Shibuya es uno de los 23 distritos de la ciudad de Tokio. La mayoría de las veces cuando pensamos en Shibuya, lo hacemos por le famoso cruce, donde esperan en cada apertura de los semáforos, cientos de personas que cruzan en todas las direcciones. Todo esto, además, enmarcado por edificios altos, llenos de pantallas y luces de neón. Pero Shibuya es mucho más, e incluye el conocido santuario Meiji, metido dentro de uno de los parques que más nos han gustado de la ciudad, el Yoyogi. Aquí encontramos también la zona vistosa de compras Harajuku y Omotesando. Sabíamos que Shibuya nos iba a gustar y mucho.
Organizando la visita a Shibuya, Harajuku y Omotesando
Antes de salir de casa habíamos dividido Tokio por zonas, al igual que lo habíamos hecho en Nueva York años antes, y hoy tocaba visitar la zona de Shibuya, Harajuku y Omotesando. Amanecía nuestro segundo día en la ciudad de los rascacielos. Y lo hacíamos en un hotel, el Richmond Asakusa Internacional, con vistas al templo Senso-ji, que volveríamos a atravesar camino al metro.
Sabíamos al levantarnos que nuestro día empezaría por la visita al templo Meiji, en Shibuya, pero no teníamos mucha idea de como íbamos a completar el día. Si había un sitio donde me apetecía probar restaurantes y sitios muy «cuquis» esa era la zona de Harajuku, así que sabía que íbamos a invertir bastante tiempo en esta zona. Además, los días de viaje empezaban a pesar. Pese a hacer una cura de descanso en Kaatsura, tanto el día que visitamos Nachi Taisha, como el día que visitamos Hongu y Hayatama y que pese a días como el de la ruta Nakasendo, no fueron especialmente duros, aquellos días los veíamos muy lejos. Y sí, los días de viaje, 18 ya, empezaban a pesar. Hoy queríamos tomarlo con tranquilidad. Tampoco teníamos prisa ni que batir ningún record.
Santuario Meiji en Shibuya.
Como teníamos la tarjeta para el metro de 72 horas (os lo conté en el el primer día de visitas por Tokio), nos fuimos de nuevo al metro, atravesando el Senso-ji que habíamos visitado el día anterior y por el que pasaríamos cada día.
El Santuario Meiji es un santuario relativamente moderno. Se terminó de construir en 1921, dedicado al primer emperador del Japón moderno. El acceso al santuario se hace a través de unos grandes toriis de madera, decorados en cobre con el blason propio de la dinastía imperial, un crisantemo.
Si el templo Senso-ji que visitamos el día anterior es imprescindible en cualquier visita a Tokio, consideramos que Meiji también lo es. No debes irte de la ciudad sin visitarlo y dedicarle un tiempo, no solo al propio santuario, también a los jardines y al parque Yoyogi. Este, con sus enormes árboles es un auténtico remanso de paz. Es casi imposible pensar que tras toda esa arboleda se encuentran los grandes rascacielos de Shibuya y Shinjuku.
Parque Yoyogi en Shibuya.
Paseamos lentamente por el parque. No había nadie. No nos cruzamos con nadie. Un auténtico paraiso. Los grandes árboles centenarios que nos acompañaban durante el paseo eran impresionantes.
Aunque el parque Yoyogi es el cuarto en tamaño de la ciudad de Tokio, para mi fue el que más paz me trasmitió. De hecho, pasamos mucho tiempo paseando por la zona de la arboleda. El parque lo podríamos dividir en dos: una zona destinada a ocio, donde hay un estadio, un gimnasio y un escenario al aire libre. Pero la zona que nosotros queríamos visitar, y donde invertimos mucho tiempo, fue en la zona más cercana al santuario Meiji, la zona de las arboledas, con toda la tranquilidad que trasmitía. Además el parque todavía nos tenía guardada una sorpresa: las tortugas de Yoyogi.
Si hay algo que no esperaba ver en Tokio, la ciudad de los rascacielos y la modernidad, son tortugas campando a sus anchas por el parque. Estuvimos un rato viéndolas salir de agua, volverse a bañar, …
El edificio Metropolitano de Shinjuku, a un paso de Shibuya.
