El Parque Nacional Gombe

Conociendo los chimpancés del Parque Nacional Gombe (Tanzania)

El Parque Nacional Gombe, con sus 56 kilómetros cuadrados, es el Parque Nacional más pequeño de Tanzania. Pero siendo el más pequeño, alberga en su seno, algo increíble y que atrae a turistas de todo el mundo: los chimpancés. Este parque se hizo mundialmente conocido gracias a la doctora Jane Goodall, que lleva 63 años con la más larga investigación realizada sobre la misma población de animales que se ha realizado en el mundo.

Se trata de una zona totalmente salvaje, situada a orillas del Lago Tanganica y a unos 16 kilómetros al norte de Kigoma. Su situación estratégica, le hizo ser el escogido para llevar a cabo la investigación de Jane Goodall, aunque por aquel entonces no se sabía la repercusión que iban a tener sus estudios.

8 años después de que Jane Goodall empezase sus investigaciones sobre los chimpancés, Gombe, que llevaba unos años siendo considerado reserva de caza, se convierte finalmente en Parque Nacional de Tanzania (1968). Pero no fue hasta 10 años después, cuando se empiezan a recibir turistas, que no han parado de llegar desde entonces.

Pese a todo ello, podríamos decir que Gombe, no es tampoco un parque nacional altamente visitado. El coste para llegar hasta aquí y el coste de la entrada, junto con el del trekking, lo hacen inaccesible para muchos.

Viaja con nosotros

Este viaje «Tanzania de Este a Oeste» se desarrolló tal y como lo estáis leyendo durante el mes de Agosto del año 2022, en uno de los viajes que realizamos bajo el concepto «Viaja con nosotros». Desde hace años ofrecemos la posibilidad a nuestros lectores, seguidores de redes sociales y clientes de la agencia de viajes a acompañarnos. Y este fue nuestro tercer «Viaje con vosotros».

Si quieres realizar un viaje similar o parecido a este, consulta las fechas de salida regular o si lo prefieres, pídenos un presupuesto para un viaje en privado a un país que estoy segura que te sorprenderá. 

Info@viajescallejeandoporelmundo.com (somos agencia de viajes con licencia AV.240.AS)

El despertar en el Lago Tanganica

Habíamos llegado al Lago Tanganica el día anterior y pese a que la llegada no fue buena, disfrutamos de una increíble puesta de sol, acompañada de unas cervezas y unas palomitas. ¿Qué más se podía pedir?

Esta mañana, nada más sonar el despertador, lo primero que hice fue asomarme a la terraza de la habitación. Sentía que un nuevo sueño se acababa de cumplir. Estaba allí, desde mi ventana, contemplando el amanecer en el Lago Tanganica, a donde otros habían llegado antes dispuestos a «descubrir el mundo» y a rellenar huecos blancos en el mapa. Por fin, estaba allí. Me sentía feliz y más, porque hoy además, visitaríamos el centro de Jane Goodall y viviríamos otro de esos momentos especiales de este viaje: ver chimpancés en libertad.

Salimos a desayunar, con mucha energía en el cuerpo. En el grupo se sentía y palpaba que hoy iba a ser un gran día, y se percibía que todos estábamos desenado subirnos al barco y empezar esta nueva aventura. Estábamos ansiosos por ver a los chimpancés de Jane Goodall.

Después de desayunar preparamos todo nuestro equipaje. Aunque al regresar del Parque nacional Gombe, volveríamos a Kigoma para pasar otras dos noches, no lo haríamos a este hotel (menos mal) sino que nos íbamos a otro mucho mejor, donde descansar, pasear y disfrutar de esos últimos días de viaje antes de regresar a casa. Así que lo teníamos que llevar todo con nosotros.

Nos vamos a Gombe en barca.

En la misma playa que teníamos delante del hotel ya nos estaba esperando la barca que nos llevaría al parque Nacional Gombe. Y poco a poco fuimos mintiéndolo todo dentro.

