Un viaje siempre tiene algún momento único, ese día que recuerdas especialmente por una razón u otra. Algunos viajes tienen estos momentos tan a menudo que es difícil decidir con cual te quedas. En un viaje a Africa, en un viaje como este a Kenia y Tanzania, no hubo un solo día que no nos sintiésemos afortunados por estar viviendolo. Pero si hay un día que esperaba con ansiedad, si hay algo que de verdad estaba deseando ver, es el famoso parque Keniata, el más conocido y reconocido. Hoy llegaríamos a Masai Mara y aquí vivimos momentos tan asombrosos y tan especiales que me sería imposible quedarme con uno solo.
Despedida del Lago Nakuru y del Sarova Lion Hill.
Madrugamos mucho. Era hora de ponerse en marcha, despertarse, desperezarse, tomar un buen desayuno y empezar el camino hacia el parque más mágico de todos los de Kenia. Hoy llegaríamos a Masai Mara y la impaciencia por ver este paraiso africano me comía por dentro. Quería llegar, quería vivirlo, quería sentirlo y deseaba ponerme en marcha. El día anterior, visitando el Lago Nakuru, ya había sido muy emocionante. Ver por primera vez una jirafa, a escasos metros de tu coche, ver por primera vez rinocerontes negros y blancos aunque fuese en la lejanía, maravillarme con la cantidad de animales que había, las cebras, que nunca pensé que me fuesen a encantar como lo hicieron (os puedo asegurar que tengo millones de fotos de cebras), y en general, por todo, nos íbamos del Lago Nakuru muy satisfechos.
Pero empezaba una nueva aventura. Queríamos llegar cuanto antes a Masai Mara así que nos fuimos a desayunar y en el desayuno ya nos dimos cuenta que nuestra pletórica noche en en el hotel no había pasado desapercibida, ni para camareros (que nos aplaudían y nos felicitaban por los bailes de la noche anterior), como por los propios clientes que llegaron a preguntarnos quiénes eramos. Nos despedimos del personal del hotel agradeciendo todas las atenciones que nos habían brindado y nos despidieron como si fuésemos cocidos de toda la vida. Un gran hotel, sin duda y podría decir, que por atención, es el mejor hotel que he pisado en mi vida.
Nos encontramos con David en el Hall, que ya nos esperaba con las puertas del 4×4 abiertas para perder poquito tiempo y ponernos en marcha. Nos tocaba unas cuentas horas de viaje hasta Masai Mara, así que poco tiempo podíamos perder.
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Del Lago Nakuru a Masai Mara.
Se notaba que ya el nivel de confianza con David había llegado a su máximo apogeo y ya empezábamos a gastarnos bromas, a preguntarnos muchas cosas, él a nosotros y nosotros a él, y por este motivo y muchos más, el trayecto entre el Lago Nakuru y Masai Mara es el mejor de todos los que hicimos en este viaje. Si nosotros le enseñamos muchas nuevas palabras en Español, que le iba escribiendo en una libreta, él nos enseñó a nosotros muchas cosas. Entre ellas, Rubén se empeñó en aprender los número en suajili, para poder regatear y negociar bien, y en eso invertimos gran parte del viaje. Mientras Rubén aprendía todos los números, repetía y memorizaba, yo iba sacando fotos y más fotos. A estas alturas del viaje David ya sabía que era una obsesionada de las fotos, así que hoy, antes de salir ya me había avisado: «Lleva varias tarjetas de memoria y batería de sobra, la vas a necesitar». Y no se equivocaba. Ya durante el viaje, mientras como música de fondo iba escuchando una y otra vez los números en suajili, sacaba fotos de todo lo que veía y es que el paisaje cambió muy notablemente.
Entramos en terreno Masai y se notaba. Empezamos a ver la sabana africana en su máximo esplendor, regada por pueblos de la cultura masai. Hasta este momento había pensado que las fotografías que se ven de esta etnia era simplemente de poblados para los turistas. Hoy empecé a comprobar que esta gente vive así, que siguen existiendo los masai con su cultura, con su forma de vivir austera, siguen siendo ganaderos y siguen viendo en sus casitas de barro, vistiéndose con ese color que contrasta tanto con el paisaje.
