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Diario de viaje de Indonesia en 18 días

Acudiendo a un funeral en Tana Toraja: Sulawesi

He de reconocer que me ha costado mucho empezar a escribir este post y que realmente no tengo muy claro cómo lo voy a abordar. Nunca me he sentido cómoda visitando tribus, pueblos o culturas muy antiguas donde es evidente que estás ahí para observarles y ver la forma en la que ellos viven. No me he sentido a gusto, invadiendo su espacio. Creo que se le llama turismo étnico, y este tipo de turismo, no va conmigo. Así que imaginad que en lugar de ir de visita, a lo que vas es a un funeral. Pues con más motivo.

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Grupo Viaje con Vosotros 2024 en Kete Kesu

Cierto es que aquel día, cuando nos levantamos de madrugada en un hotel de Makassar, la capital de Sulawesi, poco podíamos imaginar lo que nos iba a deparar el día de hoy. Y es que siempre digo en estos viajes que debemos dejar atrás la planificación y dejarnos llevar, porque de lo que pone el planning a lo que puede ser que ocurra hay una gran diferencia. Esto en Sulawesi, era algo que debíamos tener más presente aún.

Viaje con Vosotros

Este «Viaje con Vosotros a Indonesia en 18 días» se desarrolló tal y como lo estáis leyendo durante el mes de Agosto de 2024, en uno de los viajes que realizamos bajo el concepto «Viaje con Vosotros». Desde hace años ofrecemos la posibilidad a nuestros lectores, seguidores de redes sociales y clientes de la agencia de viajes a acompañarnos. Y este fue nuestro Sexto «Viaje con vosotros».

Si quieres realizar un viaje similar o parecido a este, consulta las fechas de salida regular o si lo prefieres, pídenos un presupuesto para un viaje en privado a un país que estoy segura que te sorprenderá. 

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Preparando el viaje a Sulawesi

Ya habíamos experimentado días atrás lo que era la inestabilidad de un viaje a Sulawesi. El movimiento de vuelos, con cancelaciones constantes, nos hizo, ya antes de salir hacia Indonesia, cambiar de planes y una vez en Indonesia, seguir cambiándolos. El tema de los vuelos hasta este recóndito lugar del planeta, Tana Toraja, hizo que cambiásemos toda la planificación varias veces.

Lo único que teníamos claro es el día que pondríamos rumbo a Sulawesi desde Yogyakarta, y el día que saldríamos de la isla dirección Bali. El cómo íbamos a llegar a Tana Toraja, desde su capital Makasar, era otro cantar.

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Durante todo el tiempo de preparación del viaje y más durante los últimos meses, nos habían cancelado el vuelo de vuelta desde Toraja a Makasar varias veces. En las últimas semanas esta cancelación era constante.

Ya sabíamos que los vuelos a esta zona son muy inestables y que puede pasar cualquier cosa, así que ya nos habíamos planteado, de inicio, que en lugar de volar a la ida hacia Tana Toraja, lo haríamos por carretera, evitando así la angustia de saber si podríamos llegar o no. Esto era algo que a mi, personalmente, no me importaba ya que dicen de esta carretera ser una de las más espectaculares de toda Indonesia. Pero el que nos cancelasen constantemente el vuelo de vuelta, hizo que cambiásemos los planes totalmente.

En lugar de ir por carretera, cogeríamos un vuelo, que por el momento parecía más estable, y para la vuelta, si todo iba bien, podríamos coger otro vuelo y si todo iba mal, tendríamos que regresar a Makasar por carretera. Como este trayecto es de unas 8 horas, no nos quedaba otra que reservar el vuelo a Bali a última hora de la tarde, para así no correr muchos riesgos y asegurarnos que íbamos a llegar.

Cuando aquella mañana nos levantamos en Makasar, aún no sabíamos cómo haríamos la vuelta: si volando o por carretera.

De Makasar a Tana Toraja.