A esta nueva expedición, además de participar los 12 integrantes del grupo, también nos acompañarían nuestros guías: Yuma, Sam y Samuel. Aunque ellos no iban a actuar de guías aquí, no se lo querían perder. Para todos ellos, era la primera vez que visitarían el Parque Nacional Gombe y la primera vez que podrían ver chimpancés. Y en ellos también se notaba esa ilusión por descubrir algo nuevo. Además, nos acompañaba también Gerard, nuestro organizador del viaje desde Tanzania y que tampoco había estado nunca en Gombe. Y un cocinero. Si, si, como lo leéis. Nos llevábamos un cocinero y toda la comida necesaria para pasar un día completo en Gombe. Allí tendríamos que almorzar, cenar y desayunar antes de regresar a Kigoma.

En el Parque Nacional Gombe, tampoco es fácil comer, así que si, como nosotros somos muchos, lo mejor es llevar a alguien que cocine y la comida para hacerlo.

Cómo visitar el Parque Nacional Gombe.

Por su situación al lado del Lago Tanganica, y bastante alejado de otros parques nacionales de Tanzania, hacen que este parque sea bastante inaccesible. Para poder visitar el Parque nacional Gombe, primero hay que llegar a la población más cercana, Kigoma. Solo hay vuelos directos desde Dar Es Salaam, lo que también hace que no sea altamente visitado por aquellos que hacen un safari típico por el Norte de Tanzania.

Pero además, el Parque nacional Gombe, se encuentra situado a 16 kilómetros al norte de Kigoma y solo se puede acceder en barco.

Hay dos formas de acceder: o en barca pública o en privada. Ojo con la seguridad del barco público, porque lo llenan con más gente de la que deben, y bajo el concepto de que si coges de pie, todavía puedes viajar, y sin chaleco salvavidas para todos. Un Titanic, vaya, pero a lo pobre.

Las embarcaciones privadas puedes ser contratadas exclusivamente para ti, o formando parte de una excursión contratada desde una agencia. El problema es que dado que no hay muchos visitantes en Gombe, tampoco hay salidas regulares de excursiones y en muchos casos tocará pagar un barco privado para tu grupo.

Así que tendrás que buscar opciones o ir directamente en el barco público. El otro problema del barco público es que te obliga a dormir dentro del parque, donde tampoco hay mucho alojamiento ni barato. El barco sale al medio día y puede tardar, lo que tarde como dicen en Tanzania, pero hasta algo más de 4 horas. Dependerá todo del número de paradas que haga. La vuelta se hace por la mañana.

La entrada al parque nacional Gombe es la más cara de todos los parques Nacionales de Tanzania, que se justifica, porque aunque aparentemente no hay hordas de turistas visitando el parque, lo cierto es que son muchos para la superficie que tiene el parque.

De Kigoma al Parque Nacional Gombe

18 personas nos subimos en la barca y empezamos a navegar por el Lago más profundo de África y el segundo del mundo, el Lago Tanganica.

Aunque durante un tiempo, sobre todo por «culpa» de Richard Burton, se creía que el lago Tanganica fluía hacia el norte, para formar parte de la cuenca del río Nilo, lo cierto es que el Lago Tanganica fluye hacia el río Congo y su agua acaba en el Océano Atlántico.

Sus números impresionan: los 673 kilómetros de longitud le hacen ser el lago más largo del mundo de agua dulce. Con sus 18900 kilómetros cúbicos es el lago más voluminoso de África, reserva del 15% del agua dulce del planeta, y llega a alcanzar, en su zona más profunda los 1470 metros, siendo el segundo lago más profundo del mundo después del Baikal.

Sus aguas bañan 4 países: República democrática del Congo, Tanzania, Burundi y Zambia. Se le considera uno de los lagos con mayor biodiversidad, ya que en él se han identificado más de 1500 especies distintas.

Empezamos a navegar por el lago y me parecía increíble la imagen que teníamos delante. El agua, totalmente calmada, donde tan solo se sentía fluir por nuestro paso o el paso de algún pesador que a esas horas de la mañana, salían a faenar. El agua se perdía en el horizonte y se fundía con un cielo con niebla mañanera.

