando llegamos al bosque Lerai. Continuación del bosque denso que habíamos dejado atrás en el descenso. Lerai es el nombre masái que se le da a un tipo de acacia de color amarillo que en este bosque es muy frecuente. La mejor hora para visitar el bosque Lerai es al amanecer, justo el momento en el que podríamos ver alguno de los Leopardos que frecuentan esta zona. Ya os lo adelanto, no vimos un leopardo. Lo que si vimos fueron cientos de babuinos y otros monos.
No es que precisamente los babuinos sean mi animal preferido. Es más, creo que después de un viaje como el que estábamos viviendo siento más simpatía por el feo y tozudo ñu que por los babuinos. Es un animal que nunca me ha gustado, que no me dan confianza y que cuanto más lejos los tengamos mejor. Unas cuantas fotos de su actividad frenética en la madrugada y continuamos el camino.
Hicimos una primera parada para ir al servicio. El frío de la mañana se hacía notar y necesitábamos además mover un poco el cuerpo. Dimos unos paseos que siempre vienen bien y subimos de nuevo al coche.
Salimos hacia las llanuras centrales del cráter, donde abunda la hierba baja y que es donde se encuentran las grandes manadas de cebras, búfalos, ñus y alguna que otra avestruz. La imagen era de postal. Miles y miles de animales, allá donde pongas la vista verás más de uno, de dos y de tres, con aquella luz de la mañana que atravesaba las negras y tupidas nubes. Realmente, el momento, era mágico.
El chacal, una buena señal.
Vimos nuestro primer chacal dentro del Ngorongoro, lo que sería una señal para lo que veríamos justo a continuación. Y digo que sería una señal porque no fue la primera vez, que después de ver un chacal nos encontramos con una manada de leones.
Los primeros leones del Ngorongoro.
Y es que el chacal nos dio suerte, y casi sin darnos cuenta teníamos delante un par de leones. Uno se nos cruzó y lentamente avanzaba entre la alta hierba de la ladera del Ngorongoro, hasta que encontró un bueno lugar donde acostarse. Los leones tienen muy poca actividad. Se dice que pasan unas 16 horas al día o durmiendo, o dormitando… Y por tanto lo más habitual es verles así, tumbados. ¡Qué buena vida la del rey de la selva!.
¿Quiénes fueron los primeros pobladores del Ngorongoro?
Desde que el Ngorongoro se creó hace más de 2 millones de años, hasta que se prohibieron los asentamientos humanos dentro del cráter en 1928, el Ngorongoro ha visto pasar una bonita historia, aunque también muy dramática en ocasiones.
Aunque muy cerca del interior del Cráter y perteneciendo al Área de Conservación del Ngorongoro, se encuentra lo que se conoce como la cuna de la humanidad, donde se han encontrado los primeros homínidos, no se ha encontrado ningún vestigio dentro del cráter que indique que alguno de ellos llegó a poblarlo.
Los primeros restos que nos indican que en el Ngorongoro hubo asentamientos humanos, datan de hace unos 10.000 años. Restos de cuencos de piedra y utensilios encontrados así lo demuestran.
Se cree que los siguientes en utilizar la zona del Ngorongoro fueron los iraquíes hace unos 2000 años, y se cree que son los responsables de los restos inusuales de formas de riego encontradas en Engakura (fuera del cráter, pero en terreno del Área de conservación del Ngorongoro).
Los primeros pobladores como tal del Ngorongoro fueron los Datoga. Una tribu que tendremos oportunidad de conocer dentro de unos días. Los datogas, al igual que los Masai, eran una tribu de guerreros. Son conocidos como «Magati» en lengua Masai, que significa «enemigo». Y es que entre ambas tribus ocurrió la última de las grandes guerras entre etnias en Tanzania.
Los Datoga llegan al Cráter del Ngorongoro en el entorno del año 1700. Ocupan estas tierras hasta que en los primeros años del S.XIX llegan los guerreos Masai. Se produce entre las dos tribus un brutal y sangriento enfrentamiento que ganan los Masai, por lo que se quedan con las tierras. Todavía, a día de hoy, ambas tribus recuerdan esta «guerra».
Los masái permanecen en las tierras del Cráter hasta que a finales del S.XIX lo tuvieron que abandonarlo a causa de la peste. Cuando intentaron volver, hacia 1928, esta zona ya estaba protegida y no se les permitió. Actualmente tienen sus bomas y manyattas en el entorno del cráter, pero no en su interior.