Esta mañana nos despertamos en Makassar, la capital de Sulawesi, a donde habíamos llegado, ya de madrugada, después del retraso del vuelo desde Yogyakarta. Estábamos emocionados. Hoy era el día en el que nos dirigíamos a la poca conocida y recóndita zona del interior de Sulawesi, Tana Toraja, donde aún no sabíamos qué nos iba a deparar el día.

Teníamos un vuelo programado de Makassar a Tana Toraja para las 9:50 de la mañana que salió de forma puntual.

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Me tocó ventanilla lo que me permitió ir observando el paisaje exuberante de Sulawesi. En cuanto el avión abandonó la zona de la ciudad de Makassar el paisaje cambió de repente. Los grandes edificios dieron paso a las casas de planta baja y en nada, nos vimos sobrevolando una isla escarpada, con montañas llenas de una vegetación abrumadora y donde apenas había sitio para una casa. De cuando en cuando, la vegetación se abría y se observaban grandes terrenos de lo que parecían, desde las alturas, arrozales. Muchos de ellos, a estas alturas del año, ya cosechados.

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Fue muy evidente cuando estábamos sobrevolando el terreno de Tana Toraja, porque esas construcciones tan típicas de esta zona, las Tongkonan o casas tradicionales, destacaban entre la vegetación.

Aterrizamos en el aeropuerto de Tana Toraja, una hora después de haber despegado de Makassar y en el mismo aeropuerto, ya se respiraba la cultura Toraja, con esta forma de recibirnos al más puro estilo tradicional.

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La primera sorpresa del día en Sulawesi.

Una vez que recogimos el equipaje y nos subimos a los microbuses que serían nuestro medio de transporte para estos días, el guía nos cuenta la primer sorpresa que nos llevaríamos.

Hoy, en el pueblo de Angin-Angin, va a tener lugar un rito funerario Toraja y podremos asistir a él.

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Durante todo el tiempo que duró la preparación de este viaje y hasta el día de hoy, no teníamos ni idea de si íbamos a poder asistir a una ceremonia de enterramiento Toraja. Y es que aunque la época de hacerlos es justo ahora, nunca se sabe si durante los escasos días que vamos a estar en esta zona, va a ocurrir uno. Esta vez estábamos de suerte pero justo era el día de nuestra llegada, así que no podíamos perder tiempo y teníamos que ponernos en marcha hasta el pueblo para llegar a tiempo.

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Además, por el camino, debíamos hacer una parada para comprar algunas cosas que ofrecer de regalo a la familia.

Un poco de la cultura Toraja

Una de las razones de visitar esta zona tan recóndita de Indonesia, no era otra que empaparnos de la cultura ancestral de los Toraja. Los Toraja, pese a haber adquirido otras religiones han sabido mantener la cultura de sus enterramientos y amoldarlos a su nueva religión.

En 1965 el Gobierno de Indonesia publicó una ley por la que había que, obligatoriamente, había que adherirse a alguna de las seis religiones reconocidas; el 87% de los indonesios son musulmanes, el 11% son cristianos (protestantes o católicos), y las creencias animistas de los toraja fueron legalizadas como una secta del hinduismo, aunque la mayoría son cristianos.

Esto es una herencia Holandesa. A principios del S.XIX, la llegada de los Holandeses a estas tierras hace que intenten cambiar sus creencias, pero no lo consiguieron. Solo años después, cuando los musulmanes del sur intentaron atacar Tana Toraja, la mayoría se convirtió al Cristianismo buscando la protección de los holandeses.

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La mayoría de la población del interior de Sulawsi, en la zona de Toraja, es cristiana (protestantes y católicos), pero también hay una minoría musulmana.

Una de las primeras cosas que llama la atención es el porqué esta cultura existe solo aquí, en el interior de Sulawesi y en ningún otro lugar de Indonesia.

La llegada de los Toraja a Sulawesi.