Según avanzábamos por el lago, y cuando dejamos atrás la ciudad de Kigoma, empezamos a percibir la inmensidad, no solo del lago, sino de la zona a la que nos dirigíamos. Una selva impenetrable, salvaje y virgen. En este momento, cuando ya no se veía ninguna edificación, me iba preguntando si algo de lo que en ese momento estaba viendo podría asemejarse a lo que habían visto en aquel primer viaje por el lago de Burton y Speke en 1858, en el que no consiguieron llegar ni al extremo norte, pero navegaron durante muchos kilómetros por el mismo lugar por donde lo estábamos haciendo nosotros ahora.

La segunda vez, que en un escrito se habla de esta costa, y de este viaje, fue en la visita de Stanley a Livingstone en 1871, en el mismo viaje en el que se produjo la frase «Dr. Livingstone, supongo» donde intentaban demostrar si el lago, formaba parte del nacimiento del Nilo. Aunque no fue hasta el viaje que realizó Stanley, ya solo, entre 1874-1877 cuando se demostró, circunnavegando el lago, que el Lago Tanganica pertenecía a la cuenca del Congo y no a la del río Nilo y por tanto Richard Burton no tenía razón.

Así, con estas historias y estas imágenes de tranquilidad del lago, llegamos a Kasakela, lugar en el que se encuentran las oficinas del parque, el centro de investigación, los alojamientos, el punto de salida de los trekkings de los chimpancés y el lugar en el que en el año 1960 desembarcó una jovencísima Jane Goodall.

Las trimates o los Ángeles de Leakey.

Como «Trimates» son conocidas a tres mujeres que revolucionaron el mundo, no solo de la paleontología, sentaron bases para entender la evolución de la humanidad, sino que cada una de ellas, consiguió acercarnos un poco más a 3 especies de primates y conocerlos más de cerca.

Ellas son:

• Dian Fossey, que estudió en profundidad y convivió con los Gorilas (en el Congo primero y en Ruanda después).
  Podéis leer nuestra experiencia con los Gorilas del bosque impenetrable Bwindi.
• Biruté Galdikas, que hizo lo propio con los Orangutanes en el borneo malayo.
  Podéis leer nuestra experiencia con los Orangutanes del borneo Indonesio.
• Y Jane Goodall, que comenzó el estudio más largo que se ha hecho hasta la fecha de una misma población: los chimpancés de Gombe.

Lo que tienen en común estas tres mujeres es un nombre, Louis Leakey, de ahí que actualmente se les conozca como «Los Ángeles de Leakey».

De Louise Leakey y su mujer Mary, hablamos ampliamente el el artículo sobre «La garganta de Olduvai«, pero para resumir diremos que él, que trabajaba en investigar la historia de la humanidad, llegó a la concusión que para entender un poco más esta evolución necesitábamos conocer un poco más el comportamiento de nuestros simios más cercanos: Los orangutanes, los chimpancés y los gorilas de montaña.

Así, consiguió financiación y convenció a tres mujeres para llevar a cabo esta investigación: Dian Fossey, Biruté Galdikas y Jane Goodall.

La llegada al Kasakela (Parque Nacional Gombe)

Desembarcamos en el Parque Nacional Gombe unas 2 horas después de haber salido de Kigoma. Ahora ya sí que podíamos sentir esa emoción de saber, que en nada vas a tener ante ti a un grupo de chimpancés. Lo que no sabes es cuanto vas a tardar en verles, si serán muchos o pocos o uno solo… pero con casi total seguridad los veríamos hoy. Si la suerte no estaba de nuestro lado, y no se nos presentaban, siempre teníamos una última oportunidad en la mañana del día siguiente. Este fue uno de los motivos por los que quedarnos a dormir en Gombe.

Nos bajamos del barco y en nada empezaron a descargar todas nuestras pertenencias. Lo dejaron todo en una sala del complejo. Todo ocurrió muy rápido. No sabíamos que nada más bajarnos del barco empezaría la aventura.

Nos vino a recibir un representante del parque que nos explicó las normas. Entre ellas que teníamos que llevar mascarilla, aunque solo nos las teníamos que poner cuando visualizásemos a los chimpancés. No tiene nada que ver con el covid, es simplemente una forma de protegerles, ya que podemos y pueden contagiarnos todas las enfermedades.

