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Diario Tanzania de Este a Oeste en 19 días

Visita al Museo del Dr. Livingstone en Ujiji (Kigoma)

El viaje llegaba a su fin. Hoy por fin poníamos un pie en Ujiji, punto final del viaje de muchos de los exploradores y lugar al que habíamos llegado siguiendo sus pasos. Visitaríamos el museo dedicado al Dr Livingstone que hay en Ujiji (Kigoma) y con ello terminaríamos la historia que comenzaba, hacía 17 días, en Dar Es Salaam.

Viaja con nosotros

Este viaje «Tanzania de Este a Oeste» se desarrolló tal y como lo estáis leyendo durante el mes de Agosto del año 2022, en uno de los viajes que realizamos bajo el concepto «Viaja con nosotros». Desde hace años ofrecemos la posibilidad a nuestros lectores, seguidores de redes sociales y clientes de la agencia de viajes a acompañarnos. Y este fue nuestro cuarto «Viaje con vosotros».

Si quieres realizar un viaje similar o parecido a este, consulta las fechas de salida regular o si lo prefieres, pídenos un presupuesto para un viaje en privado a un país que estoy segura que te sorprenderá. 

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El día comenzaba celebrando el cumpleaños de Ana en el desayuno. Cumplir años fuera de tu entorno familiar, con un grupo de «desconocidos» aunque ya a estas alturas del viaje éramos una gran familia, no debe ser fácil. Por eso, le preparamos un pequeño detalle, para que al menos, en la distancia, se sintiese apoyada y feliz, cumpliendo años en la otra parte del mundo.

Este es tu gran día, Ana: FELICIDADES.

Tras esto nos pusimos en marcha hacia el Museo Livingstone en Ujiji.

Antecedentes

Ya lo he contado en varias ocasiones a lo largo de este diario, que lo que me llevó a realizar este viaje por el continente africano, cruzando Tanzania de Este a Oeste, fue seguir los pasos de los grandes exploradores, y llegar al punto final en el que David Livingstone y Henry Morton Stanley se encontraron al fin y se produjo la frase que pasó a la historia: «Dr. Livingstone, supongo».

MUSEO LIVINGSTONE UJIJI TANZANIA (1)

Si queréis saber de qué hablo os dejo los enlaces a los post donde voy contando, poco a poco esta historia:

En ese último viaje de David Livingstone, fue donde acabó refugiado de sus enfermedades en Ujiji, una población creada por los mercaderes de esclavos en la rivera del Lago Tanganica y donde se reencontró con Stanley.

Las últimas frases de mi artículo anterior sobre este tema son estas:

«Debilitado, enfermo y ya en los huesos, llegó a orillas del lago Tanganica el 23 de octubre de 1871.
En aquel momento, 3 años llevaba sin dar señales de vida y desaparecido en el interior del continente Africano y la suerte del destino hizo que tan solo una semana después, llegase a la costa del lago Tanganica un joven galés llamado Henry Morton Stanley.

Del artículo: De Katavi al Lago Tanganica

Así que aunque habíamos llegado al Museo del Dr. Livingstone en Ujiji justo en el lugar donde se produjo ese encuentro, y lo suyo sería rememorar su historia, tal y como hizo nuestro simpático guía local a la sombra del árbol de mango donde teóricamente sucedió este hecho, hoy, toca rememorar la historia de Henry Morton Stanley y el qué le llevo a llegar hasta este punto tan alejado de la costa africana.

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Cara de concentración de nuestros amigos, escuchando al guía local

Henry Morton Stanley, en busca del Dr. Livingstone (1969-1971)

Después de haber leído mucho sobre los grandes exploradores del S.XIX y XX, sobre Stanley tengo una opinión, personal ante todo, que más que un explorador como tal, lo veo como una persona de cuento. Nadie le quita el mérito que tuvo, al menos en sus dos primeros viajes por África, y dejando un poco de lado su alianza con Leopoldo II de Bélgica y las atrocidades acometidas en El Congo. Sin embargo, todo en él es tan «inventado» que cuesta mucho creer ninguna de sus palabras (más allá de los hechos que si son ciertos).