Aunque esto no es una realidad documentada, sino más bien una leyenda, se dice que los Toraja, fueron de los primeros turistas en llegar a Sulawesi. Provenían de Indochina, y tras pasar por algunas zonas de Malasia, y por la isla de Sumatra, llegaron a las costa de Sulawesi. Allí, desmontaron sus barcos y se trasladaron al interior buscando buenas tierras donde crear un hogar. Con la madera de sus barcos, levantaron las casas cuya forma tan tradicional se mantiene hoy en día.

Esto ocurrió hace muchos siglos, pero no nacen como etnia Tana Toraja, hasta que los holandeses les pusieron el nombre. Cuando los holandeses llegaron al interior de Sulawesi, que había quedado cerrada al exterior durante muchos siglos, éstos los nombraron como Toraja: «Habitantes de las tierras altas». Y por tanto Tana Toraja significa: «Tierras de os habitantes de las Tierras altas».

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Es por esto por lo que se tiene la creencia de que las casas tradicionales Toraja, tienen la forma de un barco invertido.

Tendremos tiempo a lo largo del post para hablar en profundidad de la casa tradicional Toraja, o Tongkonan, ya que tuvimos la oportunidad de entrar en uno de ellos.

La isla de Sulawesi. Una curiosidad

La isla de Sulawesi tiene una forma tan rara, con tantos recortes y recovecos, que hasta hace muy poco no se pensaba que era una isla, sino un archipiélago. Es más, hay libros no muy antiguos de geografía donde aparece como Las Islas Célebes, cuando en realidad es solo 1.

Convivir con los muertos en Tana Toraja.

La cultura Toraja está muy vinculada a la muerte. Para ellos, éste es el momento más importante de su vida. Pero todo no es tan fácil como parece, o como a la vista de un occidental nos hace parecer. Para poder enterrar a un fallecido, su familia, debe reunir el dinero suficiente para hacer un gran festín. Cuanto mayor sea, sus familiares se estarán asegurando de los buenos cuidados que le proporcionará su antepasado el resto de sus días.

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Pero conseguir este dinero lleva tiempo. A algunos unos meses, a otros unos años, tantos como sea necesario. Durante todo este tiempo, los Toraja, cuidarán de su familiar como si estuviese vivo, llevándole de comer, hablando con ellos, considerándolo enfermo pero no muerto. Hasta que llegue el día de celebrar el entierro.

Para mantener el cuerpo, hasta hace poco, se hacía con técnicas tradicionales a base de ungüentos de hojas. Pero hoy en día, se hace con formol.

Cuando llegue este día, tendrán que avisar a familiares y amigos que tendrán que venir desde donde se encuentren, otras ciudades de la isla, o incluso de otras islas vecinas u otros países.

La mujer, a cuyo entierro estábamos a punto de asistir, llevaba 8 años muerta.

La celebración del entierro Toraja

En Sulawesi, las familias se distribuyen en castas y cuanto más alta sea la casta mayor será el festín. Para una familia de casta baja será suficiente con tener 10 cerdos y 4 bueyes y para alguien de casta alta, pueden llegar incluso a sacrificar 30 bueyes. Teniendo en cuenta el coste de cada buey está entre 1000 y 2000 euros, imaginad lo que supone conseguir todo esto tan solo para el entierro.

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Pero no solo hay que preparar el festín. También se debe preparar el pueblo. Se deben construir casas provisionales para los invitados y familiares que llegan desde fuera. Un entierro suele durar unos 4 días y los asistentes deben estar cómodos.

La preparación del pueblo para el funeral suele durar unos 2 meses.

Los regalos a los Toraja.

Cada persona que acuda al funeral debe llevar un regalo para la familia. Estos regalos pueden ser desde galletas, comida (lo que llevamos nosotros), tabaco (los hombres fuman mucho), hasta cerdos o bueyes. De estos regalos se va tomando nota y debes devolverlo en un futuro funeral de la familia que te lo ha entregado.

La parada para comprar regalos.