También nos explicaron que pese a su cara amable pueden llegar a ser muy agresivos. No nos olvidemos que son salvajes y que aunque están acostumbrados en mayor o menor medida a la presencia humana, no sabemos como pueden reaccionar. Nos informan que mantengamos siempre la calma, nada de movimientos bruscos, si vienen hacia nosotros que les dejemos pasar y que ante cualquier muestra de agresividad que abracemos lo que sea. Esto nos desconcertó un poco. Si hay algo que puede darle muestra de respeto son los abrazos, así que abracemos a un compañero y si no hay ninguno al lado, a un árbol. Bueno, una cosa nueva que conocer y aprender sobre los chimpancés.

Mientras esperábamos por los guías que nos tenían que acompañar en la aventura, echamos un vistazo al pequeño museo con información sobre los chimpancés de Jane Goodall.

Jane Goodall y el Parque Nacional Gombe Stream

Jane Goodall llegó a Kasakela, en Gombe Stream (por aquel entonces reserva de caza) en 1960, con una beca para estudiar, durante 6 meses el comportamiento de los chimpancés.

Nació el 3 de Abril de 1934 en Londres y ya con tan solo 18 meses de edad, dio muestras de su interés por el comportamiento animal, llevándose a su cama y escondiéndolos bajo la almohada, una familia de gusanos. Con 3 años, pasó largas horas observando a las gallinas, para descubrir cómo hacían para poner un huevo.

Desde siempre había dicho que su intención era algún día viajar a África y lo consiguió con 23 años, por invitación de una amiga del instituto cuya familia se había mudado a Kenia. Trabajó como camarera para poder pagarse el billete de avión a Nairobi, y una vez allí consiguió entrevistarse con el mismo Louise Leakey y trabajar un año para él como secretaria.

Por su valentía, coraje, determinación, paciencia, constancia y amor por los animales, fue por lo que Leakey le ofreció trasladarse a Gombe y estudiar el comportamiento de los chimpancés, con intención de que esto diera un poco más de luz a la historia de la evolución humana. Lo que más costó fue encontrar financiación para este proyecto por dos razones. Una era que Jane no tenía formación alguna, ni mucho menos científica, pero tampoco de otra. Y por otro lado, tan solo tenía 24 años (y era mujer).

En aquella época, el Congo Belga (lo que hoy es la república democrática de el Congo), cuya frontera se encontraba al otro lado del Lago Tanganica, se había levantado contra los colonos blancos y Kigoma se había llenado de refugiados. Se podía pensar que esto mismo podría ocurrir con la actual Tanzania, por lo que permitir que una mujer, blanca, viajase a esta zona y vivir sola en la selva, parecía de lo más descabellado para el Gobierno Británico. Pero finalmente, no solo se consiguió la financiación para un estudio de 6 meses en Gombe, sino que se le permitió viajar acompañada de su madre, Vanne.

Y así, situaron su tienda de campaña en el mismo lugar en el que acabábamos de llegar y donde íbamos a pasar la noche.

Quedaban tan solo un par de semanas para que su beca de estudios en Gombe llegase a su fin, cuando ocurrió algo inesperado. Jane visualizó algo que cambió, no solo la percepción que tenemos de los chimpancés, sino el curso completo de sus estudios en Gombe. Vio como uno de los chimpancés con los que tenía más contacto, David Greybeard, quitaba las hojas de una rama para usarla como utensilio para sacar de un termitero, terminas y comérselas. Este descubrimiento revolucionario fue lo que llamó la atención de National Geographic Society que le otorgó la primera de las 27 becas que se sucedieron durante más de 60 años, convirtiéndose así, en uno de los estudios de campo más largos sobre una misma población animal salvaje.

Mientras esto ocurría, comenzaba la independencia de Tanganika (1961) que 3 años después se uniría a Zanzíbar para dar lugar a la República de Tanzania.

El comienzo del trekking de los chimpancés.

Dos son las cascadas que podemos encontrar dentro del Parque Nacional Gombe, Mkenke y Kakombe.