Partiendo de la base de que se inventó hasta su nombre, y parte de su vida, nos hace dudar de casi cualquier cosa que haya escrito en sus libros. Es por ello que se duda, incluso, que aquella frase que ha pasado a la historia, haya sucedido realmente. Ni Livingstone lo cita en ninguno de sus escritos, ni realmente se sabe qué ponía en el diario de Stanley de aquel día ya que las hojas fueron arrancadas (por él mismo, claro).

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El gran Mango donde se produjo el encuentro

Aunque se presentaba como norteamericano y como Henry Morton Stanley, lo cierto es que era británico, nacido en Gales, en 1841, en el seno de una familia muy pobre, y con nombre John Rowlands.

Pero vamos a lo que vamos, qué llevó a Stanley al interior de África.

Tras una infancia dura, a los 15 años se embarcó hacia Estados Unidos, donde se dice que adquirió la nacionalidad, pero sobre todo donde cambió su nombre. Aunque él dice que le adoptó un estadounidense, no hay nada que aclare que esto fue cierto, así que podría decirse que es otra invención suya. Se alistó en el ejército y participó en la guerra donde también se dice que desertó y que tanto podía estar en un bando como en el otro. Al terminar la guerra es cuando se hace periodista.

Cubría la guerra civil española cuando recibe un telegrama de su jefe en el New York Herald para proponerle algo, que por muy descabellado que pueda parecer, para un hombre de espíritu explorador, fue la gran ventana que le abrió al mundo.

MUSEO LIVINGSTONE UJIJI TANZANIA (9)

James Gordon Bennett le propone partir hacia África en busca del Dr. Livingstone, que llevaba 3 años desaparecido y sin dar señales de vida. Además de encargarle, antes que eso, hacer algunas paradas por medio mundo. ¿Quién podría negarse a vivir esta aventura? Desde luego, él no, y aceptó de muy buen agrado. Esto ocurrió en 1969, pero con todos los encargos que le hizo Bennett, Stanley no llegó a Zanzibar hasta 1971, donde realmente comienza su búsqueda de Livingstone.

8 meses fue lo que tardó Stanley desde que llegó a las costas africanas en atravesar el país, en llegar al Lago Tanganica, en encontrar al Dr. Livingstone, y en pronunciar, supuestamente, esas palabras: «Dr. Livingstone, supongo».

Y en este punto nos encontramos, bajo un mango que no es el original, ya que aquel se murió y lo tuvieron que reemplazar, donde se produjo ese encuentro.

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Y uno se pregunta ¿Pero, en las imágenes de entonces, no se ve agua justo al lado del encuentro? y si, el Lago Tanganica tiene hoy en día menos agua que la que tenía entonces.

Bajo el Mango de Livingstone

En el lugar en el que nos encontramos, bajo el mango, no solo encontramos un monumento conmemorativo del encuentro, sino también una pequeña placa en reconocimiento a los dos primeros hombres blancos que llegaron hasta Ujiji, Speke y Burton.

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Me pareció realmente raro, ya que en todos mis viajes por África, por Tanzania, y por la zona por donde pasaron estos exploradores, raramente se encuentra mención a ellos. Sí hacia Livingstone porque además de explorador hizo mucho por la abolición de la esclavitud y la verdad que lo tienen puesto en un pedestal, pero nada del resto, como si no existiesen, excepto aquí.

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El museo del Dr. Livingstone

Hace unos años, en este mismo lugar, tan solo había una choza de madera con algunos utensilios de aquella época. Sin embargo, se ve, que el Livingstone y su historia, atrae a algún que otro turista, y que además del Parque Nacional Gombe, donde habíamos estado días atrás, es el principal atractivo de Kigoma. Han invertido dinero para tener un museo digno del gran explorador, misionero y abolicionista, David Livingstone.

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Allí hicimos un repaso sobre la vida de Livingstone, sus viajes, los viajes de los mercaderes de esclavos, que en parte, tenían que ver con los de los exploradores en el sentido de que transcurrían por los mismos caminos y canales.

Es interesante ver, sobre todo, algunos de los objetos que se conservan de aquella época, como las canoas que utilizaban para navegar por el lago.