Tenemos que hacer una parada antes de llegar al pueblo para hacer las compras de los regalos que entregaríamos a la familia. Nos tocaba decidir qué comprar y le preguntamos al guía que sería lo correcto. Nos comenta que podemos comprar galletas en lata (que duran más), comida, o tabaco. El tabaco lo descartamos así que dejamos en manos del guía comprar lo que él pensase que sería lo adecuado. No queríamos ni pasarnos ni quedarnos cortos. Él se encargó de hacer las compras para ellos.

Un poco menos de dos horas fue lo que tardamos en llegar a este pequeño pueblo del interior de Tana Toraja.

Cuando la furgoneta paró el corazón se me aceleró. Me encontraba muy agitada. No me apetecía mucho sentirme fuera de lugar, incómoda y con la sensación de estar invadiendo un momento íntimo. Tampoco me apetecía sentirme como si estuviésemos de observadores de en un circo o en un zoo, sensación que es la misma que siento cuando piso cualquier etnia. Pero aquí con más motivo.

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El guía nos tranquiliza y nos dice que no nos preocupemos, que para ellos esto es una celebración y no es lo mismo a lo que nosotros estamos acostumbrados. También nos dice que todo el mundo es bienvenido y que podemos sacar todas las fotos que queramos. ¡Uy, no, esto no! Si ya de por si me siento incomoda con mi sola presencia, no os podéis imaginar lo que se me pasó por la cabeza visualizándome en un entierro, cámara de fotos en mano. Mi cámara se quedó en la furgoneta y me fui al entierro con el móvil. Por si acaso.

También nos dijo que podíamos hacer lo que quisiésemos, circular libremente por todo el recinto e incluso entrar para ver a la fallecida. Bueno, esto yo al menos, tampoco lo iba a hacer. Y nos explicó lo que íbamos a hacer nada más llegar.

El momento más incómodo en tierra de los Toraja.

Lo que voy a contar ahora no se ni como contarlo. Fue uno de los momentos más difíciles e incómodos que creo que he pasado en un viaje. Solo podía pensar en que llevábamos a un niño de 12 años con nosotros. Que si bien es cierto que tiene una mentalidad de una persona mucho más mayor, y que sus padres lo han educado para ver todo y de todo, pues bueno, pero yo no paraba de pensar en él y en lo que yo estaba sintiendo.

Nada más bajarnos de las furgonetas con lo primero que nos encontramos antes de llegar al pueblo, fue con la zona de matanza de cerdos. No se cuantos cerdos podía haber allí, muertos, dispuestos sobre el terreno. No podía ni mirar, pero lo que era imposible era no oler. El olor que desprendía aquello era insufrible. Se me revolvió el estómago. Miré de reojo y lo justo para no meter un pie en todo aquel barrizal compuesto a base de tierra, agua y mucha sangre. Todo muy desagradable.

Estos cerdos son los que darán de comer a la multitud allí congregada.

Por fin conseguimos dejar atrás aquello. Todavía puedo sentir el calor en mis mejillas. Estaba abrumada. Y el olor, ese olor que quizá nunca pueda olvidar.

Saludos a la familia y entrega de regalos.

Llegamos a lo que parecía ser la zona central del pueblo, o una plazoleta construida especialmente para esto, no lo se. El caso es que había una plaza central, llena de barro, donde de cuando en cuando se percibía algo más que barro y agua.

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Al rededor de la plaza central se disponían varios edificios, algunos de estilo tradicional, otro que se veía que había sido construido para la ocasión y donde el guía nos explicó que estaba el cuerpo de la fallecida, y otra serie de edificios, a uno de los cuales nos fuimos nosotros.

Era justo el edificio que quedaba situado frente a la zona donde posteriormente se pondría la familia directa a recibir a los invitados.

El edificio al que nos llevó el guía era una especie de plataforma de madera, con techo, seguramente fabricada para el momento. La plataforma estaba elevada entiendo que para evitar todo el barro y lo que no era barro. Nos descalzamos y subimos. La plataforma estaba llena de gente sentada en el suelo, haciendo corrillos, tomando té, café, licor y pastas. Todos hablaban amigablemente, riendo, sonriendo y ni una lágrima.