Empezamos el trekking sin saber muy bien cuanto tiempo ni cuanto esfuerzo nos iba a suponer encontrar los chimpancés de Gombe. Casi mejor ni preguntar, ni saberlo. La experiencia buscando Gorilas de Montaña en Uganda nos había dado la lección de que mejor era no saber nada, mejor caminar, y ni preguntar. Cuando salimos del campamento no sabíamos ni siquiera que nos llevarían a conocer las cascadas de Gombe.

Centro de alimentación de los chimpancés.

Primero hicimos una parada en el centro de alimentación de Chimpancés. Esto puede extrañar, ya que desde siempre se ha dicho que no se debe alimentar a los animales salvajes para no cambiar su comportamiento. Recordemos, que Jane Goodall llegó a Gombe en 1960 y no poseía estudios científicos. Fue duramente criticada por la sociedad científica, pero no solamente por esto, sino por ponerle nombre a los chimpancés y no números y por implicarse emocionalmente con ellos. Ella siempre mantuvo que la alimentación de los chimpancés fue vital para poder llevar a cabo su proyecto.

La pequeña caseta en medio de la selva de Gombe hoy en día tiene un pequeño museo en el que podemos leer toda la información sobre el proyecto de alimentación y cómo con ello consiguieron que los chimpancés se acercasen más y poder así estudiar su comportamiento.

Entre la humedad de la selva, el calor sofocante y el tipo de cubierta de la caseta hacían insoportable permanecer mucho tiempo allí dentro, así que la mayoría decidió salir y escuchar la charla desde fuera.

La cascada Kakombe.

Tras esta pequeña y sofocante parada, continuamos el trekking. La siguiente parada fue en la cascada Kakombe. Estábamos en temporada seca, y aún así, fluía bastante agua. Después del sofocón de la caseta de alimentación, llegar a aquí nos dio un poco de aire fresco. Estuvimos un rato sacando fotos y refrescándonos pero era hora de continuar. Aún no sabíamos cuanto tiempo faltaba para encontrarnos con algún grupo de chimpancés.

Recuerdo el siguiente tramo del trekking muy pausado, tranquilo, mirando hacia las copas de los árboles donde nos íbamos viendo las camas de los chimpancés, o como de cuando en cuando parábamos para observar algún que otro animal: colobos, por ejemplo. Porque en Gombe no solo hay chimpancés.

Y de repente, nos paran en seco. Reúnen a todo el grupo en pequeño claro y nos dicen que nos pongamos las mascarillas. Estaba claro. Eso significaba que teníamos a los chimpancés muy cerca. Todavía a día de hoy, casi un año después de aquella visita, se me siguen poniendo los pelos de punta cuando recuerdo este momento.

Los chimpancés de Gombe.

Siempre que me siento frente a una página en blanco para escribir sobre la experiencia de ver y estar con simios en libertad, me invade la misma sensación. No tengo ni idea de como trasmitir lo que siento, lo que sentí, el cúmulo de sensaciones que te invaden. Algo muy extraño, sin duda, y difícil de describir. Si he de reconocer que las sensaciones no son iguales que la primera vez que lo haces, pero nunca deja de sorprenderte. Estar frente a una especie tan parecida a ti, a los que sientes tan cercanos, pero a la vez tan inaccesibles no tiene precio.

Las sensaciones que viví en mi primer encuentro con un Orangután en Borneo, fueron tan intensas que cambiaron por completo la forma en la que percibía el mundo animal. Aquella primera experiencia me cambió por completo y fue de aquel viaje del que nació en mi esa necesidad de viajar a recónditos lugares para visitar los primates más increíbles del planeta. Todos ellos, digámoslo de paso, en grave peligro de extinción.

Después vinieron los chimpancés del Kibale National Park en Uganda, pero donde realmente volvimos a vivir otro momento de emociones intensas fue en la visita a los Gorilas de Montaña del bosque impenetrable de Bwindi. Allí, parada frente a ellos, viví uno de los momentos más increíbles que haya tenido en un viaje. Aquel día, me prometí a mi misma que algún día regresaría, porque esas sensaciones causan en ti una imperiosa necesidad de repetir.

Pero hoy tocaba visitar uno de esos centros que me habían llamado la atención desde siempre, no solo por los chimpancés en sí, sino por toda la historia que hay detrás de él, y de Jane Goodall. Y aquí estábamos a escasos de metros de volver a tener frente a nosotros un chimpancé.

