Cuanto echaba de menos las playas solitarias, infinitas, de arena blanca, la relajación absoluta y escuchar el silencio. Cuanto lo echaba de menos y cuanto de esto estábamos teniendo en Filipinas. Después de tanto ajetreo de El Nido, que aunque turístico, lo encontramos menos abarrotado que Tailandia, llegamos a la White Beach de Port Barton. Aunque llegar a ella nos costó sudor pero no lágrimas.
Jueves, 9 de Abril de 2016
El sol entraba por la ventana cuando abrimos el primer ojo. Sabíamos que no debíamos dormirnos porque teníamos poco tiempo para conocer los encantos de Port Barton.
En la tarde de conversaciones del día anterior, entre nosotros, nuestros nuevos amigos y la dueña del hotel, habíamos decidido que la mañana, esta mañana que pasaríamos en Port Barton, lo dedicaríamos a recoorrer el sendero, largo sendero, para llegar a la White Beach de Port Barton. Según la agradable señora tardaríamos unos 20-30 minutos en llegar y yo me pregunto ¿qué será para esta señora media hora?.
El largo camino hasta White Beach de Port Barton.
Después de desayunar (todavía teníamos provisiones para hacerlo en la habitación), emprendimos el camino siguiendo las indicaciones de nuestra «guía» particular: «por aquel sendero, todo recto».
Empezamos nuestra caminata recorriendo completamente la playa de Port Barton:
Y el camino fue muy agotador, pero más que por el propio camino en sí, por la humedad excesiva que había aquel día, el calor sofocante, la falta de sombra en parte del camino, y atravesar la selva casi virgen con la que nos encontramos. Ni una persona nos cruzamos en el camino, ni signos de ningún ser viviente salvo un perro que nos acompañó desde Port Barton, y los millones de insectos que se oían al pasar. Selva y más selva, humedad casi al 100% y sin agua para el camino. Llegamos a pensar que no íbamos por buen camino, ya que transcurrida la media hora que en teoría se tardaba en llegar, no se veía ni el más mínimo signo de existencia de una playa.
Decidimos continuar. Y menos mal que lo hicimos. Al cabo de otra media hora (y ya va una hora en total) por fin llegamos a la White Beach de Port Barton.
White Beach de Port Barton
Hacía mucho tiempo que durante un viaje no encontrábamos la tranquilidad y sobre todo, la soledad, que encontramos en éste. Llegar a la White Beach de Port Barton y estar totalmente solos en una playa kilométrica, de esas que tanto me gustan, fue como llegar a aquello que hacía mucho tiempo que estaba esperando. Buscamos un lugar, en los kilómetros de playa, donde quedarnos un buen rato, toda la mañana, hasta que nuestro bus saliese de vuelta.
El día anterior, nos habían comentado que solo había dos formas de volver a Puerto Princesa de forma directa: una van a la una de la tarde o un bus a las dos de la tarde. Pese a que el bus tarda más en llegar, poder estar una hora más en ese paraíso hizo que nos decidiésemos por regresar a Port Barton en el bus, así ganábamos una hora más, que en aquel momento era prioritario. Teníamos, entonces, unas horas disfrutar de la White Beach de Port Barton.
Nadamos, tomamos el sol, vimos a un padre y a un hijo venir a por la barca que tenían amarrada para salir a faenar, oímos como los cocos caían de las palmeras, nos quedamos en silencio, en soledad… aquello era un paraíso y lo disfrutamos muchísimo.
Durante todas las horas que pasamos en White Beach, tuvimos con nosotros la presencia de un perro que había decidido acompañarnos desde Port Barton y con él estuvimos hasta regresar. Se ve que decidió hacer de nuestro «ángel de la guarda».
Al cabo de unas horas emprendimos el regreso. Aún nos quedaba una hora para llegar a Port Barton y debíamos ducharnos y prepararnos para regresar a Puerto Princesa. El regreso fue igual de duro, con tanta calor y tanta humedad, pero mucho más tranquilo ya que sabíamos que nos esperaba una hora y no media hasta nuestro destino final.