Abandonamos el parque y tomamos la decisión, dado que estábamos muy cerca de Shinyuku, de visitar el edificio Metropolitano. ¿Porqué? Pues porque nuestra visita a Shinjuku la teníamos prevista hacer por la tarde-noche, para ver las luces de neón y el barrio totalmente iluminado. Pero subir a una de las torres del edificio metropolitano queríamos hacerlo de día. Estábamos muy cerca, o así lo señalaba nuestro google.maps, así que nos dirigimos hacia allí. No teníamos la certeza de que el día que habíamos reservado para visitar Shinjuku llegásemos con tiempo suficiente para subir de día.
El edificio Metropolitano de Tokio tiene dos torres con un mirador en cada una de las torres en el piso 45. Lo mejor: es totalmente gratuito.
Además, es raro que lo encontréis cerrado ya que abre todos los días excepto año nuevo y los días de mantenimiento del edificio, pero como los días de mantenimiento de ambas torres son días distintos, pues si no se puede subir a una se sube a la otra.
Nosotros hicimos la elección de a qué torre subir en función de como vimos la cola cuando llegamos. Cuando entramos por la puerta del edificio metropolitano, el ascensor de la torre Norte acaba de ponerse en marcha así que nos fuimos al de la torre Sur, que en nada nos llevó al piso 45.
El mirador es fantástico y he de decir que con subir a este mirador tuve suficiente. Durante la preparación del viaje habíamos pensado subir a la Sky Tree el primer día y no lo hicimos (ya os conté el cambio de planes de ese día) y teníamos pensado subir a la Torre de Tokio, que tampoco llegamos a hacer por otro cambio de planes. Esta vez porque cambiamos la visita a esta zona por visitar Nikko).
Estuvimos un rato mirando por todos los miradores de la torre Sur del edificio Metropolitano. Ciertamente el Skyline de Tokio no es precisamente maravilloso, o al menos visto desde la altura, así que nos dimos por contentos habiendo visto Tokio desde el edificio Metropolitano. Si alguna vez volvemos a Tokio estoy segura de que visitaré la Torre de Tokio (Mori Tower). Por esta vez nos conformamos con las vistas gratuitas del metropolitano.
Comiendo en Harajuku Gyoza-ro
Todas las veces que pedimos recomendaciones para comer en Japón, casi todos los que nos contestaron, nos pusieron este sitio en su lista, así que lo teníamos claro. Cuando llegamos a la estación de Harajuku procedentes de la de Shinjuku, mire mi mapa y tuve claro donde íbamos a comer hoy. Y era difícil decidirse porque tenía un montón de sitios por esta zona que quería probar, pero como no se podía probar todo, y más sabiendo que la mayoría eran pastelerías, antes de nada, debíamos comer algo más sano.
Hicimos la gran cola del Harajuku Gyoza-ro y no nos arrepentimos. Pedimos dos platos: uno de gyozas fritas y las otras cocidas. Estaban más ricas las fritas, así que repetimos. Lo mejor, en mi opinión del Harajuku Gyoza-ro, es ver como se mueve la cocina, que la tienes justo en frente. Comes en la barra, una barra circular, y en el medio, la cocina.
Y el postre: Dominique Asel Bakery en Harajuku (Shibuya).
Este también era uno de los puntos que tenía claro que quería conocer en la zona de Harajuku y es que había visto unas fotos de los postres y del chocolate con la flor que se abría encima y no lo pude evitar, tenía que ir. ¿me desilusionó? Pues un poco sí.
Entramos en la pastelería y los pasteles eran maravillosos. Tenían una pinta estupenda. No sabía que escoger. Así que escogió Rubén. Yo tenía claro que quería el chocolate con la flor encina. Y Rubén se pidió un café. Raro para él.
Bueno, el caso es que yo me voy al piso de arriba a buscar una mesa donde sentarnos, aunque había sitio de sobra. Espero a Rubén y cuando de repente, me llega un whatsaap suyo no me lo podía creer. Yo me esperaba que me trajesen el chocolate, tal y como había visto en un vídeo, y que me pusieran la flor encima mientras veía como se abría. El caso es que Rubén me enviaba un vídeo de como la chica de la caja, cuando le fue a cobrar, le preguntó que color de flor quería y a continuación, la colocó encima y se abrió. Menos mal que en ese momento Rubén vio la maniobra y me lo grabó, para que al menos viese como era. Porque lo que llegó a mi mesa nada tiene que ver con lo que yo había visto en internet.