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El gran detalle de Rosa.

Al terminar la vista al museo, y delante del mismo, nuestro guía local, de unos 72 años, nos preguntó si no teníamos un bolígrafo, que le encantan los bolígrafos.

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Nos dio muchísima pena, porque en los coches solíamos llevar cosas así, pero hasta Ujiji no se nos ocurrió traer nada, y lo dejamos todo en el hotel. Rosa, abrió su mochila, rebuscó entre sus cosas y sacó un bolígrafo de estos que tienen varios colores. No se quería deshacer de él porque era un recuerdo de un momento especial de su vida, pero en aquel momento pensó que la ilusión del señor era mucho más grande que cualquier otra cosa, y decidió entregárselo.

El gran detalle de Silvia

A nuestra vuelta a España, varios de nosotros quedamos para rememorar el viaje y allí, Silvia, no solo le regaló a Rosa, sino a las demás, un bolígrafo de colores pastel similar al que Rosa le había regalado al guía local. Tremenda ilusión nos hizo a todas recibirlo, creo que casi tanto como a él.

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Nuestra particular recreación de aquel encuentro

Un paseo por Ujiji

Le preguntamos al guía si sería posible dar un paseo por Ujiji, y acercarnos un poco al agua. Nos dijo que sí y se dispuso a acompañarnos. Le dijimos que no era necesario, que nosotros íbamos solos, pero él no cejó y nos acompañó. Luego entendimos el porqué.

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La gente local de esta zona estaba un poco agresiva, no sabemos muy bien porqué. Tuvimos que ocultar las cámaras y mantenernos un poco alejados. El guía lo debía de saber. Así que tan solo dimos un paseo, sacamos alguna foto en la distancia y regresamos a los coches.

Y muy bien le debimos de caer al guía que decidió que había otro sitio de Ujiji que nos quería enseñar.

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Camino de salida de las caravanas de esclavos

Cuando nos subimos al coche, no sabíamos muy bien hacia donde nos dirigíamos. Nuestro guía local se subió en uno de los coches, mientras dirigía la maniobra. A nuestro paso los niños salían a la calle a saludar, a bailar y a gritar. Tras un paseo más bien largo, donde pasamos por calles sin asfaltar de un polvo anaranjado, de casitas bajas y muy humildes, llegamos a una calle flanqueada a ambos lados por una serie de árboles centenarios. Se trataba, mi más ni menos, que del camino de salida de las caravanas de esclavos rumbo a Zanzíbar.

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Nuestro guía nos comenta que los grandes árboles fueron plantados en esta gran avenida, para dar sombra a los cientos de personas que salían de Ujiji a diario camino de una vida mucho peor. Muchos, incluso, no llegaban nunca a destino (Os lo contamos todo en nuestra visita en Stone Town a los bajos de la actual catedral).

Terminada esta interesante e impactante visita, ahora si, nos despedimos del guía y nosotros nos fuimos directos a un restaurante que había seleccionado para este día.

Comiendo en el restaurante del hotel Kigoma Hill Top.

Este hotel, el Kigoma Hill Top, junto con el hotel en el que nos estábamos alojando nosotros estas dos últimas noches, el Lake Tanganyika Hotel, son los dos mejores hoteles, con diferencia, de Kigoma.

Escogí este restaurante por las buenas reseñas que tenía, y por el mirador que tiene sobre el Lago Tanganica.

Nada más llegar ya nos dimos cuenta de lo especial que es, no solo el hotel, sino todo su entorno. Con cebras e impalas pastando a su aire por las inmediaciones. Y es que este hotel tiene un santuario de vida salvaje en su jardín, con impalas, ñus, cebras, monos vervet,…entre otros.

Kigoma Hill Top restaurante (1)

Comimos y comimos bien. A base de sopas (de tomate fundamentalmente) y de pescado. Ya que estamos en Tanganica había que probar su pescado, aunque hubo quien se tomó una buena hamburguesa. Había ganas también después de 17 días de comida básica tanzana.

El camino de vuelta al hotel lo hicimos caminando. Un ligero paseo después de la comida nos iba a venir genial. Así que pusimos rumbo de nuevo al Lake Tanganyika Hotel.