David me iba avisando: «prepara la cámara que pasaremos por un pueblo donde hay un mercado». Así, pasaba despacito y yo iba haciendo foto social. Me encantó el detalle la verdad y mi cámara no dejaba de disparar.
Pasando por las tierras de Lord Delamere.
Poco después de dejar la zona de los grandes lagos, todavía viajando por el Valle del Rift, pasamos una zona vallada. David nos indica que es una reserva privada propiedad de Delamere. Yo escucho este nombre y empiezo a pensar y le pregunto si esta propiedad es del mismo Lord Delamere, el de «el país del hombre blanco». Se sorprendió mucho. Creo que no estaba acostumbrado a este tipo de conversación, más histórica que relativa a biodiversidad de la zona. Sí, era el mismo, y sus descendientes aún siguen conservando grandes extensiones de terreno en la zona de los grandes lagos de Kenia.
Lord Delamere fue uno de esos hombres de los que Kenia no guarda un gran recuerdo. Se trata de un hombre cuya historia en Kenia va totalmente opuesta a la de Karen Blixen, cuya simpatía y cuya labor en Nairobi hizo que se le pusiese su nombre a un barrio y que hoy en día tenga un museo. Por el contrario, Lord Delamere, uno de los primeros colonos en Kenia, se agenció de grandes extensiones de terrero, en esta zona donde nos encontramos, y que llamó «Rancho Ecuador», era un hombre racista y cuyo máximo objetivo en el vida era cazar animales y hacer que Kenia fuese inglesa. Y para ello invirtió la mayor parte de su tiempo en Nairobi. Delamere consideraba que Kenia era propiedad de «los blancos» y por ello, cuando el país alcanzó la independencia, y consiguió ser «el país del hombre negro», cambiaron el nombre a la calle que llevaba su nombre y actualmente se le conoce como Avenida Jomo Kenyatta, primer presidente de la Kenia libre. Aquella Kenia, a la que Lord Delamere abrió a la invasión de los ingleses, le despojó de todo lo que pudo, que solo pudo ser del nombre de calles y monumentos porque hoy en día, sus tierras siguen estando ahí. La única referencia que encontramos a su nombre en todo Nairobi, está en el bar del hotel Norfolk, donde los grandes lores y barones de principios del Siglo XIX iban a satisfacer algo más que su sed.
Nos encontrábamos en las cercanías del lago Naivasha y lo que teníamos ante nuestros ojos era una auténtica maravilla. El valle del Rift, regado de por los grandes lagos, justo detrás del lago Naivasha encontramos el Hell´s Gate National Park, uno de los pocos sitios donde se puede hacer un safari a pie o en bicicleta y al fondo, el pico Longonot, que a estas alturas del viaje empezábamos a bordear.
Muchas veces nos preguntan cual es el motivo de que se invierta tanto tiempo en traslados en Kenia, cuando aparentemente todo está bastante cerca, o al menos, sobre le mapa, y donde por ejemplo, el lago Nakuru no parece muy lejano a Masai Mara. La razón no es otra que la escased de carreteras o más bien de buenas carreteras. Llegar desde el Lago Nakuru a Masai Mara supone recorrer la autopista a Mombasa, la que atraviesa el país desde el Lago Victoria y llegar prácticamente de nuevo a Nairobi. Así, llegar a Masai Mara desde Nakuru supone una mañana de viaje.
Sarova Mara en el Parque Nacional Masai Mara.
Y llegamos al Sorava Mara, y nos reciben con un cóctel de zumo de frutas que nos supo a gloria. Tras hacer el check in en el hotel nos vamos a nuestra habitación. Tenía muchas ganas de ver como eran esas «tiendas de campaña» en las que nos íbamos a alojar durante dos noches. Y desde luego no nos defraudó. La verdad es que saben aprovechar el espacio de maravilla, ya que dentro, además de una cama grande, tenía un baúl para dejar cosas, una silla para recostarte, un escritorio, una cómoda, un armario y un baño completo. Aquí no hubo «up grade» así que nos quedamos con nuestra tienda estándar, que ya era suficiente.