Engitati Hills y las vistas de las manadas de ñus del Ngorongoro.
Después de dajar dormitando a los dos leones, nos pusimos en marcha hacia Engitati Hills. Por el camino me asombro de la cantidad de ñus y cebras que hay en el Ngorongoro en esta ocasión. Ya la vez anterior habíamos visto casi más ñus en el Ngororongoro que en ningún otro sitio de nuestros 19 días por Kenia y Tanzania. Pero en aquella ocasión no era de extrañar, la Gran Migración ya podía estar acercándose al sur. Sin embargo, nos damos cuenta esta vez, que la mayoría de ñus y cebras del Ngorongoro no migran, y permanecen aquí la mayor parte de año.
El clima particular del cráter, con lluvias durante casi todo el año, hace que tengan comida y agua suficiente como para no tener que emigrar al norte.
Subimos a la colina y desde allí teníamos una imagen en perspectiva del fondo del cráter, de las llanuras, de las escarpadas pareces y de las grandes manadas de ñus, cebras y búfalos del Ngorongoro. También, desde la altura que nos daba la colina, pudimos comprobar la cantidad de colores del cráter, pasando de zonas de bosque denso, a zonas de pastizal seco y zonas de un verde intenso.
Otro chacal, un buen augurio.
Cuando emprendimos la bajada de la colina, nos cruzamos con otro chacal. Y nos dio por pensar que este animal nos traía suerte. Si hace un rato ver un chacal había sido la señal de que algo bueno estaba a punto de ocurrir, ahora estábamos seguros de que volvería a ser igual. Y no nos equivocamos. Nada más bajar la colina nos encontramos con una enorme manada de leones.
Los leones del Ngorongoro.
Una gran manada de leones estaba al lado de un riachuelo. Bebiendo. No veíamos muchos pero intuíamos que lo eran. Said, que de esto sabe mucho, decide cambiarse de posición. Lo que distingue un buen guía de otros es que los buenos guías conocen a la perfección el comportamiento de los animales y él sabía que después de beber se iban a mover, y sabía exactamente hacia donde. Así que abandonamos la zona donde estaban bebiendo y nos pusimos en el lado opuesto, al lado de un camino.
Y esperamos. Y efectivamente no se equivocaba. Al cabo de un rato vemos aparecer la primera leona. Y tras ella el resto. No puedo deciros cuantos leones había porque eran imposibles de contar. Pero en un rato nos vimos rodeados. Aparecieron más coches. Se pusieron en el entorno. A algunos no les pareció bien que estuviésemos ya allí, pero es que en realidad esto es lo que es conocer el comportamiento animal y saber qué es lo que van a hacer.
No solo nos rodearon sino que alguno decidió pasar a nuestro lado, pararse un rato, incluso tumbarse. Lo que nos dio un ángulo perfecto para sacar auténticos detalles de la cara de un león.
Cuando regresamos de un viaje siempre nos preguntan a cuanta distancia están los animales y si se necesita un gran objetivo para sacar las fotos. Os puedo decir, que en muchas ocasiones, cuando tenía el objetivo 70-300 puesto, no podía sacar fotos. A no ser que les quisiese sacar un ojo. En muchas ocasiones pasan realmente cerca como en esta ocasión
Lago Magadi
El Lago Magadi, es el más grande de los que hay dentro del cráter del Ngorongoro, y la principal reserva de agua, aunque en temporadas muy secas, puede ser un manto blanco de sales. En su entorno se pueden observar cientos de especies distintas, desde aves de muchos tipos, hasta flamencos y pelícanos, hipopótamos y búfalos que se acercan a beber.
Área de picnic de Ngoitokitok
Eran las 11 de la mañana más o menos cuando llegamos al área de picnic de Ngoitokitok, donde ya habíamos parado en nuestra visita anterior. Y aquí si que vimos una notable diferencia. No me esperaba para nada ver un par de coches, tipo food truck, vendiendo bebidas. A estas horas de la mañana, todavía hacía mucho frío en el cráter, y no parecía que la cosa fuese a mejorar, dado que seguía el día muy nublado.
Cuando vimos los coches donde en grande ponía «Coffee» (café) no os podeís imaginar la cara de felicidad que se nos puso. Pagamos un café a precio de Sturbucks de la Quinta Avenida de Nueva york, pero lo hicimos con gusto. Porque tomar algo caliente a media mañana, después de este día de frío intenso, no había dinero que lo que pagase. Creo que ellos lo saben y por eso han montado este negocio aquí.