Kigoma Hill Top restaurante (3)
Kigoma Hill Top restaurante (5)

Tarde de compras en Kigoma.

Para variar, algunos de nosotros pasamos la tarde en Kigoma de compras. Aquí nos hicimos «amigos» de unos chicos masai a los que les compramos sandalias. Las mías, aún un año después, siguen sin ser estrenadas, pero bonitas son un rato aunque incómodas también. Quizá hay que darles uso para que vayan ablandando, quien sabe.

compras en kigoma

Eso si, pasamos un gran rato con ellos donde nos reímos como nunca.

Seguimos con las compras de telas y terminamos la tarde con una cerveza bien fría.

El largo regreso a casa

Los dos siguientes días los invertimos en viajar de vuelta.

Inicialmente nuestro vuelo era un vuelo cómodo, aunque con una escala de 6 horas en Dar Es Salaam que era inevitable viniendo desde Kigoma

Desde Kigoma opera la compañía Air Tanzania con vuelos diarios a Dar Es Salaam, uno al día. Pero la hora de este vuelo varía dependiendo del día de la semana. Cuando empecé a preparar este viaje, no se si por hacer poco que habían pasado las restricciones por el covid, si no pensaban tener gente para llenar un vuelo al día, lo cierto es que solo había un vuelo cada dos o tres días. Por ello, no nos había quedado otra que pasar estas dos últimas noches en Kigoma antes de coger el vuelo de vuelta a casa.

Tras esta escala de dos horas, el vuelo continuaba vía Doha, con una escala de apenas dos horas. Pero poco antes de empezar el viaje, Qatar Airways nos cancela el vuelo de vuelta y nos reubica en otro vuelo, un vuelo que nos hacía tener que pasar una noche más en Dar Es Salaam.

El vuelo original de Air Tanzania, enlazado con el vuelo de Qatar, salía igualmente a las 4 de la tarde de Kigoma. Pero en Kigoma ya no podíamos enlazar con el vuelo nocturno de Qatar Airways, que habían cancelado, así que no nos quedaba otra que esperar al vuelo de las 11 de la mañana del día siguiente y por lo tanto, nos obligaba a hacer una noche extra en Dar Es Salaam. Escogimos para ello el mejor hotel que encontré en la zona del aeropuerto y que además tuviese traslado gratuito al aeropuerto (ya no teníamos coches, ni agencia, ni nada para hacerlo).

Se trata del Hotel Blue Sapphire, que resultó ser correcto, con sus más y sus menos. Los menos son que pese a haber pagado más por habitaciones de dos camas, la realidad fue que nos pusieron habitaciones de 1 sola cama, siendo la mayoría no pareja, así que les tocó tirar colchones en el suelo. Eso para el precio del hotel y siendo un hotel de 4 estrellas deja un poco que desear.

Hotel Blue Sapphire

Por todo lo demás muy bien, tanto por el desayuno, como por la atención, como por la puntualidad en los traslados de ida y de vuelta al aeropuerto.

La enfermedad del piloto de Air Tanzania.

Muchas veces tendemos a decir que hay cosas que solo ocurren en África, aunque yo diría que en Asia mucho de esto ocurre también, y es que hoy el día de vuelos no comenzaba bien.

Tras despedirnos ya en el aeropuerto de los que habían sido nuestros compañeros de viajes, nuestros guías: Sam, Samuel y Yuma, y de nuestro coordinador Gerard, descargamos las maletas y nos fuimos al control.

foto de despedida
Foto de despedida

Allí, ya la cosa no pinta bien. Nos dicen que debemos esperar bajo un tendejón anexo al aeropuerto. Es que bueno, el aeropuerto había que verlo como era. Una casita de planta baja, eso si, de ladrillo, con algún anexo de palos y uralita. Hasta allí nos fuimos, bajo un sol abrasador, a resguardarnos y pacientemente esperar a que fuésemos llamados. La cosa no mejora.