De Port Barton a Puerto Princesa
Llegamos al hotel, al Besagga. Descansamos un rato mientras charlábamos con su dueña, y nos fuimos a duchar. Tienen habilitados unos baños precisamente para estos casos, casos en los que ya has hecho el check out pero donde aún te quedan unas horas para marchar. Así que aprovechamos para ducharnos, cambiarnos de ropa, despedirnos de aquella buena gente y regresar a la parada del bus.
Cuando vi el bus me quedé muda. No era un bus como los que habíamos visto hasta ahora en Filipinas. Un bus más pequeño, sin prácticamente sitio para meter las piernas, con un desagradable olor a pescado mezclado con «gasoil». Me subí para poder tener un sitio donde sentarnos durante las casi 5 horas de trayecto que nos esperaban hasta Puerto Princesa. Rubén esperaba afuera hasta ver donde situaban nuestras mochilas, que al final fueron en el techo del bus, junto con un montón de gente sentada encima, que dejaba caer sus pies por el borde y que yo iba viendo desde mi asiento. Y pensar que ese destartalado bus, por aquellas carreteras de tierra, llevaban encima tanta gente.
Comprobamos una vez más eso que dicen de «it´s more fun in Phillipines» (es más divertido en Filipinas), ya que fuimos riéndonos todo el camino con la situación que estábamos viviendo. Nos parecía de los más simpática y especial.
Durante la más de media hora que nos llevó llegar a Roxas, en el destartalado bus, donde las ventanillas no se cerraban y comimos mucho polvo, vivimos otra situación de risa. Tuve que sacar unas toallitas húmedas para poner delante de la boca y la nariz porque me estaba ahogando. Cuando llegamos a Roxas, vi como la gente se levantaba e intentaba limpiar los asientos del bus, llenos de polvo, así que empecé a repartir toallitas para que la gente se limpíase y limpiase el bus. Fue un momento muy especial donde volvimos a notar la gran amabilidad de la gente filipina.
Tras unas 5 horas de viaje y unas dos paradas, llegamos por fin a Puerto Princesa. Al bajarnos del bus negociamos con un «triciclo» que nos llevase a nuestro hotel, Subli Guest Cabins, que nos sorprendió muchísimo y nos encantó. Podéis leer la reseña en: Alojamientos en Filipinas.
Nos duchamos, nos preparamos y salimos a buscar un sitio donde cenar. Miramos por los alrededores del hotel pero no había nada, así que cogimos un triciclo al centro. Allí ya había más movimiento y más zonas donde comer. Como todavía no habíamos probado ningún local de comida rápida típica de aquí escogimos un Jolibee (una hamburguesa, un perrito caliente y las bebidas). Después de semejante cena volvimos al hotel. Teníamos que madrugar ya que nos volvíamos a mover. Además, el día siguiente, sería un duro día donde intentaríamos hacer una locura que, al final, nos salió bien.
Gastos del día:
Bus de Port Barton a Puerto Princesa: 350 pesos (7.5 euros) Snacks: 80 pesos (1.72 euros) Triciclo al hotel: 30 pesos (0.64 euros). Triciclo al centro y del centro al hotel: 30 pesos (0.64 euros) Cena en el Jolibee: 91 pesos (1.95 euros)
Gastos totales del día por persona: 12.45 euros
Si queréis leer el diario completo del viaje: 23 días en Hong Kong y Filipinas.
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1 Comentario
Hola pareja. No sabéis lo mal que me sabe poneros esto pero lamento deciros que no llegasteis a la White Beach.
La playa de vuestras fotos es la primera playa que uno se encuentra yendo hacia el sur desde Port Barton y recibe el nombre de Coconut Beach por la cantidad de cocoteros que tiene. La White Beach queda pasado el siguiente cabo. Estoy aquí ahora y buscando artículos sobre la playa me he topado con el vuestro, al ver las fotos me he percatado del error. Pero mirad el lado bueno, ahora tenéis que volver sí o sí! 😉