Mientras seguíamos al guía, bajando despacio, sin hacer ruido, el cúmulo de sensaciones que te recorren el cuerpo es muy difícil de explicar. Sientes emoción, nerviosismo, necesidad de llegar ya, de verles, un nudo en el estómago que se afianza mucho más a cada paso que das. Y de repente, la vegetación se abre, aparece un río de aguas cristalinas, y con lentitud y cierto miedo, levantas la vista, giras hacia la izquierda y te sorprendes al ver a una mamá chimpancé y su cría.

Nos vamos situando al lado del río, unos a continuación de los otros, en fila, río abajo. No podemos dejar de mirar. No se oye ni un murmullo. Nada. Solo el agua correr.

La mamá y su cría están sentadas, disfrutando de su baño y su comida. Les observamos, nos observan de vez en cuando pero no se alteran. Intentamos no hacer ruido, nadie lo hace, y casi ni respiramos para no alterar aquel momento.

Ana y yo decidimos cruzar el río. Buscar otro punto desde donde, no solo cambiar la perspectiva de la visita y dejar un poco más de espacio a los demás, sino también desde donde pueda percibir las caras y las expresiones de mis compañeros de aventura. ¿Qué pasaría en aquellos momentos por su cabeza? Pues en contra de lo que he podido ver en ocasiones anteriores, esta vez, por las mascarillas resultaba más difícil de saber. Pero estaba segura de que era, para muchos, uno de esos momentos que jamás olvidarán.

Mientas Ana y yo estábamos en la otra parte del río, empezamos a escuchar ruidos sobre nuestras cabezas y al cabo de un rato ¡zas! nos cae algo parecido a una manzana que por pocas nos cae encima. Había otro chimpancé en las ramas, pero no le veíamos.

No había acertado en su lanzamiento ya que lo que pretendía era darle la fruta a su madre y su hermano mayor. Empezó a lanzarles más y ellos a comer. Al cabo de un rato se empieza a mover y ya sabemos donde está. Le vemos. Es muy pequeño, un bebé casi, pero lo suficientemente listo como para subirse a las ramas y buscar fruta para su familia. Al rato se baja, lenta pero constantemente, sin parar hasta llegar a su madre, donde se pone a mamar.

Qué momento más increíble. En el grupo nadie se movía, ni siquiera para cambiarse de posición. Nadie quería hacer el mínimo ruido que pudiese alterar todo lo que estábamos viviendo y viendo en aquel momento.

No puedo asegurar el tiempo que estuvimos allí viendo aquella estampa, de una mamá con dos hijos, juntos, pegados, sin separarse, cuando deciden levantarse y ponerse en marcha.

Es en estos momentos cuando más incertidumbre sientes, cuando hay un cambio, cuando no sabes que va a pasar. Mis compañeros estaban en fila, y el primero de la fila por ser el último en llegar era Rubén. Desde mi posición le vi, con el teléfono en la mano, pero sin saber muy bien qué hacer con él. En ese momento, el grupo de tres, se dirigen a su posición. El guía nos hace señales para que ni nos movamos. Y es que tampoco pretendíamos hacerlo. Cualquiera hace nada en aquella situación. Veo como Rubén, de pie, no hace ni gesto de apartarse, cuando a su lado pasa el grupo en dirección a la selva.

En ese momento, todos respiramos fuerte. Esto si se sintió y palpó en el ambiente. Dejamos un poco de espacio. Vimos como la familia se alejaba entre la vegetación y nuestros guías nos dijeron que les siguiésemos. Así que empezamos a caminar por la selva, no sabemos si tras ellos, pero lo cierto es que llegamos a una posición en el que la mamá y sus dos crias se habían reunido con el chimpancé macho y otro chimpancé más.

Según nos explican se trata de una familia. Son 5. Normalmente los clanes de chimpancés son mucho más grandes, de entre 20 y 30 miembros y suelen permanecer juntos sobre todo durante la época de lluvias, cuando hay más alimento. En época seca, en la que estamos, la escasez de frutos y alimentos, hace que se separen en grupos más pequeños, normalmente unidades familiares de entre 4-6.