Pensareis que soy tonta. Y sí, un poco sí. Porque el maravilloso vídeo y la maravillosas fotos, fueron colgadas en Instagram por una influencer. Pero mi experiencia en Dominique Ansel Bakery nada tiene que ver con lo que ella colgó.
Y esta es la foto para que veáis la diferencia:
Su foto era perfecta. Con tazas de loza, platos…. y lo que me ponían a mi era el típico baso de plástico, con la flor puesta encima. Con lo que cuesta y si lo vas a tomar dentro del bar, al menos podían ahorrar en plásticos y botes desechables. O al menos, que no engañen, porque para encima, la bandeja donde Rubén trajo todo estaba vieja y raída.
Así que una vez más y por si no lo había dicho ya suficientes veces: lo que se ve en Instagram cada vez es menos real. Os dejo el claro ejemplo, porque vale más una imágenes que nada que yo os pueda contar.
Un paseo por Omotesando (Shibuya).
Poco os tengo que contar de esta impresionante avenida que conecta la estación de Harajuku con la de Tokyo metro omotesando. Básicamente, la calle es una calle comercial, con tiendas de lujo y centros comerciales, como Omotesando Hills, un impresionante edificio con una fachada que ocupa buena parte de la calle Omotesando (250 metros).
Harajuku (shibuya).
Regresamos sobre nuestros pasos y volvimos a la zona de Harajuku. Nos metimos un rato dentro del centro comercial Tokyu Plaza, donde lo más llamativo está en los cristales y espejos de la puerta de acceso.
Ahora sí, nos empezamos a perder por sus calles. Visitando tiendas, sin mucho rumbo. Dedicamos el día a compras, más bien a entrar en tiendas, porque lo que es comprar no compramos gran cosa.
Después de nuestro largo paseo por las tiendas de Harajuku, continuamos la visita por la conocida calle Takeshita-Dori.
Takeshita-Dori, el centro de Harajuku.
Si hay una calle conocida y concurrida en Harajuku, esa es Takeshita – Dori. En solo 350 metros de calle encontramos lo más Kawaii de Japón: tiendas destinadas, sobre todo, a los más jóvenes. Tanto de ropa, como de pegatinas, artículos varios, tiendas de Todo a 100 yenes, y es la calle donde más tribus urbanas podremos ver. Realmente, puede llegar a ser complicado caminar por la calle. Hay tantísima gente que ese es otro de sus encantos. Atravesar esos 350 metros de calle es lento, muy lento y no solo por la gente que hay, sino por la cantidad de tiendas que te llamarán la atención y en las que, al menos, te tendrás que parar.
Tras la visita a Takeshita – Dori, cogimos de nuevo el metro y nos fuimos a Shibuya, al punto donde se encuentra el famoso cruce.
Hachiko, el famoso perro de Shibuya.
Salimos de la estación del metro y nos costó orientarnos. Las estaciones de metro más importantes de la ciudad, que además suelen coincidir con estaciones de tren, son enormes. Tan enormes que si te confundes de salida puede que estés a varios kilómetros de donde querrías estar.
Salir de Shibuya fue relativamente fácil. Hay señales por todos lados que indica donde está Hachiko, así que fue lo que hicimos. Seguir todas las indicaciones.
La zona de la estación de metro y tren de Shibuya está en obras. Entre las obras y las cientos de personas que había en esta zona, era casi imposible caminar. Os puedo decir que en todos los días que pasamos en Japón no vimos tanta gente en ningún sitio como aquí, en Shibuya.
Así llegamos al punto de encuentro más conocido de por los tokiotas, la estatua de Hachiko, en pleno centro de Shibuya y justo delante del famoso cruce.