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Nos vienen a recibir parte de la familia a la que les saludamos con las palabras y frases, a nuestra manera, que el guía nos había enseñado a decir para dar el pésame. Aprovechamos también para darles los regalos que les llevábamos.

En nada aparece un grupo de mujeres con bandejas en las que llevan tazas con sus platos, y cajas de galletas. Nos ponen una taza a cada uno y nos van preguntando si queremos té o café. También si queremos probar el licor. Y así, yo me fui relajando, viendo que aquello, lejos de ser un evento familiar y privado, era como una fiesta de un pueblo cualquiera.

La atención de los Toraja.

Y es que además de lo atentos que fueron, con nosotros y con todo el mundo, haciéndonos sentir uno más de la familia, estaban atentos a que todo el mundo estuviese bien, se sintiese bien y pendientes de todo.

En un momento y todavía no se cómo pero me lo puedo imaginar, Sandra metió un pie y media pierna en todo el barro. Se quedó paralizada, mirando hacia todos lados, intentado, supongo, pensar en qué podía hacer con aquello. Pero en nada varias mujeres se acercaron a ella, se la llevaron, le limpiaron la pierna y allí parecía que nada había pasado.

El comienzo de la ceremonia de enterramiento de los Toraja

Poco tiempo llevábamos sentados en nuestro sitio, tomando el café y algunas pastas, cuando empiezan los cánticos y el movimiento.

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En este momento yo estaba ya mucho más relajada. Podríamos pensar que por haberme tomado ese chupito de licor, pero no nos dio tiempo ni a eso.

Salgo a la plaza central y veo como se acerca un grupo de personas con algo al hombro. ¡Es un cerdo! ¡Vivo! y si, ocurrió lo que muchos seguro que estáis pensando. Hubo un primer sacrificio después del sacerdote decir unas palabras, y allí, en aquel mismo momento da comienzo la ceremonia de enterramiento.

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No puedo ni escribir lo que volvió a suponer este momento para mi. Yo, que soy de pueblo, que viví la matanza del cerdo en mi casa, en aquel momento mi cabeza no estaba para esto. Si nunca me gustó cuando se suponía tenía que haber estado acostumbrada por vivirlo desde muy pequeña en mi casa, en aquel momento, cerré los ojos, tapé los oídos y esperé. No tengo ni idea de lo que pasó en realidad porque tenía los ojos cerrados, ni se que pasó después porque no lo quise ver, pero esto es lo que supongo que pasó.

A partir de este momento y quitando justo esto, lo demás fue una fiesta en sí donde lo vivimos como tal.

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La fiesta de enterramiento Toraja

Un sacerdote o lo que creo que sería un sacerdote, hablaba en forma de medio cántico, mientras poco a poco aparecían mujeres vestidas de forma muy tradicional, y hombres que golpeaban con unos grandes palos de madera contra el suelo, quedando un momento de música y cánticos que fue precioso.

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Poco a poco seguía llegando gente, siguiendo un ritual por el que rodeaban toda la plaza hasta meterse en el interior de un edificio.

El siguiente movimiento fue cuando toda la familia, seguramente la más directa, salieron cantando y bailando al centro de la plaza e hicieron un ritual de lo más vistoso.

Al final de la ceremonia, nos acercamos a la familia más directa que se quisieron sacar fotos con nosotros y nosotros con ellos y poco después pensamos que era momento en poner fin a nuestra experiencia con un entierro en Tana Toraja.

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Rosa y Ana con la familia Toraja

Nuestro guía nos cuenta que al día siguiente tendrá lugar la gran matanza de los búfalos, por si queremos asistir, pero preferimos no volver a pasar por esto y dedicar el resto de nuestro tiempo en Tana Toraja a ver y vivir otras experiencias.