Estuvimos un rato, aprovechando también para estirar las piernas. No hay muchos sitios dentro del Ngorongoro donde te puedas bajar del coche y cuando lo puedes hacer hay que aprovechar. Había un gran ambiente festivo en el entorno del lago, así que estuvimos un rato contemplándolo todo mientras degustábamos el café.
A continuación: primera foto, Rubén en el lago Magadi en 2021. Segunda foto, María en el Lago Magadi, en el año 2016
Rosa aprovechó para hablar con un niño. No sabemos muy bien como hicieron para entenderse, ya que ella no habla nada de inglés y dudábamos mucho que el niño supiese algo de español, pero allí estuvieron un gran rato de conversación ¿De qué hablarían?
Primeros europeos en el Ngorongoro
- Oskar Baumann, fue el primer europeo en poner un pie en el Ngorongoro. Lo hizo durante el viaje de exploración que llevó a cabo entre los años 1891 y 1893 al África Oriental Alemana (por aquel entonces lo que hoy es Tanzania, Ruanda y Burundi). Se le conoce como «Expedición Masai» y en ella cartografió parte de este territorio y puso por primera vez en un mapa el Cráter del Ngorongoro, el Lago Manyara y el Lago Eyasi, entre otras zonas. De esta expedición salió un libro titulado «Por Massailand hasta la fuente del Nilo» en el que cuenta, como en el Ngorongoro se encontró con una población Masai totalmente devastada por el hambre.
- Hacia 1899, las autoridades coloniales alemanas, concedieron 6000 hectáreas de terreno a los hermanos Siedentopf (Friedrich y Adolf) que construyeron el primer edificio dentro del Ngorongoro. Montaron una granja de ñus y avestruces. Permanecieron aquí hasta el año 1914, que con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Friedrich se alistó en el ejercito y su hermano Adolf fue detenido en la India. Este último nunca regreso a Tanzania pero Friedrich si lo hizo, para morir en un accidente de avioneta realizando un safari.
- Geoge Hurst ocupó la granja de los hermanos Siedentopf y lo mató un elefante unos 10 días antes de que John Hunter llegara al Ngorongoro con una expedición «safari» de los que antes hacían historia. Safari partiendo, a pie, de Arusha, con 150 porteadores para satisfacer la necesidad de caza en lugares inexplorados de unos clientes norteamericanos. Aunque el hermano de Hurst le quiso arrendar la granja a Jonh Hunter, este la rechazó por inaccesible, lamentándose años atrás cuando llegaron los automóviles a África y el Ngorongoro estaba a tan solo 2 días de Arusha.
- La granja fue adquirida por Charles Ross, en 1922 (el de los Rifles Ross, que se hizo rico gracias a la utilización de su arma durante la Primera Guerra Mundial). Ross fue el primero en imponer limitaciones de caza dentro del Cráter del Ngorogoro.
Y hasta aquí llegan los asentamientos y vida europea en el Ngorongoro, puesto que a partir de este momento se empezaron a realizar reservas en Tanzania y a prohibir los asentamientos humanos dentro del Cráter.
Los restos de estas granjas se siguen pudiendo ver en el Ngorongoro, y nosotros lo hicimos en nuestro primer paso por el Cráter.
Los elefantes del Ngorongoro
En el cráter del Ngorongoro existe una población importante de elefantes. Son elefantes mayores, de gran tamaño y grandes colmillos. La mayoría de ellos sobrevivieron a los safaris de caza del siglo pasado. En parte debido a la protección que les aportó vivir dentro del cráter. Se suelen ver a menudo en grandes manadas dentro del bosque Lerai, donde nosotros estábamos en este momento, para entre otras cosas, intentar ver un rinoceronte. Y porque está más cerca de la carretera de salida, que debíamos tomar en breve para hacer nuestra caminata a pie.
Dentro del cráter no se ven hembras ni pequeños elefantes, porque les cuesta bajar las pendientes del cráter.
Los rinocerontes negros del Ngorongoro
Hace unos años ya publiqué un artículo donde hablaba de la problemática y la gravedad del estado de los rinocerontes en África. (Podéis leerlo en Buscando un rinoceronte en Botswana). El rinoceronte es un animal que está en grave peligro de extinción.