Vemos salir una ambulancia. Tras ella, un grupo de lo que parecía ser una delegación del país vecino, Burundi, se sube con sus maletas a un microbús y salen también del aeropuerto. Vamos a enterarnos de qué pasa. Bueno, pues regresamos con noticias poco alentadoras. Eso, si, aquí, la verdad por delante.

en el aeropuerto de kigoma
En el aeropuerto de Kigoma

Nos dicen que el piloto se encuentra indispuesto, ya que sufre de una afección en el oído que le impide volar. Ha salido hacia el aeropuerto (en la ambulancia) y tenemos que esperar qué es lo que el médico le dice.

Nosotros como buenos occidentales, vamos por delante ¿Y qué pasa si el piloto no puede volar? Ellos no se adelantan a los acontecimientos. «No sabemos, por el momento hay que esperar». Podréis entender que empezamos a entrar en pánico. Ya no tanto por nosotros, la mayoría teníamos el vuelo al día siguiente a las 11 y Virginia volaba a Uruguay a las 3 de la tarde. Nosotros tiempo teníamos. Pero María y Javier enlazaban con un vuelo a Zanzíbar. Y el problema es que como era de los últimos vuelos, si perdían ese vuelo, tendrían que esperar al día siguiente para volar, con la consiguiente pérdida de una noche de hotel en un hotel de 5*, que baratos no son, como para perderlo.

Así que lo primero, nos ponemos en contacto con la empresa de transportes que les realizaría el traslado al hotel, para que estuviesen pendientes por si teníamos que anular la recogida y trasladarla a otro día.

No había mucho más que hacer, que mirar como las lagartijas de colores pasaban a sus anchas por el local, y relajarnos, lo que se podía, a la espera de noticias.

Al cabo de unas 3 horas más o menos, sin que nadie dijese ni «mu», vemos llegar a la delegación de Burundi ¿Serán buenas señales? Pues ellos debían de saber mucho más que nosotros, porque detrás de ellos llega un coche del que se baja el piloto.

aeropuerto de kigoma
Rubén y el piloto

Rubén sale a su encuentro, y tras unas presentaciones cordiales, el piloto, explica con todo detalle, que es lo que tiene, que es lo que le ha dicho el médico, nos enseña la medicación que le han dado y que en principio hay que esperar una hora más o menos a ver si la medicación hace efecto.

Pues nada, otra cosa no, pero como digo, información la dan toda, al menos la que tienen.

Esperamos de nuevo, y al cabo de más o menos una hora, nos llaman para empezar a pasar los controles del pequeño aeropuerto. Cola larga e interminable, y todo «a mano». Pasamos a la sala de espera, y si, finalmente, salimos con la preocupación en el cuerpo de que el piloto se pusiese malo en el aire. Bueno, supongo que para eso está el copiloto, ¿No?

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Llegamos muy tarde a Dar Es Salaam, donde al estar esperando por el equipaje, pasa el piloto y toda la tripulación. El piloto se para donde estamos, saluda a Rubén y se disculpa por todos los daños que nos haya podido causar este tan grande retraso. Eso, desde luego, solo pasa en estos lugares del mundo.

Nos despedimos de María y Javier, que finalmente pueden coger su vuelo a Zanzíbar, y nosotros nos vamos a pasar el control de salida del aeropuerto donde nos despedimos de Virginia que seguía su viaje en solitario.

El traslado del hotel estaba puntualmente esperando a la salida (les habíamos informado del retraso) y tras una cena en el mismo hotel ya que no había tiempo para más nos vamos a dormir. Aún nos quedaba, al día siguiente otro día de vuelos vía Doha, con escala de 6 horas, antes de llegar finalmente a Madrid, otro día más tarde.

Y aquí, es donde termina un viaje que ha sido de lo más especial. ¿Complicado? Si, mucho. ¿Difícil? También. Pero sobre todo ha sido una aventura difícil de repetir.

Y desde aquí quiero agradecer a nuestros compañeros de viaje, la comprensión, la buena actitud ante los incidentes que en este tipo de viaje se suelen dar, la paciencia y sobre todo la buena honda que reinó entre todos durante todo el viaje.

Por muchos viajes más así:

GRACIAS INFINITAS.

ANA ISABEL, CARMEN, ANA, VIRGINIA, MARIA, JAVIER, MARIA JOSE, MAIALEN, SILVIA Y ROSA

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