Podéis leer más sobre este hotel en: Hoteles en Kenia II.
Tras descansar un rato del largo viaje salimos a comer. Habíamos quedado a las 15:00 con David para hacer nuestro primer safari en Masai Mara, así que tampoco había prisa, pero si hambre. Tras la comida, reposamos un rato en los alrededores de la piscina, y observamos el funcionamiento del hotel. Además de todo lo que se tiene incluido, al atardecer ponen galletas y café, según intuimos para que los clientes degusten. Nosotros a este punto no llegamos porque pasamos las dos tardes de safari y por tanto no lo pudimos comprobar.
Tuvimos la mala suerte de que el cielo se empezó a poner gris, después pasó a negro y empezó a diluviar. Rápidamente nos fuimos a la habitación. Al menos íbamos a descansar un rato mientras llovía a cantaros. No me podía creer que nuestro primer día en Masai Mara lo fuésemos a pasar lloviendo. Pero tal y como me dijo alguien antes de ir, ante mi preocupación por ir en época de lluvias, las lluvias en Kenia son cortas. Estamos tan acostumbrados a oír hablar del monzón asiático, que aquí no me podía imaginar que esa intensa lluvia fuese a parar una hora después. Pero lo hizo, y el sol salió y el día nos brindó momentos mágicos.
Tarde de safari en Masai Mara.
Nuestro primer safari en tierras Masai dio muchos frutos. Mientras el cielo nos brindaba algún que otro momento de luz y algún que otro momento de intento de tormenta, el parque nos ofreció momentos inolvidables.
Nada más salir del hotel ya empezamos a ver cebras, gacelas, por todos lados. Esta vez nos fijamos más en especies nuevas:
El impala de Masai Mara.
Nos quedamos observando la manada de impalas que teníamos justo al lado de la carretera. La Impala es uno de los grandes antílopes africanos y se encuentran en manadas de unas 100 unidades, donde la mayoría son hembras o especies jóvenes. Corren rápido y saltan con agilidad lo que les permite intentar escapar de sus predadores.
El Cobo de Agua.
Este nombre no lo había oído nunca así que me hizo cierta gracia, y sobre todo recuerdo perfectamente la forma de pronunciarlo de David. Todavía hoy parece que esté oyéndole decir claramente «Cobo de Agua». Se distingue de sus parientes más cercanos, por su espeso pelaje de color marrón y por los cuernos en forma de lira en el macho y blancas y negras en la grupa.
La jirafa Masai.
A diferencia de la jirafa Rothschild que habíamos visto en el Lago Nakuru, la jirafa Masai posee manchas menos uniformes o menos definidas, muy irregulares y sobre un fondo beis. La diferencia,en aquel momento, con la Rothschild nos resultó clara.
Tras este primer momento en el parque tan abrumador para nosotros, llegamos a un momento en el que invertiríamos gran parte de la tarde y de la tarjeta de memoria de la cámara. Llegamos al banquete que se estaba dando una leona. Antes ya habíamos visto a otra leona meterse en unos matorrales, pero no hubo suerte porque no regresó y le perdimos la pista, pero no pasaba nada, todavía quedaba mucho Masai Mara.
Topi
Pintada Común
El banquete de una leona en Masai Mara.
Nos acercábamos a gran velocidad a un grupo de coches aparcados en uno de los múltiples caminos de tierra de Masai Mara. Sabíamos que algo bueno íbamos a encontrar, lo que no teníamos claro era el qué. David se comunicaba por radio, en suajili para que no entendiésemos, con el resto de sus compañeros, guías de otras empresas que se mantienen en contacto para que nadie se pierda nada importante. De esta forma, llevando un guía con emisoras, es difícil que dejes de ver cosas.