En nuestra anterior visita conseguimos ver un rinoceronte en plena sabana del Ngorongoro, pero esta vez sabíamos que nos iba a resultar mucho más complicado. A día de hoy los rinocerontes del Ngorongoro están permanentemente vigilados por los rangers, para evitar la caza por los furtivos y que les quiten su preciado tesoro, el cuerno. Es por ello que en la actualidad se les está colocando un microchip en el cuerno, de forma que los puedan tener más controlados todavía. Para ello les tienen que sedar. Los rinos lo saben, y llevan una temporada alterados, por lo que no se dejan ver fácilmente. Actualmente se encuentran dentro de la protección que les da el bosque impenetrable de Lerai.
Hasta allí nos dirigimos y ¡bingo! Vimos uno cuantos coches parados. Estaban vigilando una zona entre los árboles donde parecía que había un rinoceronte escondido. Estuvimos un rato observando. La mayoría con binoculares y yo con el objetivo de la cámara. No podía parar de mirar. Y unos minutos después: ahí estaba. En un claro entre los árboles, a mucha distancia de donde nos encontrábamos nosotros, apareció durante apenas unos segundos un rinoceronte negro.
No os podéis imaginar la excitación que esto produjo dentro del grupo. Aunque parezca poco para nosotros era muchísimo. Desde que Said nos contó que estaban muy alterados desde que les habían puesto los microchips, perdimos toda esperanza de ver un rinoceronte. Pero aunque fuese muy breve, fue muy intenso. Con esto nos dábamos por satisfechos y con esto podíamos dar por concluida nuestra visita al cráter del Ngorongoro.
Pero aún nos quedaba otra emoción por vivir. Una caminata por el cráter.
El diario de Luis: Ruta a pie por el Ngorongoro
Mientras salimos del cráter y vamos ascendiendo por la empinada pendiente, nos recreamos con las vistas. Ahora podemos apreciar el paisaje que la niebla nos ocultó cuando llegamos por la mañana. Por los márgenes de la carretera vemos a las mujeres masáis transportando los hatijos de leña que alimentarán las hogueras en la noche.
Al llegar arriba nos espera un ranger. Su nombre es Johana y nos acompañará para hacer un pequeño recorrido a pie. Es un momento especial después de tantas horas metidos en el vehículo. Caminar por estas tierras te pone en modo aventurero. Te da la oportunidad de sentirte como esos exploradores que cruzaban estos paisajes en expediciones míticas. Sé que no es lo mismo, pero la imaginación es libre y más en lugares como este.
Durante el safari por el Ngorongoro, una vez más nos habíamos deleitado con una gran cantidad de fauna. Tratar de reconocer a los animales que recorren el paisaje es un juego que surge espontáneo y que anima el ambiente dentro del coche, con un juez infalible: nuestro guía Said.
Hoy, habíamos echado de menos a nuestras queridas jirafas. Ya nos habían explicado que no pueden bajar a la caldera, debido a la longitud de sus patas y a lo escarpado que es el terreno, así que se quedan en la parte alta, justo la zona que nos disponíamos a recorrer a pie.
Nuestro ranger va delante marcando el camino y después de una subida corta pero intensa, llegamos a un área boscosa y allí, como en el paraíso, están ellas, altas, hermosas, elegantes, disfrutando de ese entorno único. Nos observan cautelosas con esos enormes ojos, manteniendo las distancias, al igual que las cebras que pastan en pequeños grupos. Los que sí se acercan curiosos son los masáis que pastorean por esta zona con su ganado.
Arriba nos espera otro espectáculo: las vistas de la Caldera más antigua del mundo. Unos la consideran “El Jardín del Edén de África” y otros “la Octava Maravilla Natural del Mundo”. No es fácil expresar con palabras lo que ven nuestros ojos. Desde esa perspectiva te sientes grande y a la vez eres consciente de tu pequeñez.
Acercarse al borde del Cráter, con las vistas del Lago Magadi, el bosque De Herai y toda la maravilla que forma el Ngorongoro, es como un hacer un resumen y una conclusión de todo lo vivido durante la mañana.
De regreso al coche saludamos a los pastores masáis, que con sus cayados y sus mantas de colores se acercan tímidamente y con curiosidad a estos blanquitos que les miran con caras de sorpresa y felicidad —Jambo, jambo—.