Comiendo en Monika Lolo Restaurant

Para comer, nuestro guía escogió el restaurante Monika Lolo, que estaban a tan solo 15 minutos desde el lugar de la celebración. Este restaurante fue tal acierto que no sería la primera vez que comeríamos, e incluso cenaríamos, aquí.

Las comidas y las cenas, en Sulawesi, y al contrario de lo que ocurría en el resto del viaje, las teníamos incluidas. Básicamente porque teníamos que comer y cenar todos justos, y tampoco hay muchos sitios donde hacerlo. Por otro lado teníamos que ir con el coche, a no ser para las cenas, pero con lo que ocurrió en la cena del día de hoy, fue lo mejor que nos pudo pasar, tener un coche disponible para ir a cenar a otro lugar por muy alejado que estuviese.

La comida consistió en muchos tipos de platos, para compartir, lo que nos vino bien para probar un montón de cosas distintas.

El pueblo tradicional Ke’te’ Kesu’ 

Después de comer nos dirigimos al pueblo de Kete Kesu. Kete Kesu es un pueblo tradiconal Toraja, situado a unos 4 kilómetros de Rantenpao, la capital.

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En menos de 15 minutos aparcábamos las furgonetas en el parking habilitado para ello. Kete Kesu no deja de ser un pueblo tradicional turístico, por el que se debe pagar entrada. Pero aún así es una muy buena forma de tener acceso, no solo a un pueblo en sí, sino al interior de una de las casas tradicionales. También, sobre este pueblo, tuvimos la oportunidad de conocer un poco la organización de las comunidades de Tana Toraja y sobre la construcción de los Tongkonan pero os lo contaré en el capítulo siguiente.

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En Kete Kesu encontramos una serie de casas tradicionales organizadas sobre una calle, en hilera.

Tras la visita a la zona central de Kete Kesu, nos metimos de lleno en el pueblo, bajando por una empinada calle llena de tiendas de souvenirs. Al final de esta calle, nos metimos en una zona más rural y empezamos a ascender por unas escaleras de piedra, al borde de un abrupto «acantilado» con vistas a Kete Kesu.

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Cementerio de Tana Toraja en Kete Kesu

Era evidente donde nos encontrábamos. Estábamos en un cementerio Toraja. Las tumbas de piedra más antiguas de Kete Kesu se estima que tienen unos 500 años de antigüedad. Tendremos tiempo de hablar más en profundidad de los enterramientos Toraja, pero lo que más llama la atención del cementerio de Kete Kesu es sin duda la antigüedad de las tumbas, las tumbas colgadas sobre el acantilado, la cantidad de huesos humanos que se encuentran por todos lados, y vimos por primera vez los tau-tau, unas réplicas en madera de los difuntos. Algunos eran más esquemáticos pero otros de lo más realistas.

Al final de todas aquellas escaleras, encontramos una cueva, donde cómo no, seguía habiendo más enterramientos.

Kaana Toraya Coffee, probando y comprando café de Toraja.

Tras la visita a Kete Kasu, el guía nos llevó a un lugar donde podríamos comprar café. Una de las cosas que nos habíamos perdido por volar desde Makassar era que en ese día teníamos previsto pasar a visitar un cafetal. Como finalmente volamos, y nos perdimos la visita, decidimos que queríamos visitar al menos algún sitio donde poder comprar café.

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Así que el guía nos llevó a una cafetería donde tuestan su propio café y allí pudimos, además de merendar, probar el café y comprar.

Nuestro hotel en Rantenpao: Luta Resort Toraja.

Era hora de dar por terminado el día y poner rumbo al hotel que nos iba a alojar durante los siguientes días. He de decir que si bien muchos de los hoteles en los que estuvimos en zonas muy rurales de muchas partes del mundo (Uganda, Indonesia, algunos de México, …) mostraban unas fotos en sus webs mucho peores a lo que era la realidad. En el caso del Luta Resort Toraja resultó todo lo contrario.