De repente para el coche y, señalando con el dedo, nos dice: «mirad allí, al fondo, al lado del matorral». Ciertamente no llego a entender como hacen para poder distinguir, a lo lejos, un animal que es del mismo color que la hierba, pero lo hacen. Y si, allí a lo lejos, estaba ella, sentada a la sombra de un matorral, descansando de la cacería que hacía rato había llevado a cabo. Allí esta: La leona.
Empiezo a sacarle fotos, pero estaba muy alejada. Aquí, por primera vez David nos dice que tenemos que tener paciencia y nos explica: «si miráis en la misma linea en dirección a la leona, pero mucho más cerca de nuestro coche, veréis que hay una presa en el suelo, entre la hierva. La acaba de cazar y está descansando a la sombra, pero volverá para seguir con su festín, así que debemos tener paciencia». Y sí, empezamos a comprender que venir a un safari supone esperar y no desesperar, porque al final los guías saben muy bien lo que hacen, saben muy bien cual es el comportamiento del animal y rara vez se equivocan. Así que esperamos.
Y la leona no tardó mucho en moverse. Empezó lentamente a caminar y a acercarse a la presa que estaba más cerca de nuestro coche y empezó a comer. Creo que nunca, ni siquiera en el resto de lo que queda de este viaje, ni en ningún otro y creo que incluso en ninguno de los viajes que me queden por hacer, he sacado o sacaré, tantas fotos a una única cosa, a un único animal como le he sacado a esta leona. La he fotografiado por todos los lados y creo que si pongo una foto tras otras podré convertirlo en una película, fotograma a fotograma.
La leona se movió en varias ocasiones, movió a su presa de sitio y cuando ya tuvo suficiente, hizo el gesto de querer taparla con tierra pero finalmente se apartó de nuevo a la sombra.
La otra cara de la historia.
Si bien estábamos emocionados por lo que habíamos presenciado me doy cuenta que a nuestra mano izquierda, entre los matorrales, asomaban un par de orejas. Se lo digo a David y me dice, que efectivamente se trata del joven hijo de la hembra que nuestra leona se acaba de devorar. Allí, entre los matorrales, agachado, observando la escena, se encontraba una pequeña gacela, que lo único que movía y movió en todo el tiempo que estuvimos allí fueron sus orejas. Aquí vemos la otra amarga de la sabana africana, cuando la realidad es así de dura para la otra parte.
El rinoceronte.
Así, dejamos a la leona descansando tras el festín y continuamos nuestro deambular por Masai Mara. A continuación nos encontramos con rinoceronte y si los que habíamos visto en Nakuru, que ya nos había impresionado, verlos aquí, justo al lado del coche fue de lo más impactante.
Primero vimos uno, caminando lentamente. Nosotros paramos el coche y lo observamos a él, mientras en ocasiones él nos miraba a nosotros. Después, continuó caminando y pasó por entre los coches. Creo que jamás me hubiese imaginado ver un rinoceronte tan cerca. Siempre me los había imaginado muy distantes y lejanos por eso este momento fue realmente alucinante.
Y tras éste llegó el siguiente, comiendo tranquilamente bajo un árbol. Parece ser que estos árboles dan un fruto en forma de pepinillo que les encanta a los rinocerontes, pero no les sienta especialmente bien ya que acaban cogiendo algo así parecido a una borrachera.
Así, el sol iba cayendo y llegó el atardecer. El cielo seguía amenazando tormenta y aún así vimos a los animales de Masai Mara muy activos y nos preguntamos ¿qué nos deparará el parque mañana? Nos tocaba día de safari completo, comiendo de picnic así que ya estábamos deseando que llegase el nuevo día, sabíamos que aquí íbamos a maravillarnos con todo.
Llegamos al hotel, nos despedimos de David, y tras una buena ducha y un poco de descanso nos fuimos a cenar. Esta vez no hubo bailes, aunque sí algún que otro cóctel, pero nos fuimos pronto a dormir porque el día había sido muy emocionante y agotador.
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Si quieres leer el diario completo: 19 días en Kenia y Tanzania.
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