Hachiko es quizá, el perro más famoso de Japón. Cada día, durante años, acompañaba a su dueño. profesor de la universidad de Tokio, a la estación y cada día le esperaba al regreso. Un año aproximadamente fue lo que duró esta rutina, lo suficiente para que el vínculo entre el profesor y Hachiko se hiciese muy fuerte. El 21 de mayo de 1925, el profesor Hidesaburō Ueno muere repentinamente y no regresa jamás a la estación del tren. Allí, acudió, cada día Hachiko a recogerle. Casi 10 años después Hachiko fallece en ese mismo punto y su historia se hizo conocida y viral. En conmemoración a tal lealtad se decidió construir una estatua en bronce, en el mismo lugar donde Hachiko esperaba cada día.
El cruce de Shibuya.
Tras recordar la bonita historia de Hachiko, nos fuimos a cruzar el famoso cruce. Y sí que había gente, sí. Y sí que cruzaban, desordenadamente, todos a la vez y en todas las direcciones. Llamativo es, pero ¿tanto como para ser tan conocido y famoso? Pues sí, tanto como para eso.
Nos fuimos a uno de los edificios acristalados. De los más altos que vimos en los alrededores y subimos al último piso. Desde allí, aunque quedaba un poquito lejos del Cruce de Shibuya, pudimos verlo con más perspectiva, y así, desde las alturas, se veía mejor.
Cuando nosotros estuvimos todavía no estaba abierto el mirador del Magnet by Shibuya 109, donde te puedes sacar una fotos con una muy buena panorámica. Lo abrieron poco después así que si vais ahora, no os lo perdáis.
Para aquellos que os gusten las visitas guiadas, os dejamos una opción, que sale muy bien de precio porque en Japón, los guías turísticos de habla hispana están muy cotizados y por tanto no suelen ser baratas: Visita guiada en español por Harajuku, Shibuya y Omotesando. |
Como era ya la hora de merendar, bueno, más bien estaba empezando a oscurecer, nos acercamos hasta el Starbucks, donde de milagro, encontramos un sitio al lado de la ventana y contemplar, mientras me tomaba mi frapucchino, como la gente cruza y vuelve a cruzar.
Al salir del Sturbucks dimos una vuelta, tienda a tienda, por las cientos que hay por esta zona tan comercial, hasta que nos entró el hambre.
De Cena en Genki Sushi.
No teníamos ni idea de donde cenar, así que una vez más recurrimos a Foursquare. Y no envió directos a un restaurante de sushi. Se llama Genki Sushi.
Había una cola impresionante, así que supusimos que debía de estar rico. Y decidimos esperar. Menos mal que comprobamos que la cola iba rápido. Supimos más tarde que tienen muchísimos asientos, así que allí dentro hay muchísima gente comiendo. Nos tocó el turno, nos sentamos y nos pusimos una taza de té. Y vimos las pantallas con las que teníamos que hacer el pedido. Tardamos en darnos cuenta de que se podía poner en inglés, así que primero fuimos un poco a la aventura. Que tampoco nos fue tan mal. Entendimos todo perfectamente aún estando en Japonés. Claro que se nos facilitó todo mucho más cuando vimos que también se podía poner en inglés.
Bueno, el caso es que como casi todo lo hicimos en japonés, no teníamos ni idea de lo que nos iba a costar. Pedimos y cuando ya estábamos saciados, fuimos a pagar. Y aquí me llevé la sorpresa: pagamos poco menos de 10 euros por la cena. Así que supimos que íbamos a regresar.
Y así acabó el día, bueno, entrando en más tiendas por Shibuya, hasta que decidimos regresar en metro hasta nuestro hotel en Asakusa, atravesando, una vez más el Senso-ji y yéndonos a dormir sin estar muy seguros de a qué íbamos a dedicar el día siguiente.
Gastos del día:
- Comida en Gyozaru: 626 yenes (4.98 euros)
- Postre en Dominique Bakery: 1112 yenes (8.85 euros)
- Starbucks shibuya: 529 yenes (4.21 euros)
- Cena sushi: 605 yenes (4.81 yenes)
Total gastos del día por persona: 22.85 euros.
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2 Comentarios
Hola !
tu blog de viajes es muy bueno y sobre todo este reportaje de Japón deseo visitarlo pronto.
Muchas gracias Alison.
Me alegra que te guste el blog y el diario de Japón.