En esta ocasión, Carmen iba con uno de los dos guías que nos habían asignado para el trekking, y mientras los demás nos quedábamos con el primer guía, ella y el segundo guía siguieron un poco más abajo. Desde mi posición lo que vi fue lo siguiente: Aparecen los chimpancés, y en contra de lo que pudiésemos pensar ninguno, giran y se van de lleno a la zona donde está Carmen y el segundo guía.

El guía le dice que ni se mueva. Ella permanece agachada, el guía está un poco más atrás. Poco a poco la familia se va acercando a ella. Pasa la mamá primero y se sienta sobre un tronco a escasos metros de ella. Después pasa correteando el más pequeño y a continuación el otro chimpancé, que se para un ratito a su lado antes de continuar hacia donde está la madre. Aunque con la mascarilla no se veía del todo la cara de Carmen, sus ojos lo decían todo, abiertos como platos y las cejas hacia arriba. No nos lo podíamos creer.

No fue lo único que pasó. Porque estando también todo el grupo en una pequeña zona entre árboles, unos de pie, otros agachados, nos pasó la familia al completo, con Rosa, totalmente agachada, sin poder respirar porque les tenía justo al lado.

Después buscaron un sitio donde descansar, se tumbaron y allí estuvieron, a la sombra, mientras de cuando en cuando buscaban algo que llevarse a la boca.

Una hora y 10 minutos en total fue lo que estuvimos con los chimpancés, y os puedo asegurar que se hace tremendamente corta.

Así emprendimos el regreso al campamento, con una nueva misión cumplida y con toda la tarde disponible para disfrutar del entorno natural de Gombe y de las aguas del Lago Tanganica.

Campamento de Gombe Strem.

Regresamos al campamento y ya tenían preparadas nuestras habitaciones, así que descubrimos por fin como era el lugar donde íbamos a pasar la noche. Sabíamos ya de mano, que las Bandas de Gombe son las más básicas de todo lo que llevábamos en este viaje. Aquí solo hay capacidad para 12 personas, las que somos, y si quieres algo un poco mejor hay 3 tiendas de lujo, con precios mucho mayores.

También, si no quieres gastar tanto y además consigues que te lo permitan, porque no es habitual que lo hagan, puedes usar una tienda de campaña y acampar al lado del Tanganica. Pero para esto, lo primero tienes que arriesgarte y solicitarlo una vez que llegues al parque.

También sabíamos que aquí no había agua caliente, así que tocaba ducharse con agua fría, cosa que a mi me resulta bastante difícil, la verdad, independientemente del calor que haga fuera. La sorpresa fue enterarnos de que estaban colocando calentadores en las habitaciones, así que en un futuro sí habrá agua caliente.

Yo decidí, que en lugar de ducharme, iba a bañarme en el lago y ya la ducha la dejaba para cuando llegásemos a Kigoma al día siguiente.

Tras hacer uso de la habitaciones y darnos cuenta que allí consideran innecesarias las sábanas para dormir, nos fuimos a comer. Hay que recordar que las Bandas donde vamos a dormir son lugares que usan los investigadores, los periodistas,… cuando vienen a Gombe, así que tampoco nos vamos a quejar.

En una tienda habilitada como comedor para nosotros, fue donde ya nos tenían preparada una suculenta comida. Tras esto, ya no teníamos nada que hacer, la tarde la teníamos libre, así que cada uno decidió como usarla. Unos se fueron a dormir la siesta, otros a leer un rato bajo la sombra de un gran árbol y la mayoría nos sentamos al lado del agua, a disfrutar del sol, de las vistas, de buena compañía mientras tomábamos una cerveza.

Y con el caer del sol llegó el baño. ¿Cómo íbamos a estar en el lago Tanganica y no meternos en sus aguas? Ciertamente el agua estaba de lujo, así que nos metimos todos, incluidos Samuel y Sam (Yuma no sabe nadar) y disfrutamos intensamente de aquellas últimas horas del día.

Una cena rica a base de pescado del Lago y a dormir, que el día había sido, sobre todo muy intenso y aún nos quedaban dos días más de viaje.