Nos encontramos con un hotel que si bien las partes comunes estaban genial, con buena decoración, buen ambiente y un concepto que podía llamar la atención, se notaba una dejadez importante en mantenimiento. Eso llevado a las habitaciones se multiplicaba por 100. Era un hotel que podía estar genial si no fuese porque le hacía falta un buen lavado de cara.

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Aquí volvimos a tener problemas con las habitaciones y la distribución de las mismas. La reserva de este hotel se había hecho hacía más de 6 meses. Una habitación familiar y el resto habitaciones twins, es decir, con dos camas. Lo que nos encontramos fue, que había una habitación más reservada, al igual que nos había pasado en Makassar y al igual que nos había pasado en Jakarta, pero no le dimos importancia. Al final una habitación nos puede venir bien según en qué momento.

En este caso nos vendría bien porque en lugar de habitaciones twins, nos habían dado habitaciones dobles. Según la chica de recepción porque un grupo que había llegado esta tarde había cogido todas las habitaciones de dos camas que les quedaban libres ¿Cómo puede ser que habiendo hecho una reserva hacía 8 meses les den estas habitaciones a alguien solo porque llega a hacer el check in antes que nosotros? Este es el problema que vimos muchas veces en este país, que como no saben decir que no, al final meten la pata con los siguientes.

Bueno, el caso es que por un lado, la habitación que teníamos de más nos vino bien, además de que había dos parejas que no necesitaban habitación twin, y por tanto solo nos hacía falta una cama/habitación más. Y después de mucho negociar, conseguimos que nos diesen otra habitación, que no era nada del otro mundo, quizá incluso peor que las del resto pero al menos teníamos una cama para cada uno.

Si no fuese por este pequeño descontrol, hubiese valorado al hotel mucho mejor.

Cenando en Monika Cafe & Resto

La cena también la teníamos incluida y siempre depende del guía a donde nos quiera llevar. En esta ocasión cenamos en el restaurante Monika, que se encontraba a un minuto caminando de nuestro hotel.

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No es hasta el día de hoy, cuando estoy escribiendo este post, cuando me doy cuenta de la singularidad de los nombres de todos los sitios en los que habíamos estado: el restaurante de esta mañana era el Monika Lolo, el hotel que teníamos al ladao era el Hotel Monika, y el restaurante para la cena el Monika Café ¿no os parece raro? ¿Tendrá algo que ver con qué este nombre tenga algún significado en esta parte del planeta? ¿O simplemente será una casualidad más? Si alguien lo sabe, agradezco mucho la información.

Aquí tuvimos otro pequeño problema por lo que decimos que sería la última vez que cenaríamos aquí. Estuvimos más de dos horas esperando a que nos trajesen el plato con la cena. Y no es una exageración, fueron dos horas literalmente. Estuvimos, incluso, a punto de levantarnos e irnos. A estas horas estábamos agotados, queríamos cenar algo e irnos a dormir.

La noche anterior, con el retraso del vuelo no habíamos dormido nada y el día había sido intenso, así que teníamos, en realidad, más ganas de descansar que de cenar.

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Yo me pedí un arroz rojo, porque me llamó la atención y no lo había probado nunca. En principio pensé que lo rojo se debía a la condimentación pero era el grano el que era rojo. Allí, el guía nos explicó que en la zona de Sulawesi se cultivaban 3 tipos de arroz: el blanco, el negro y el rojo. Así que por la novedad, me pedí el rojo y me gustó mucho. Y menos mal después de todo lo que tuvimos que esperar por ello.

En este restaurante también descubrimos que podíamos probar la carne de búfalo, pero en esta ocasión no fue posible. Aún así nos quedamos con la idea, y teníamos pensado probarlo en algún momento.

Y ahora sí, después de un largo día, nos fuimos a descansar. Aún nos quedaban varios días intensos en Sulawesi para seguir descubriendo lo que esta zona Toraja nos podía mostrar y aportar.

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