Nos espera la última parada en un mirador, para hacernos unas fotos y respirar estas vistas maravillosas del Ngorongoro. Cierro los ojos y trato de reproducir ese paisaje que me gustaría llevarme grabado en las retinas. Se que olvidaré muchos detalles y otros los trastocará mi memoria y mientras tengo ese pensamiento, escucho los cliks de las cámaras de mis compañeras de viaje. Bendita tecnología que nos permite llevarnos estas imágenes y poner a salvo los recuerdos.
Luis, 11 de Septiembre de 2021
Con las emociones a flor de piel y con la sensación de haber vivido momentos únicos ponemos rumbo a la salida del parque. Teníamos mucha prisa porque teníamos una hora límite para hacer el «check out» del Ngorongoro. Menos mal que nuestro ranger nos dijo que iba a avisar a portería, que habíamos estado con él y que podíamos llegar un poco más tarde de la hora. Eso nos permitió poder hacer una pequeña parada en el mirador donde años atrás ya habíamos estado.
Hace años habíamos parado aquí mismo, pero fue antes de hacer el safari por el Ngorongoro. Yo no se lo que pensaba que iba a ver desde aquí o cómo yo me imaginaba entonces en Ngorongoro, pero desde esta posición, mirando hacia abajo, vi que no se veían tantos animales. Claro, son 600-800 metros lo que nos separa del fondo del cráter. Creo que pensaba que sería más pequeño «el agujero» y que desde nuestra posición se iba a ver todo muy claro. No es así. Desde aquí te das cuenta de la inmensidad del Ngorongoro y no te puedes ni imaginar, lo grande que tenía que ser esta montaña para que el cráter sea así.
Camino hacia Karatu y tarde de relax
Tras unas fotos y unos últimos instantes contemplando el cráter, intentando retenerlo todo en nuestra memoria, pusimos rumbo a la puerta de entrada. Hicimos los trámites de salida y buscamos un sitio donde comer. No es habitual que comamos a estas horas, pero todo tiempo en el Ngorongoro parece poco, y había que exprimirlo al máximo.
Al lado de donde paramos para comer nuestro picnic, había una gran tienda, así que aprovechamos para echar un vistazo, ya que en los días que llevábamos de viaje no habíamos visto, aún, ningún sitio donde comprar algún detalle para llevarnos de vuelta a casa.
Llegamos al que sería nuestro alojamiento para esta noche. Regresábamos al Marera Lodge, en Karatu, y hoy sí, teníamos una tarde de relax que yo aproveché para darme una buena ducha caliente. Rubén para darse un baño en la piscina, aunque apetecer no apetecía mucho. Y poco a poco nos fuimos reuniendo todo el grupo en el entorno de la piscina, donde pasamos el resto de la tarde, hasta que anocheció por completo y nos sentamos en el bar con una buena «safari beer» para celebrar otro día increíble.
Haciendo balance.
Como cada noche, en la cena, hacemos balance de lo que ha sido el día, compartimos nuestras impresiones y siempre sale lo mismo: cada día supera al anterior. Y si pensamos que ya nada puede igualar a este día, vendrá otro que nos sorprenderá. Porque otra cosa no, pero este safari nos está dando momentos únicos cada día, momentos que no se nos olvidarán, y que poco a poco están forjando lo que es «el mejor viaje de nuestras vidas».
Si hacemos balance en cuanto a grandes animales que habíamos visto hoy, podíamos decir que no había estado nada mal: 2 leones nada más entrar en el Ngorongoro, y una manada de ¿7 más?. Digamos que eran 7, porque mínimo lo eran, aunque no puedo asegurar que no fuesen más. Y la guinda del pastel: un rino.
En lo que llevábamos de safari ya llevábamos 35 leones, 9 guepardos, un leopardo y un rinoceronte ¿se podía pedir más?
Solución al enigma del día.
Durante la cena, Rosa nos cuenta su conversación con el niño en el Lago Magadi.
Me dijo su nombre, aunque no lo recuerdo. Tiene 9 años y es de Tanzania. Me contó que había venido al Ngorongoro con su familia y que era la primera vez que visitaba el parque. La información no fue gran cosa para el tiempo que duró la conversación, pero entenderse sin hablar el mismo idioma requiere paciencia. Lo que está claro es que con gestos y un poquito de buena voluntad, te puedes comunicar en cualquier parte del mundo.
Rosa, 12 de septiembre de 2021
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